Una nueva escalada y un nuevo golpe pegó en lo profundo del corazón de Estados Unidos. La suspensión de la red social Tik Tok, el requisito del presidente Donald Trump de levantarla con la condición de que la aplicación sea un 50% de capitales americanos, es un evento de proporciones bíblicas en esta reedición de la Guerra Fría que está ocurriendo entre China y Estados Unidos.

¿Qué significa que Estados Unidos banee la app Tik Tok? ¿Qué implica para los valores estadounidenses?

Yendo un poco más atrás, en la década de los 80, con la presidencia de Ronald Reagan, comenzó una escalada bélica que casi estalla en un conflicto real. Desde ese momento el expresidente de la Unión Soviética Mijail Gorbachov y Reagan rebajaron las tensiones y el enfrentamiento comenzó a transitar otros caminos, principalmente el cultural, destacando la importancia de la libertad de expresión en el llamado por Reagan “el mundo libre”.

Tras la masificación de internet, se comenzaron a transmitir cantidades inconmensurables de información. Esto con las redes sociales terminó convirtiendo a la humanidad en una red neuronal de miles de millones de seres humanos interactuando todo el tiempo desde cualquier lugar. Estas redes sociales obviamente tienen su centro en la joya de Estados Unidos, el estado de California. Parten desde Silicon Valley y desde ahí se evangelizó al mundo con los valores estadounidenses.

China, por otro lado, luego del proceso revolucionario de Mao, del salto adelante y de la revolución cultural, con Deng Xiaoping en los 80 establece una serie de reformas que implican un cambio económico, con el acercamiento y el asesoramiento de Estados Unidos. Deng realiza reformas no sólo económicas, sino a nivel del Estado. Estas reformas fueron tan profundas que sacudieron al Estado chino. Las generaciones más jóvenes entendieron que podría ser un proceso de apertura hacia valores más de tipo occidentales. Pero, a su vez, la dirigencia china también vio cómo la glasnost y la perestroika fueron reformas nefastas para la sustentabilidad del proyecto soviético, llevándolo incluso a su desaparición. Parte de la juventud de la élite educativa china, que veía con buenos ojos estas reformas, decidió manifestarse en la plaza de Tiananmén. Los líderes del Partido Comunista Chino decidieron reprimir la manifestación y murieron cientos de personas. Después de esto, se aumentó el ya existente férreo control sobre los medios de comunicación.

Llegada la era de internet, la dirigencia china no tenía las limitaciones liberales de Occidente, como el respeto a la libertad de expresión, los derechos humanos o la democracia. Por lo que establecer una censura directa a internet era un trámite más. Además, como China proveía al sistema internacional de manufacturas a un menor precio, a la clase dirigencial americana y mundial no le preocupaba que no mantuviera los valores democráticos universales que servían siempre de excusa a la hora de intervenir en cualquier país.

Mientras Occidente tenía Twitter y Facebook, China estaba transitando un proceso de aprendizaje desarrollando sus propias redes sociales. Estas no estaban permeadas por la influencia cultural occidental, y con ella la injerencia extranjera, cuidando de esta forma su soberanía. Su patria.

Hoy las distintas redes sociales, potenciadas con inteligencia artificial, se suman al análisis del comportamiento de los individuos, lo que permite un cierto abordaje desde la ingeniería social, y así se influye en las conductas de los usuarios en la calle online1. La utilización de algoritmos fue un cambio en el estudio del comportamiento humano, la adopción del teléfono celular se convirtió en el nuevo punto de encuentro para casi todas las actividades humanas. Esto es algo tan potente que puede moldear las pautas de consumo, las pautas de pensamiento e incluso las decisiones. La posibilidad de hackear la democracia fue posible luego del Brexit y el affaire de Cambridge Analytica, donde se estudió el comportamiento para poder modificar las elecciones conforme a la resolución que se quiera tomar.

La decisión de los Estados Unidos de prohibir Tik Tok es la decisión de defender su soberanía por sobre sus valores fundamentales.

Durante la pandemia de covid, la vida durante esos meses fue estrictamente digital, y Tik Tok se erigió como el principal ganador. Con un estilo tremendamente adictivo, en un ritmo frenético donde siempre hay algo nuevo para ver, es un carrusel que no para. Podés haber agarrado el celular y sin darte cuenta en una hora haber visto 150 tiktoks diferentes, es una dosis de estímulos e información enorme directa al cerebro.

Douyin (así se llama Tik Tok en China) contiene alertas ante su uso prolongado, así como también el tipo de contenido que ofrece está dirigido: ofrecen videos que permitan inspirar a los individuos a destacarse en determinadas áreas como la ciencia, el deporte y las buenas costumbres, conforme al estándar chino. En cambio, en Occidente, el contenido que se puede apreciar es en su mayoría “contenido basura”. El consumidor pasa la mayor parte de su tiempo entregando sus datos, sus pautas de comportamiento.

La decisión de Estados Unidos de prohibir Tik Tok es la decisión de defender su soberanía por sobre sus valores fundamentales. Obviamente, en este contexto de una nueva Guerra Fría entre China y Estados Unidos, este entiende la implicancia que tiene una penetración como la de Tik Tok: realizó esto durante los últimos 20 años, y el mundo culturalmente se asimiló a las formas estadounidenses. El problema yace en que se ha creado una comunidad humana en torno a Tik Tok y que una medida de este tipo atenta contra la libre expresión de millones de estadounidenses, un valor que ese país se jacta de tener.

A nivel regional, es interesante ver lo que ocurre en Brasil con las fake news y los controles tributarios en la plataforma de pagos Pix, impulsados por Lula. Ante esto surgió una ola de fake news, incluyendo un deepfake del ministro de Economía, Fernando Haddad. Esta campaña de fake news no sólo impactó en el uso de la aplicación, sino que el propio presidente de Brasil tuvo que revocar la medida, dado que la campaña no sólo perforó la confianza del sistema de pagos, sino también la propia confianza en el gobierno mismo.

En Uruguay, mientras tanto, nuestra sociedad sigue viviendo en el siglo XX, sigue pensando que los blindajes mediáticos son efectivos y que esos elementos todavía mueven a la sociedad. Todo mientras la gente está más pendiente de sus celulares que del televisor. El campo digital está completamente virgen en este país, pese a la incursión de medios como La Derecha Diario.

Pero ¿qué medios queremos? Esa pregunta va a ser imposible de responder, porque para decidir qué medios queremos deberíamos crear nuestras propias plataformas donde poder tener soberanía y decisión. Este es un camino que claramente Uruguay no puede recorrer si no es con la integración del poder de la región. Uruguay debe mirar en clave regional, en un sentido de integrarse a la región en que está inserto. Porque de otra manera seguiremos dependiendo del vaivén del juego de los imperios. Sin un entendimiento en clave regional de nuestro ciberespacio terminaremos siendo una estrella más en la bandera de un imperio, o en las rojas filas del otro, mientras tenemos nuestros cuellos tensionados hacia abajo y miramos nuestros celulares.

Marcelo Núñez es analista en comunicación.


  1. Concepto utilizado para nombrar al espacio público digital multiplataforma.