El tema de la basura, de la gestión de residuos, será el centro de la campaña electoral por la disputa del gobierno de Montevideo y sus ocho municipios que se llevará a cabo el 11 de mayo de 2025. En tal sentido, es deseable que los discursos políticos tengan en cuenta un conjunto de datos y conocimiento del tema, abandonen diatribas estériles y presenten propuestas fundamentadas y concretas.
Cuando se aborda el tema de la basura ciudadana, como bien la llama Jorge Nasser en su “Candombe de la Aduana”, es necesario aclarar algunos puntos que, de no ser considerados, harán reinar la confusión y, lo más grave, nos alejarán de un necesario debate y un consenso que nos acerque a solucionar el problema.
Para comenzar, hay que decir que no es correcto comparar la realidad de Montevideo con la de cualquier otro departamento o ciudad del interior, porque la dimensión del problema en la capital es muy superior, por varios motivos: el número de habitantes, la densidad poblacional de residentes a la que debemos sumarle población flotante, los miles de edificios de apartamentos en general pequeños, la movilidad económica y social, y la gente en situación de calle. En particular, porque se trata de algo que a menudo se plantea, Montevideo no es ni parecido a Canelones y menos aún a Punta del Este, comparación que llegó a formular un edil del Partido Nacional. Yo diría que en todo el interior el problema de la basura es sencillo de resolver, ya sea a través del sistema de contenedores en la vía pública o domiciliarios, esos que el vecino puede tener días en su hogar hasta que pase el camión recolector. Es un falso dilema entonces plantear una u otra modalidad: ambas pueden ser exitosas o fracasar, eso dependerá de varios factores.
Parece obvio decirlo, pero lo primero que tenemos que hacer es un buen diagnóstico, completo, al detalle, saber cuál es el origen de esa basura que más que desbordar contenedores porque ellos se han llenado, está a su alrededor porque uno los desparramó en busca de comida o algo para vender o, cosa que pasa en gran medida, alguien dejó sus desechos directamente en el piso, por comodidad, maldad o porque sus residuos eran de un volumen –por ejemplo, una cocina– que no entraban en él.
Clasificar en grupos de personas a los distintos responsables no sólo es necesario, sino que es de justicia, porque los infractores sin duda son los menos en una población de aproximadamente un millón y medio de personas que circulan por la capital del país. Por cierto que hay situaciones que se repiten, pero cada uno de los más de 11.000 contenedores que existen en Montevideo presenta una realidad diferente, según los más de 80 barrios con que cuenta nuestra ciudad.
Se debe monitorear cada uno de los contenedores de la ciudad, porque si sabemos qué se tira y dónde, cuánto de qué y con qué frecuencia, será posible dar con los responsables y así actuar de modo focalizado.
Años atrás, menos de una década, los clasificadores, trabajadores que se sustentan de la recolección informal de residuos, entraban con sus carros fundamentalmente tirados por caballos a las zonas comerciales y más pobladas de la ciudad. Diferentes políticas hicieron que eso dejara de ocurrir. Pero a la vez que estos desaparecían, una población no clasificadora comenzó a crecer y crecer. Nos referimos a las personas en situación de calle, con otras necesidades, con otros hábitos, con otra cultura. Por cierto que ellos son responsables de una parte del problema de la basura alrededor de los contenedores, sobre todo en los barrios Centro y Cordón. Pero, lejos de ser los únicos, hay además otros infractores, muchos de ellos contumaces y/o de intenciones que deberían ser investigadas a fondo.
Muchos comerciantes de los que operan en los más diversos rubros también son responsables de la basura en la calle, porque o bien no cumplen con la normativa de contratar un servicio, o lo hacen pero igual tiran una parte, y es así que uno ve en las calles residuos voluminosos como por ejemplo cajas de cartón y envoltorios de nylon, espuma plast de embalajes, cajones descartables con restos de fruta y verdura, partes de diversos vehículos claramente provenientes de talleres mecánicos.
Otro grupo de personas está conformado por innumerables vecinos que no acuden a los servicios gratuitos que brinda la intendencia y tiran ya no sólo al costado del contenedor sino en cualquier sitio sus restos de poda de jardinería, escombros, muebles rotos, etcétera.
Seguimos sumando. Tenemos a los ciudadanos que cuando van caminando o en un vehículo tiran directamente a la calle cosas tales como botellas de plástico o vidrio, restos de una comida que consumieron “al paso”, cáscaras de frutas y colillas de cigarrillo. También están los infractores intencionales, los que piensan que mostrar la ciudad sucia perjudicará políticamente al sector político en el gobierno. Y no podemos dejar de mencionar la materia fecal de las mascotas y de las palomas, estas últimas declaradas plaga nacional y algo que está prohibido en muchas partes del mundo.
Hace poco más de dos décadas, el uso de envases retornables comenzó un irreversible camino de disminución, dando paso a envases descartables de todo tipo y material, los que son un verdadero flagelo ambiental del que las empresas que por ley deberían hacerse cargo no lo hacen. Lo de un solo uso, lo de corta vida, la obsolescencia tecnológica, lo fabricado con materiales cuya valorización no es viable es un fenómeno relativamente reciente que ha puesto en jaque los servicios de recolección y disposición final de residuos en casi todo el mundo.
Así planteado el tema, con sólo proponer limpiar y limpiar nunca arribaremos a una solución, por más dinero que se vaya a gastar. Se debe monitorear cada uno de los contenedores de la ciudad, porque si sabemos qué se tira y dónde, cuánto de qué y con qué frecuencia, será posible dar con los responsables y así actuar de modo focalizado, de distinta manera, según los casos. Es imprescindible sumar a lo que ya existe como servicios el monitoreo ambiental ciudadano, porque los vecinos son los ojos permanentes en el territorio, quieren que su barrio esté limpio y están dispuestos a colaborar.
Finalmente, algo que no se puede dejar de plantear: si partimos de la base de que la enorme mayoría de la población no es infractora, que dispone correctamente de sus residuos, entonces habría que hacer una encuesta y preguntarles a todos los vecinos qué opinan de esa idea que tan bien funciona en las grandes ciudades limpias del mundo, la de fiscalizar y multar a ese porcentaje minoritario de la población que basta con que ensucie para que toda la ciudad lo padezca.
Jorge Solari es edil departamental de Montevideo por El Abrazo 949, Frente Amplio.