Hace tiempo que pienso que la única ideología del neoliberalismo radical es la del lucro cesante y que el único ideólogo de esta es, como si de una inteligencia artificial se tratara, el dinero, o más concretamente, el margen de beneficio y la capacidad de crédito o de generar moneda. En estos días, al escuchar la intervención de Donald Trump, me quedó claro que no voy desencaminado. Entre todas las manifestaciones de autoalabanza –y demérito hacia su predecesor, Joe Biden, y la Organización de las Naciones Unidas, entre otros– se deslizaron dos frases clave: “el dinero hace que las cosas pasen” y “cómo pudieron hacer tan mal negocio”, esto último en referencia a los tratados de paz que daban la franja costera de Gaza a la población palestina.

En algún momento de su discurso, el presidente norteamericano se refiere a sí mismo como un hombre que viene de los negocios inmobiliarios, y a Gaza como un solar situado en un espacio privilegiado de las costas de Medio Oriente. “¿Cómo es posible que esos 360 kilómetros cuadrados no estén generando beneficios a personas decentes?”. La pregunta debe de llevar años rondándole la cabeza. “Si me dejaran a mí, haría la Florida de Oriente Próximo”. Dicho y hecho, “aquí está mi amigo Bibi, con el que me entiendo tan bien; traeré la paz en 72 horas y lo siguiente será lotizar y sacar a subasta entre los promotores quién construye”. Así de fácil piensa un hombre práctico. “Habrá trabajo y seré reconocido como la persona que alcanzó algo que en miles de años no se había conseguido: acabar con Hamas”.

Detalles como que Hamas fue creado en los 80 del pasado siglo o que hay una población de dos millones de palestinos atrapados entre el mar y las bombas –¿cuántos quedarán de esos dos millones?– no son importantes para el mandatario estadounidense. Mucho menos para el israelí, que no disimula las masacres que seguirá cometiendo contra quienes no se plieguen a sus deseos.

En otras partes de la alocución, el presidente inmobiliario enumeró todos los países amigos del entorno árabe y musulmán que habían manifestado su acuerdo con el plan anunciado. También otras naciones: hasta Irán terminaría entendiendo que es lo mejor y se arreglarían sus diferencias.

La ideología neoliberal del lucro cesante funciona porque es simple; triunfar en ella es ser más poderoso, más rápido, más amoral. Su simplicidad hace que se pueda subir al carro desde cualquier posición geopolítica o religiosa.

En la lógica neoliberal del lucro cesante, todos piensan en el dinero que están dejando de ganar por no estar ya planificando y construyendo el nuevo paraíso turístico del Mediterráneo. Los acuerdos de paz de Oslo de 1993 fueron una “cosa de tontos, un mal negocio”. Que el terreno esté habitado no es un impedimento, porque ya hay quien sabe cómo ocuparse de ello y lo está haciendo. Que hay países que tienen otras ideas no es importante: “El dinero hace que las cosas pasen, hay países que intentan cosas, pero no tienen dinero”. Si alguien no está de acuerdo, si Hamas no firma, “caerá el infierno sobre ellos”.

La ideología neoliberal del lucro cesante funciona porque es simple; triunfar en ella es ser más poderoso, más rápido, más amoral. Su simplicidad hace que se pueda subir al carro desde cualquier posición geopolítica o religiosa. Una vez conseguido el éxito económico y, con él, el poder, ya es fácil lustrarlo con valores espirituales, religiosos más bien, o sociales.

El presidente Trump, sin embargo, deja una laguna en su discurso: hay países que sí tienen dinero y sí hacen cosas. No son mejores, simplemente aplican una lógica diferente a su búsqueda del poder, tanto hacia el interior como hacia el exterior. Estos países, Rusia y China principalmente, observan y callan, callan y observan, y dejan que bulla el transcurso de la historia mientras ellos resuelven sus propios conflictos y fortalecen su posición para cuando haga falta entrar en la lógica de ser más poderoso, más rápido y más amoral. Práctica y experiencia no les faltan. Veremos quién se alza finalmente con el Premio Nobel de la Paz.

Juanjo Fernández es periodista español.