El sueco Alfred Bernhard Nobel, inventor de explosivos y productor de armas en gran escala, incluyó entre los premios anuales que llevan su nombre el de la paz. Cuentan que le pesaba el daño causado a la humanidad y quería ser recordado por una obra que lo contrapesara. Es más que lo que se puede decir de otra gente enriquecida por la guerra.

Nobel no debe haber imaginado que las decisiones del comité noruego encargado de otorgar esa distinción también podrían servir para disimular culpas. El ejemplo más reciente fue la elección de la venezolana María Corina Machado para recibir el premio de la paz.

Antecedentes

No hay evidencia de que durante 2024 (el año que debía ser tomado en cuenta) Machado haya “realizado el mayor o el mejor trabajo en favor” de alguno de los tres objetivos establecidos por Nobel. No impulsó “congresos de paz”, ni “la abolición o reducción de los ejércitos permanentes”, ni “la fraternidad entre las naciones”. Tampoco fueron esos los centros de su actividad en años anteriores.

En el camino hacia el liderazgo de la oposición venezolana, contra Hugo Chávez primero y contra Nicolás Maduro hasta hoy, en más de una ocasión Machado adoptó posiciones muy poco pacifistas. En 2002 firmó el decreto que buscaba consolidar un golpe de Estado contra Chávez. Tras el fracaso de aquella intentona, sostuvo que había puesto su nombre en lo que creía que era un registro de visitas al palacio presidencial.

En 2018 les pidió al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y a otros políticos extranjeros que promovieran en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) “un cambio de régimen” en Venezuela. En 2020 suscribió el manifiesto ultraderechista llamado “Carta de Madrid”, impulsado por el partido español Vox y apoyado entre otros por Javier Milei, Victoria Villarruel y José Luis Espert, de Argentina; Eduardo Bolsonaro, de Brasil; José Antonio Kast, de Chile; Giorgia Meloni, de Italia, y Horacio Cartes, de Paraguay.

Hasta 2023 reclamó sanciones internacionales y una intervención extranjera en Venezuela, considerando que era la única forma de desplazar al chavismo. Justificó su cambio de posición por acuerdos que Maduro violó rápidamente, alcanzados con la mediación de Noruega. Quizá esto haya tenido que ver con la resolución del comité que otorga el Nobel de la Paz, integrado en su mayor parte por políticos.

El comité noruego alega que Machado, hoy clandestina en su país, merece el premio por “su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano” y “su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”. O sea, por méritos políticos.

Desde Henry hasta Corina

No es la primera vez que este comité adopta decisiones insensatas. La más recordada es la de 1973, cuando le otorgó el premio de la paz al estadounidense Henry Kissinger y el vietnamita Le Duc Tho, por un acuerdo de cese del fuego que duró poco. Tho lo rechazó y Kissinger no fue a recibirlo, para evitar anunciadas protestas, muy justificadas por su responsabilidad en múltiples actos de política exterior estadounidense que nada tuvieron que ver con la paz. Por ejemplo, las intervenciones para impulsar golpes de Estado en América Latina y el apoyo a las dictaduras criminales que instalaron.

Los procesos de selección que realiza el comité se mantienen en secreto durante 50 años. En 2023 se supo que Kissinger y Tho fueron premiados pensando que eso favorecería un acuerdo de paz definitivo. Es posible que en 2075 sea revelado que el premio a Machado se otorgó para proteger su seguridad, para aumentar su peso político en Venezuela, para consolidar su legitimación internacional como alternativa a Maduro o por todos esos motivos a la vez. Sea como fuere, jugaron con fuego en una coyuntura marcada por la presencia de buques de guerra estadounidenses cerca de Venezuela y el ataque letal a lanchas que presuntamente llevaban drogas. Después de ganar el Nobel, Machado dijo a la BBC que la caída de Maduro requiere “una coordinación de fuerzas internas y externas”.

Noticias como las relacionadas con Ucrania, Gaza y los desvaríos de Donald Trump le han quitado notoriedad a la situación venezolana, que no ha mejorado desde que se proclamó la reelección de Maduro sin mostrar actas del escrutinio. La oposición liderada por Machado llamó a boicotear las elecciones legislativas y regionales de este año, pero no logró evitar que participaran otros dirigentes antichavistas ni ha encontrado caminos para retomar protagonismo. Si quienes integran el comité noruego quisieron fortalecerla, parece claro que usaron una herramienta equivocada.

El 23 del mes pasado, en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, Trump dijo que merecía el Nobel de la Paz. Fue una afirmación insolente y escandalosa, porque se trata de un poderoso promotor del odio y la violencia, en su país y en el mundo, pero al menos detuvo por un tiempo (veremos cuánto) el exterminio en Gaza. Es más que lo que se puede decir de Machado.