Constituido formalmente el 5 de febrero de 1971, el Frente Amplio (FA) “es una fuerza política de cambio y justicia social, creación histórica permanente del pueblo uruguayo, de concepción nacional, progresista, democrática, popular, antioligárquica y antiimperialista”. En el 6° congreso “Rodney Arismendi”, llevado a cabo en noviembre de 2016 con un cuarto intermedio hasta marzo de 2017, incorporó dos nuevos principios al declararse “antipatriarcal y antirracista”. Desde cristianos hasta marxistas-leninistas, lo integran todos aquellos sectores políticos y ciudadanos que adhieren a los principios y objetivos establecidos en la Declaración Constitutiva, en las Bases Programáticas y en el Acuerdo Político.

El FA es un hecho político único en el mundo, estudiado y analizado por académicos, docentes, politólogos, historiadores e investigadores en ciencia política. A sólo seis años de su fundación, uno solo dentro y fuera de Uruguay con su dirección clandestina en el país, llegó a organizarse en 29 países de América, Europa, África y Oceanía en su resistencia a la dictadura civil y militar. Por sus ideales, sus símbolos, su mística y su militancia es una expresión cultural del pueblo uruguayo que sobrevivió a la persecución más despiadada a la que fue sometido desde su propia fundación, acentuada en el período de oscurantismo en Uruguay.

“Unir mil miedos para formar un solo coraje”, escrito en una pizarra de un comité de base de Melo, fue uno de los mensajes que el general Seregni compartió con los frenteamplistas en su discurso del 25 de agosto de 1972. Es que, desde su surgimiento, el FA fue objeto de una violencia sistematizada con atentados contra sus dirigentes, militantes y locales, ejercida con total impunidad durante el autoritarismo de los gobiernos de Jorge Pacheco Areco y Juan María Bordaberry. Violencia ejercida a través de la acción represiva del escuadrón de la muerte, grupos paramilitares y parapoliciales con el apoyo de la CIA, según surgió de las investigaciones judiciales y los documentos desclasificados de la propia agencia de inteligencia norteamericana.

“Acción política permanente y no la contienda electoral”

En la declaración y el llamamiento de sus bases programáticas de la unidad de 1971, se establece “que el objetivo fundamental del Frente Amplio es la acción política permanente y no la contienda electoral; al mismo tiempo afrontará unido las instancias comiciales, con soluciones honestas y claras que restituyan a la ciudadanía la disposición de su destino, evitando la actual falsificación de su voluntad”. En las antípodas de esta declaración está ubicada la Coalición Republicana. Su finalidad sólo atiende intereses electorales para evitar el triunfo del FA, en inocultada unidad de acción de los círculos dirigentes de ambos partidos tradicionales y sus acólitos menores, cada día menos diferenciados en lo ideológico, con sesgos notorios hacia el ala más conservadora de la extrema derecha.

Desde 1999, el FA se ha consolidado como la primera fuerza política de la República Oriental del Uruguay, con amplias diferencias a su favor sobre todos los partidos que conforman el espectro político del país. Por tres períodos consecutivos alcanzó el gobierno de la República, con mayoría absoluta en ambas cámaras del Poder Legislativo, al vencer en las elecciones de 2004, 2009 y 2014. A nivel departamental, desde las elecciones de 1989 y por siete períodos ininterrumpidos, es gobierno en Montevideo, la capital, el departamento con mayor población en el país. A partir del próximo 1° de marzo, su presidente electo, Yamandú Orsi, ejercerá la presidencia de la República tras triunfar en el balotaje de 2024 por un claro margen de 93.293 votos. Será el cuarto gobierno del FA.

Señas de identidad: coalición y movimiento

Según sus estatutos que contienen las modificaciones del Plenario Nacional celebrado en diciembre de 2011, el FA conforma una organización política con el carácter de coalición-movimiento y se compromete al mantenimiento y la defensa de la unidad, al respeto recíproco de la pluralidad ideológica y al acatamiento de las resoluciones adoptadas por sus organismos. Este frente político no constituye una fusión, sino una coalición de fuerzas. En consecuencia, los partidos, los grupos y los movimientos que lo integran se encuentran vinculados por una alianza basada en el reconocimiento expreso a cada uno de ellos del mantenimiento de su identidad y está abierto a la incorporación de otras organizaciones políticas y de los ciudadanos que comparten su misma concepción.

Tiene su perfil propio apoyado en la singularidad de sus formas de funcionamiento, al convivir desde el comienzo con una estructura de coalición de sectores políticos con el movimiento en los comités de base. Coalición y movimiento, su combinación inédita, son las señas de identidad que distinguen a la fuerza política afirmada en el ideario artiguista. Ambas formas se articulan en los organismos intermedios en los que participan coordinadoras y departamentales.

Seregni, su presidente histórico, afirmó que “desde que el Frente Amplio nació se hicieron notorias sus características distintivas fundamentales: coalición de fuerzas políticas organizadas y encuentro, unidad, solidaridad en sus comités de base, que surgieron como comités de apoyo antes de la creación formal del Frente Amplio y después se transformaron en comités de base”. En síntesis, dos elementos confluyentes: sectores políticos y comités de base. A partir del Acuerdo Político del 9 de febrero de 1972, sus organizaciones políticas se comprometieron a “acordar normas que aseguren la participación efectiva de los comités de base en la dirección política del Frente Amplio a nivel nacional, departamental y local”. Con el retorno a la democracia, poco antes del primer congreso realizado en diciembre de 1987, las bases frenteamplistas empezaron a participar con voz y voto en los órganos de dirección de acuerdo al compromiso político.

Fuerza pacífica y pacificadora

El 26 de marzo de 1971, en la explanada municipal de Montevideo, con la consigna “La patria nos llama, orientales al Frente”, el FA realizó su primer acto de masas, convocatoria que reunió una multitud sin precedentes hasta ese momento en un acto político. “Un plebiscito en la alegría como el de Líber Arce fue un plebiscito en el dolor”, fue la certera definición del profesor Juan José Crottogini en su intervención ante el pueblo frenteamplista. Con una firme invocación al jefe de los orientales, Seregni cerraba su discurso esa noche: “Padre Artigas: aquí está otra vez tu pueblo; te invoca con emoción y con devoción y bajo tu primera bandera, rodeando tu estatua, te dice otra vez, como en la Patria Vieja, ¡guíanos, Padre Artigas!”.

El Frente Amplio es un hecho político único en el mundo, estudiado y analizado por académicos, docentes, politólogos, historiadores e investigadores en ciencia política.

En un pasaje de su oratoria, Seregni afirmó: “El Frente Amplio es la única fuerza que puede asegurar la pacificación que todos ansiamos. Es el último, el definitivo intento del Uruguay para buscar salidas legales, democráticas, pacíficas. Somos una afirmación pacífica. Pero no nos dejaremos trampear nuestro destino. No queremos la violencia, pero no tenemos miedo a la violencia”. El 29 de abril de 1972, en un acto llevado a cabo al pie del Monumento al Gaucho, Seregni reclamó un “alto el fuego entre los orientales” y ratificó la posición frenteamplista para la coyuntura de violencia que vivía el país, concretada en la consigna “Pacificación para los cambios y cambios para la paz”.

En su documento “Definiciones políticas” del 12 de julio siguiente, el FA amplió su concepto de la pacificación: “La paz es un objetivo en sí mismo, que se obtiene a través de una lucha permanente durante el proceso, tanto desde la oposición como desde el poder. La paz no se solicita, sino que se gana a través de la lucha de las masas, que se debe reflejar en todas y cada una de las acciones cotidianas. La paz se logra, en definitiva, cuando se alcanza una organización social basada en los intereses solidarios de sus integrantes y con capacidad para autodeterminarse”.

Como corolario, la “Ratificación del compromiso” establecía que “los militantes, grupos y partidos políticos integrantes del Frente Amplio están obligados, de acuerdo a lo dispuesto en sus Documentos Constitutivos y en el Acuerdo Político, a seguir estos lineamientos de acción política en sus distintos niveles de actuación y a no sostener otras líneas ni el empleo de otros métodos de lucha que los establecidos en el presente documento, que ratifica y desarrolla para la actual coyuntura los aprobados en aquellos documentos, hasta tanto el Plenario Nacional no adopte otra resolución”.

Democracia: el Frente Amplio siempre a la vanguardia

“La palabra ‘democracia’ tiene misteriosos atractivos. Sola o con calificativos, su uso ha sido harto frecuente en el lenguaje político y jurídico”, escribió el prestigioso constitucionalista Aníbal Luis Barbagelata. En una entrevista con el periodista César di Candia, el general golpista Hugo Medina respondió que “ante un eventual triunfo electoral del Frente Amplio en 1971, no se le entregaba el poder”. Las Fuerzas Armadas y “sus rinocerontes” estaban preparados en 1971 para dar el golpe de Estado. Y el motivo no era la guerrilla. Era destruir al FA, a la Comisión Nacional de Trabajadores, a la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, a las organizaciones sociales, intervenir la Universidad...

La dictadura se propuso eliminar al FA, pero no consiguió su objetivo a pesar de la violencia sistematizada de su terrorismo de Estado. En perseguidos, destituidos, presos, torturados, asesinados, desaparecidos y exiliados, su tributo fue el más alto y se tradujo en pérdida de cuadros dirigentes y valiosos militantes. Asimismo, unos 350 militares opositores al golpe –incluidos más de 60 oficiales e integrantes del personal subalterno de las Fuerzas Armadas– fueron condenados con pérdida de grado, prisión y tortura por motivos políticos. Su abrumadora mayoría, también frenteamplistas, incluidos los generales Seregni y Víctor Licandro. En 1977, un tribunal militar degradó al general Arturo Baliñas, fundador del FA, a situación de reforma. Ese mismo año, su hijo, Óscar Baliñas, fue detenido y aún hoy sigue siendo uno de los desaparecidos en dictadura.

En contrapartida, civiles y militares del Partido Nacional y del Partido Colorado fueron activos protagonistas de la dictadura. Cientos y miles ocuparon los más altos cargos usurpados al Estado de derecho. Tal como registra la historia y como debía ser ética y moralmente, ningún frenteamplista ocupó un solo cargo en la dictadura. Con la excepción del entrañable Héctor Gutiérrez Ruiz y de María Cecilia Fontana, no hubo muertos en tortura ni asesinados de los partidos tradicionales durante el largo período de la represión dictatorial. Tampoco puede sorprender que no haya blancos ni colorados detenidos desaparecidos. En ambos casos, casi la totalidad son frenteamplistas, cuyos legisladores fueron los únicos que se opusieron al estado de guerra interno y la Ley de Seguridad del Estado y Orden Público, votada en forma unánime por los legisladores del Partido Colorado y el Partido Nacional, que le otorgaron un cheque en blanco a sus correligionarios civiles y militares golpistas.

“Ser o no ser, esa es la cuestión”

En una iniciativa de política menor, la Comisión Permanente promovió en enero un llamado a sala para tratar, una vez más, la situación en Venezuela. Causa indignación la hipocresía de los parlamentarios de la Coalición Republicana que fungen preocupados por la situación del hermano país bolivariano y su insensibilidad para resolver o, al menos atenuar, los graves problemas que vive nuestra sociedad.

Sin embargo, guardan un silencio estruendoso ante el genocidio del pueblo palestino por parte del gobierno sionista del primer ministro de Israel. Tal vez, angustiados por Venezuela, no hayan tenido tiempo, aún en receso, de referirse a las órdenes de arresto que la Corte Penal Internacional emitió contra Benjamin Netanyahu por “crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio en territorios de los Estados” que han suscrito el Tratado de Roma. En sintonía, la cancillería uruguaya, en jaque por hechos escandalosos durante este gobierno, se abstuvo ante la resolución de la ONU que el 18 de setiembre exigió a Israel poner fin a su presencia ilegal en Palestina. Previamente, en octubre y diciembre de 2023, Uruguay se abstuvo de votar un “alto al fuego y tregua humanitaria en Gaza”. Tardíamente, el 11 de diciembre pasado votó por primera vez a favor de la propuesta del cese el fuego inmediato e incondicional en Gaza.

Uruguay inicia una nueva etapa de esperanzado y razonable optimismo con el regreso del FA al gobierno. La tarea es histórica, trascendente, porque lo que hay que construir es el futuro de un país que en estos últimos cinco años ha retrocedido a pasos de gigante en varias áreas de la vida nacional, con una administración de naturaleza neoliberal, insolidaria, de entrega de soberanía a escala mayor y con escabrosos actos de corrupción.

Hoy, 5 de febrero, el FA está cumpliendo sus 54 años. Honor y reconocimiento a sus fundadores y a todos quienes dieron lo mejor de sí, en muchos casos hasta su propia vida, con sus ideales como única arma ante la barbarie de las bayonetas militares que se volvieron contra su propio pueblo indefenso y la complicidad de la felonía de los civiles funcionales a una dictadura de corte fascista.

En la celebración por los 40 años del FA, en la antesala del Palacio Legislativo, el general Víctor Licandro hizo su última aparición en un acto público. Tras señalar que “los documentos fundacionales y el Compromiso Político constituyen verdaderos principios básicos del frenteamplismo, un pensamiento frenteamplista, un sentimiento frenteamplista y una conducta frenteamplista”, finalizó diciendo: “No dejemos arriar nuestras banderas, no dejemos de lado nuestros principios. Avancemos en la inspiración del ideario artiguista. Invocando al Padre Artigas, una vez más, para obtener los objetivos que nos impusimos desde el origen en beneficio de nuestro pueblo, digamos con fuerza: larga vida al Frente Amplio”.

Miguel Aguirre Bayley es periodista y escritor.