No Other Land, un documental palestino-israelí, recibió el Oscar a la mejor producción en su categoría, el domingo 2 de marzo, en Hollywood. Y despertó la ira del régimen sionista; se entiende, claro está, teniendo en cuenta la desinformación que pretende imponer y la distorsión de una realidad que ya no puede ocultarse. La producción conjunta tiene aún más fuerza cuando ambos “protagonistas” denuncian desde dos puntos de vista la intención explícita de exterminar al pueblo palestino para provocar la segunda Nakba (catástrofe): la perspectiva del israelí que defiende la causa humanitaria y el palestino que se rebela junto a su pueblo en Cisjordania.
No Other Land es la historia del despojo y la crueldad sin límites del régimen sionista, con testimonios desgarradores y la manifestación contundente de la resistencia con alegría y determinación. Para algunos es un documental sesgado, para la enorme mayoría se trata de la comprobación, una vez más, de la tragedia de un pueblo que vive oprimido desde hace décadas en aquella región del planeta.
Hace poco, nuestro canciller, Mario Lubetkin, sostenía que el gobierno uruguayo no podía ser neutral, y obviamente estamos de acuerdo con esta postura. Ahora bien, ¿qué significa en la actual coyuntura geopolítica? La neutralidad en este caso concreto supondría ser cómplice de las matanzas sin escrúpulos de Israel, que augura más y mayores sufrimientos. El régimen sionista de ultraderecha arrojó toneladas de bombas que arrasaron gran parte de Gaza y que va –de nuevo– por Cisjordania, con intención declarada de matar (literalmente) de hambre a los sobrevivientes del genocidio en curso.
No ser neutral, para un gobierno de izquierda, tal como lo ha expresado Gustavo Petro en Colombia o Lula da Silva en Brasil, exige una firme condena a las masacres y crímenes de guerra cometidos por el gobierno de Netanyahu, suspender toda cooperación mientras Israel no respete el derecho internacional y operar diplomáticamente para colaborar en la búsqueda de una solución al drama palestino y, obviamente, no la “solución final” que pretenden Estados Unidos y el régimen sionista.
No ser neutral supone no esconderse tras una absurda distinción y desacoplamiento entre la cooperación tecnológica o comercial y el mantenimiento de una política exterior que defienda los derechos humanos sin titubeos. Hasta hace poco el gobierno de derechas se alineaba por completo con Israel, no votando el pedido del cese al fuego en la Asamblea General de la ONU en varias ocasiones, solidarizándose con aquel gobierno toda vez que el lobby sionista se lo exigió.
No ser neutral exige que nuestro gobierno abogue por el fin del apartheid, de la colonización y del asesinato masivo de los palestinos y palestinas.
Ahora es tiempo de dar un giro significativo e inequívoco. Ya no se trata de no ser neutral, sino de abrazar la causa de un pueblo oprimido, sojuzgado, conculcado en sus derechos más básicos, masacrado con crueldad y alevosía, con intención de limpieza étnica.
No ser neutral exige que nuestro gobierno abogue por el fin del apartheid, de la colonización y del asesinato masivo de los palestinos y palestinas. No ser neutral implica asumir una política proactiva, que coopere para impulsar el cese definitivo de la agresión, que colabore en procesos de negociación que incluya una paz permanente y la convivencia pacífica sobre la base del reconocimiento de un Estado Palestino libre y soberano.
No ser neutral supone una actitud soberana y fiel a las mejores tradiciones de la política exterior uruguaya, esto es, no una equidistancia imposible de sostener, sino de firme e inexcusable compromiso por la paz justa que condene el asesinato en masa y la orgía de sangre desatada en Palestina.
No ser neutral exige la condena sin ambages del terrorismo de Estado de Israel. ¿O acaso se escudará nuestro gobierno en los rehenes cautivos? ¿O acaso se dirá que se trata de autodefensa? ¿O acaso se argumentará que debe condenarse el antisemitismo antes que todo? Ciertamente –no cabe duda–, los rehenes israelíes deben ser liberados tanto como los miles de presos palestinos que el régimen sionista retiene en sus cárceles. Y ciertamente que condenamos el antisemitismo, pero esto no inhibe la crítica al terrorismo de Estado de Netanyahu.
No ser neutral es, en suma, condenar el régimen criminal del sionismo de ultraderecha tanto como condenar el antisemitismo. Juntos, judíos y musulmanes, ateos y cristianos, alzan sus voces por millones urbi et orbe para repudiar el genocidio y gritan más fuerte que nunca: ¡Palestina libre!
Christian Adel Mirza es profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales.