Dice Pedro Bordaberry: “Yo estoy con Israel, Israel representa la frontera contra la barbarie”. Linda manera de combatir la barbarie: masacrando familias enteras, hospitales, universidades, escuelas; acorralando entre los bombardeos, el hambre, la falta de agua y la destrucción a millones de personas. Buen ejemplo civilizatorio: crear un Estado para unos donde los otros son de segunda, juzgados con otras reglas, sus casas demolidas porque sí o porque uno de sus miembros mostró algún signo de rebeldía. Ni las dictaduras latinoamericanas demolían las casas de los presos políticos.
¿Qué está queriendo decir con la frontera contra la barbarie? La palabra bárbaro viene del griego, lengua en la que se refería al extranjero, al que no hablaba el idioma conocido. Algo parecido pasa con el nombre de los bereberes: son como onomatopeyas del parloteo incongruente. El bárbaro es el otro, el que no habla sino que “emite sonidos guturales”, como nos decían en la escuela de los antiguos habitantes de estas tierras.
¿Qué se opone a la barbarie? La civilización, claro... y, sin dudarlo, la civilización occidental y cristiana. A la que ahora se une el mundo judío. Aunque los judíos fueron perseguidos y discriminados hasta hace pocas décadas en ese mundo civilizado, mientras vivían tranquilamente en los países musulmanes. La civilización occidental y cristiana que protagonizó en el siglo pasado (no hace tanto, caramba) dos guerras en las que murieron millones de personas. La civilización occidental y cristiana que arrasó colonialmente a muchos países africanos y que antes había esclavizado a millones de personas de piel oscura y exterminado o subyugado a las poblaciones nativas de América. La que quemaba herejes y “brujas” por cuestionar la “verdadera fe”. La misma civilización que, hasta hace pocas décadas, en Estados Unidos y en Sudáfrica consideraba que los negros no eran de la misma categoría que los blancos. Esa misma civilización que se sentía con derecho a explotar y gobernar a chinos e indios (de India) o que ocupó Vietnam quemando aldeas enteras con la gente adentro. Y ya basta con los ejemplos. ¿Estamos de vuelta en las cruzadas o en la conquista, llevando la civilización y la “verdadera fe” a los salvajes?
Dentro de unos años, nuestros nietos se avergonzarán del triste papel de Occidente en este genocidio. Señor Bordaberry, yo estoy con los palestinos y contra la “barbarie”, en el sentido que usted le da a esta palabra.
Bordaberry dice también, criticando la resolución de la Universidad de la República (Udelar), que por qué no hablan de “las mujeres que son violadas en muchos países musulmanes, [...] de cómo lapidan homosexuales por ser homosexuales”. Seguramente, si los gazatíes desaparecen bajo los escombros, las mujeres van a dejar de ser violadas y los homosexuales de ser lapidados. En Occidente no se violan mujeres ni se discrimina a los homosexuales, claro... Las bombas estadounidenses gestionadas por el gobierno israelí dispersan una vacuna contra esos males.
Yo, que soy ateo, no voy a defender al islam y sus reglas, pero los prejuicios que transpiran las palabras del colorado senador son inmensos y están a tono con la calificación de los palestinos como “monstruos” y “no personas” de los apologistas sionistas. El lema sionista de “una tierra sin gente para un pueblo sin tierra” confirma y explicita el afán discriminatorio por la población palestina. Pero seguramente estos prejuicios no se aplican a los musulmanes occidentalizados y ricos de Qatar, Emiratos Árabes y Arabia Saudita. Ellos sí son admirables y progresistas y no hay razón para bombardearlos. No importa que no tengan democracia y que esclavicen a los inmigrantes para construir estadios.
Si somos un país “civilizado”, no quiero que en mi nombre se combata la “barbarie” de esa manera. Dentro de unos años, nuestros nietos se avergonzarán del triste papel de Occidente en este genocidio. Señor Bordaberry, yo estoy con los palestinos y contra la “barbarie”, en el sentido que usted le da a esta palabra.
Rafael Katzenstein es licenciado en Antropología Social y es profesor de Literatura jubilado.