Para publicar una columna de opinión los periodistas independientes tenemos que pagar a la Caja Profesional. Así que esta columna es una especie de lujo que me doy para hablar de las condiciones de trabajo de los periodistas freelance, un oficio valioso pero cada vez más complicado de ejercer.

Soy licenciada en Comunicación y, como muchos periodistas, trabajo de manera independiente. Me recibí después de que los licenciados en Comunicación entraran a la Caja Profesional. Por lo tanto, pagar es obligatorio.

Esta caja no funciona igual que los aportes al Banco de Previsión Social (BPS), que son proporcionales al salario: se paga un monto en base a una estimación de los supuestos ingresos de un profesional independiente. Que el aporte no sea proporcional termina siendo injusto, ya que un periodista nunca va a cobrar lo mismo que un cirujano, por ejemplo, o un odontólogo particular.

Que el aporte no sea proporcional termina siendo injusto, ya que un periodista nunca va a cobrar lo mismo que un cirujano, por ejemplo, o un odontólogo particular.

Es como un corralito, vas subiendo de categoría y va subiendo tu aporte; y cada tres años podés decidir si te quedás en tu categoría, subís o bajás. En mi caso, con mucho esfuerzo, procuré llegar a la categoría 3, para, se suponía, obtener una mejor jubilación. Hoy la cuota mensual en esa categoría es de 17.282 pesos.

Y esto no es todo. La caja además rastrea a los profesionales.

En 2016 yo era trabajadora dependiente en una radio uruguaya, daba clases en una universidad y además publicaba freelance en dos revistas. No había realizado los aportes por esas publicaciones en revistas, que muchas veces cobraba con un canje, y me llegó una carta a mi casa para que me presentara en la caja.

Cuando llegué, una persona me mostró una carpeta con mi nombre y todo lo que había encontrado online: notas, mi currículum en mis redes sociales, libros en los que había participado, una columna de opinión que había publicado gratis. Me dijeron que todas esas publicaciones eran parte de “un ejercicio independiente de la profesión”, que promocionaban mi profesión y que debía pagar la cuota que correspondía a los meses en que publiqué, multiplicado por tres –porque sólo tomaban períodos de tres meses–, más las multas y los gastos de administración.

Tuve que presentarme con el abogado de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU), apelar, explicar que, por ejemplo, no había cobrado nada por la columna de opinión, y que tener que pagar por una columna de opinión atentaba contra un derecho clave: la libertad de expresión. Además, retuvieron mi salario en la facultad.

Logramos que redujeran la cantidad que pedían, pero de todas formas tuve que pagar un monto alto y contado, porque si lo hacía en cuotas, me seguían sumando multas. Recién después de pagar en la caja pude cobrar por las clases.

En ese momento me recomendaron que siguiera pagando la cuota porque me iban “a seguir mirando”. Tomé la decisión de seguir pagando todos los meses, porque si no lo hacía, no iba a poder realizar ningún proyecto independiente, ni publicar freelance, ni promocionar mi carrera. Ni opinar.

No fui la única, varios colegas sufrieron un proceso similar, y la situación no ha cambiado desde entonces.

A diferencia de otros trabajos, los periodistas no necesitamos el título para ejercer; por lo tanto, los que no tienen el título pueden publicar su trabajo sin aportar a la Caja Profesional. Conozco varios periodistas que resolvieron no dar los últimos exámenes de la carrera para evitar aportar. Esto es complejo, porque desestimula la formación de los periodistas y es en definitiva un daño para el periodismo.

A esto se suma otro elemento. Sin aportar a la caja, tampoco permiten que en tus redes sociales anuncies que estás buscando trabajo, porque también lo consideran promoción de la profesión independiente. O sea, un periodista sin trabajo tiene que pagar para decir que está buscando trabajo.

Todo esto ocurre en medio de una grave crisis de la Caja Profesional, que reconoce que no tiene fondos para pagar jubilaciones a partir de julio de 2025. Así estamos, aportando obligados, y con la sensación, por no decir la certeza, de dejar el dinero en un agujero negro.