No concibo escribir sin escribir desde una mirada subjetiva: la reapertura de los Espacios MEC (Centros MEC) me retrotrae a un momento muy especial de mi vida. Trabajé cinco años allí, y haber podido ingresar como docente a estos centros me hizo volver a creer en mí como docente y sobre todo como persona. Hasta hace pocos días, muchas personas me preguntaban por la reapertura.
En un momento en el que la vida comunitaria y la participación ciudadana parecen haberse replegado ante la vorágine digital y la fragmentación social, la reapertura de los Espacios MEC en Uruguay representa una bocanada de aire fresco. No se trata solamente de volver a encender las luces de centros culturales o bibliotecas; se trata de reactivar nodos fundamentales de acceso a la cultura, la educación y la inclusión en todo el país.
Desde su creación, los Espacios del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) han sido mucho más que lugares físicos. Han funcionado como plataformas de democratización del conocimiento y la cultura, especialmente en localidades del interior donde el acceso a propuestas educativas, tecnológicas y artísticas muchas veces es limitado. Por eso, su reapertura no debe ser vista como una simple decisión administrativa, sino como una política pública con profundo contenido social.
Durante años, estos espacios han ofrecido talleres, cursos, acceso gratuito a internet, exposiciones y cine. Han albergado desde encuentros literarios hasta jornadas de alfabetización digital para adultos mayores. En muchos casos, han sido la primera puerta de entrada a las herramientas digitales para estudiantes, emprendedores o jubilados. Cerrarlos, como ocurrió en etapas anteriores, significó un retroceso simbólico y práctico. Reabrirlos ahora es, entonces, un acto de reparación.
No podemos subestimar el impacto que tienen estos espacios en el entramado comunitario. En tiempos de creciente polarización y desigualdad, el acceso a la cultura y la educación debe ser una prioridad. Y el Estado tiene la responsabilidad de garantizar ese acceso en igualdad de condiciones, más allá del código postal.
Claro está, reabrir no es suficiente. Es imprescindible que esta reapertura venga acompañada de un compromiso serio en cuanto a contenidos, financiamiento y participación local. Los Espacios MEC deben volver a ser centros vivos, no estructuras vacías. Para eso se requiere diálogo con las comunidades, articulación con actores sociales y culturales, y una planificación estratégica que los potencie como verdaderos motores de ciudadanía activa.
En un momento en que la vida comunitaria y la participación ciudadana parecen haberse replegado ante la vorágine digital y la fragmentación social, la reapertura de los Espacios MEC en Uruguay representa una bocanada de aire fresco.
Uruguay tiene una tradición valiosa en políticas culturales descentralizadas. Reimpulsar los Espacios MEC es una forma de honrar esa tradición y adaptarla a los desafíos del presente. En un país que se precia de su capital humano y su cultura democrática, fortalecer estos espacios es apostar al futuro con sentido de equidad.
La reapertura de los Espacios MEC no es una noticia menor. Es una señal de que aún se cree —y se invierte— en la cultura como derecho y no como privilegio. Celebremos, entonces, no sólo la apertura de puertas, sino la posibilidad de volver a encontrarnos en torno al conocimiento, la creación y el diálogo.
Cabe recordar que los Espacios MEC fueron cerrados en 2020 de forma abrupta y sin previo aviso. Aunque en su momento se atribuyó la decisión a la emergencia sanitaria provocada por la pandemia de covid, lo cierto es que su clausura respondió más bien a un cambio de prioridades del gobierno entrante. Lejos de tratarse de una medida temporal por razones sanitarias, los espacios permanecieron inactivos durante años, dejando a decenas de comunidades sin acceso a servicios fundamentales de educación, cultura y tecnología. La pandemia fue la excusa, pero el cierre fue político.
La reapertura de los Espacios MEC también nos interpela como sociedad: ¿valoramos lo suficiente el acceso equitativo a la cultura y al conocimiento? ¿Estamos dispuestos a defender estos espacios como bienes comunes, más allá de los vaivenes políticos? ¿Cómo podemos involucrarnos activamente para que estos centros sigan creciendo, integrando las realidades locales y respondiendo a las nuevas demandas ciudadanas? En tiempos en que tanto se habla de descentralización, inclusión y participación, estas preguntas merecen respuestas colectivas.
Evelyn Marchicio es maestra de educación primaria.