Es sabido ya, apenas a días del lanzamiento formal del diálogo de protección y seguridad social convocado por el gobierno, que cuatro partidos políticos con representación parlamentaria y que integran actualmente la oposición, se bajaron. Aun cuando en su mayoría ya habían designado los delegados para sumarse al proceso.

En un momento del país en el que se requiere alta política, madurez y responsabilidad para afrontar temas críticos, el Partido Colorado, el Partido Nacional, los independientes y los soberanos, desde sus cúpulas definieron que la agenda de temas estratégicos que integran la estructura del diálogo no son prioridad. Por lo tanto, deciden hacer política de zócalo.

Habrá que ver cómo evolucionan los acontecimientos, porque los partidos históricos vuelven a subestimar algunos aspectos clave. El primero es que sus cúpulas recientemente instaladas no son pastores que arrean ovejas. Eso ya ha quedado claro, por ejemplo, con los duros cuestionamientos que recibió Andrés Ojeda desde varios referentes colorados del interior antes de la elección departamental. Ni hablar si analizamos la debilidad del recientemente elegido presidente del directorio nacionalista, Álvaro Delgado, quien ya en el pasado (siendo secretario de Presidencia), ha intentado sin éxito mandatar desde el centro hacia la periferia a su dirigencia partidaria.

En ese sentido, la presencia del intendente sanducero, Nicolás Olivera, en el evento de lanzamiento que su propia colectividad quiso deslegitimar marca más que un hecho aislado. Y para reforzar todo eso, basta con repasar la inmensa mayoría de los mensajes iniciales de los intendentes nacionalistas hace pocos días. Todos ven absolutamente imprescindible el diálogo y la articulación con el Poder Ejecutivo. Así que difícilmente es esperable que el mandato desde el Honorable Directorio cambie esas perspectivas de tender los puentes que hoy expresan de manera contundente sus 13 intendentes y la intendenta de San José.

El segundo elemento clave y que conecta con el anterior es la impronta del propio gobierno, pero en particular la del presidente Yamandú Orsi, que marcó como reacción a la sorpresiva jugada opositora. Lejos del enojo o del encono, la respuesta al cascotazo fue: construyamos más y mejor diálogo. A esta altura no se puede cuestionar el perfil dialoguista y negociador de Orsi. Lo hizo durante años en Canelones. Cada vez que las cúpulas opositoras quisieron boicotearle recursos para avanzar en proyectos departamentales, dialogó y articuló hasta el cansancio con cada alcalde, concejal y edil de la oposición. Y fue así que construyó las mayorías necesarias para gobernar en el departamento y avanzar en obras, planes y servicios.

El presidente Orsi reaccionó convocando a “dialogar, dialogar y dialogar” y además ya se ha mostrado dispuesto a conformar los ámbitos adicionales que los partidos hoy disgustados están planteando.

Los partidos históricos vuelven a subestimar algunos aspectos claves. El primero es que sus cúpulas recientemente instaladas no son pastores que arrean ovejas.

Dicho lo anterior, cabe señalar que comparar “papas con boniatos” no parece ser razón para desacreditar el Diálogo Social. Pero ese fue el argumento más reiterado por los partidos que expresaron que no se sienten cómodos ni reconocidos por el mero hecho de tener los mismos representantes que otros colectivos sociales, sindicales o institucionales. Es bastante paradójico ese señalamiento cuando desde el inicio del proceso se ha reiterado que luego de culminado el diálogo precisamente habrá tratamiento parlamentario de los acuerdos y planteos que surjan del propio intercambio. Y allí, vaya si están representados estos partidos que reclaman mayor reconocimiento. Son quienes aprobarán o modificarán los planteos en el ámbito legislativo. ¿Es entonces una cuestión de cantidad de sillas? La estructura inicial y la metodología propuesta para el Diálogo Social tampoco lo agota, y el propio gobierno se está cansando de decirlo en esta convocatoria.

Por último, tan mal rumbeado no estará el proceso si ha despertado reacciones insólitas desde algunos medios y editoriales que han salido a descalificar a actores de la comunidad y de la sociedad civil. Por ejemplo, se ha llamado “cosa” a la Plataforma de Infancias y Adolescencias y se ha desacreditado a la Red Procuidados, que registra más de una década de trabajo en la comunidad. Ambos colectivos se han desempeñado en un rol permanente de monitoreo y vigilancia de derechos. Ambos colectivos han apoyado y criticado todos los gobiernos de turno en función de las distintas medidas y acciones que han afectado a su población de referencia.

La Plataforma de Infancias y Adolescencias (que tengo el orgullo de integrar) es un colectivo social sin fines de lucro que se creó en 2019, que nuclea a más de 50 entidades de primer, segundo y tercer nivel. La plataforma ha generado en forma sostenida acciones de incidencia y visibilización para que precisamente el sistema político en su conjunto atienda la insostenible situación social que hace que Uruguay hoy tenga a uno de cada tres niños viviendo en la más absoluta pobreza y vulnerabilidad.

Probablemente si alguno de esos medios o editorialistas escribieran más a menudo sobre la necesidad de dar respuesta a la emergencia de miles de nuestros niños, niñas y adolescentes, generarían aportes más constructivos a una situación que pone en juego la sostenibilidad social de Uruguay.

Un último apunte y dos preguntas que quedan en el aire. La “cosa” llamada Plataforma de Infancias y Adolescencias convocó durante todo 2024 a todos los partidos políticos a generar aportes a una agenda de infancias que está documentada. Curiosamente, a esos ámbitos sí concurrieron mayoritariamente las colectividades que ahora hacen el vacío a la convocatoria gubernamental. ¿Sería que no les “ofendía” discutir horizontalmente con la sociedad civil en ese momento? O tristemente, ¿habría que pensar que el año pasado estos ámbitos y temáticas sólo servían para sacarse la foto y juntar los votos?

Martín Pardo es politólogo, magíster en desarrollo local y regional, doctorando en estudios territoriales.