La amenaza de inhabilitación vitalicia que pende sobre el basquetbolista Nicolás Barrera por haber fumado porro cayó de sorpresa. Sin embargo, el decreto que ordena el destierro de las canchas de un deportista reincidente en el uso de sustancias prohibidas data de 2005, cuando el gobierno de Tabaré Vázquez llevaba apenas seis meses. Muchas voces se alzan hoy para cuestionar la sanción por excesiva. Pero en estos cuatro años y medio reinó el silencio al respecto, a tal punto que Uruguay propuso en 2007 al Congreso Internacional Antidopaje incluir el alcohol entre las denominadas “drogas de abuso”, como la marihuana y la cocaína.

Cualquiera que haya jugado al básquetbol después de fumar chala sabe que es una receta casi infalible para perder. No debía ignorarlo el Quilla Barrera, de 32 años de edad y 12 como profesional, tres veces campeón de primera división y dos veces vicecampeón con el club Welcome, quien vistió hasta hace pocos días la camiseta de Unión Atlética. En 2003 le habían detectado trazas de cocaína en la orina. Lo suspendieron seis meses.

Ninguna de esas dos drogas mejora el rendimiento físico. Nicolás Barrera no se inyectó ni tomó esteroides, efedrina, anabólicos, hormonas o diuréticos ni se sometió a transfusiones de sangre para obtener una ventaja ilegítima sobre sus rivales. Hizo lo mismo que hacen todos los días miles de uruguayos: fumó cáñamo para pasarla bien. Conocía los riesgos. Apostó y perdió. Aunque se salve del castigo, ya tiene tatuado el letrero de “falopero” en la frente.

Las autoridades intentan ahora eludir el cumplimiento del decreto mediante la interpretación de nuevas reglas de la Comisión Internacional Antidopaje aún no reglamentadas en este país. El gobierno había atenuado en 2008 la condena prevista para los “primarios”, de dos años a nueve meses. Pero siguió en pie, sin críticas, la proscripción permanente de los reincidentes. Hasta ahora: el director nacional de Deportes, Fernando Cáceres, le dijo al portal 180 que “suspender de por vida no es lo más adecuado”, pues desalienta la abstinencia y dificulta la misión de “reinsertar” al atleta. También declaró a El Espectador que Barrera tendrá que “colaborar” y comprometerse “en un proceso”, y que apartarlo de los torneos favorecería “la reiteración de la práctica de sustancias prohibidas”.

De esas palabras se deduce que el Estado puede llegar a tratar a un adulto que se fumó un caño, lo cual no constituye delito ni falta, como si fuera un enfermo al que es preciso asistir incluso contra su voluntad. Y aunque se hubiera fumado veinte, es un abuso de autoridad. El gobierno les exige a los miles de deportistas profesionales uruguayos mostrarse como modelos de un estilo de vida quimérico, y con ese fin divulga la identidad de los descarriados (contradiciendo la política oficial de “no estigmatizar” aplicada al resto de la población) y les reclama actos públicos de contrición. Algo tan inútil como la “guerra contra las drogas”: los hinchas son refractarios a esa prédica. ¿La capacidad olfativa del ministro y el director de Deportes está tan disminuida que no aprecian el olorcito a pasto quemado en la tribuna? ¿Tampoco escuchan los cánticos de la hinchada? ¿Necesitan un glosario para entenderlos?

Éste es otro ejemplo de uno de los rasgos más opacos del gobierno que concluirá el 1° de marzo: su concepción del cuerpo de los ciudadanos como propiedad social, cuyo goce requiere tutela estatal. Al principio, la prohibición de encender tabaco en espacios cerrados tenía el objetivo de garantizar el derecho de los no fumadores a respirar un aire un poco más limpio pero luego se dispusieron otras medidas con la única intención de fastidiar a quienes pretendían degustar un cigarrillo sin molestar a nadie más que a sí mismos. El Poder Ejecutivo presentó más tarde, sin éxito, un proyecto de Ley Nacional de Prevención del Consumo Abusivo de Alcohol, Regularización de la Oferta, Promoción, Venta y Expendio de Bebidas Alcohólicas que habría admitido interpretaciones talibanescas. El veto de Vázquez a la despenalización del aborto fue la perla más deforme del collar.

Hace dos años, el presidente electo José Mujica sugería “agarrar del forro” al “muchacho que se pichicatea” y “meterlo en una colonia” para “sacarle el vicio a prepo”. Ahora te dice la otra: le pidió ayuda al futbolista argentino Diego Maradona, quien, como Mark Twain con el tabaco, debe creer que dejar la cocaína es fácil porque lo hizo unas cuantas veces, con un presupuesto tal vez superior al del Portal Amarillo.

El uso problemático de drogas aqueja a algunos miles de uruguayos. En cambio, para otros muchísimos miles más, los fumetas ocasionales entre los que figura Nicolás Barrera, el gran problema es la hipocresía de la ley, el miedo al castigo que les impide disfrutar a pleno un simple faso.