Del pago
En el remate había muchos sabaleros. Juan Lacaze vivió en 1993 una situación parecida a la de la ex Sudamtex. El 1o de marzo de ese año cerró Campomar y Soulas, que dejó en la calle a 1.040 trabajadores, y se convirtió en otro símbolo de la imparable caída del sector textil (ver la diaria del 21/10/2010, página 12). Los trabajadores que aceptaron cobrar parte de sus créditos con frazadas corrieron mejor suerte que otros, quienes todavía reclaman por deudas impagas. En sus mejores épocas, Campomar y Soulas llegó a tener 2.200 operarios, entre ellos, José Carbajal El Sabalero, que trabajó unos años en el lavadero de lanas. “La textil condiciona la vida de todos los que viven en Juan Lacaze. La casa nuestra estaba exactamente frente a la fábrica y mi viejo trabajaba allí. Mis hermanos y yo hicimos lo mismo, porque casi no había escapatoria. Durante años no hice otra cosa que escuchar el ruido de la fábrica”, le dijo El Sabalero al periodista César di Candia, en una entrevista realizada en 1987.
Con la subasta de 21.11 lotes de esta semana, los ex funcionarios terminarán de cobrar sus créditos laborales y en los próximos tres meses los compradores deberán retirar toda la maquinaria. Ahora quedan algunas dudas -el predio podría convertirse en una extensión del shopping de Colonia o en un parque automotor- y la certeza de que en estos viejos galpones ya no habrá ruido a motores ni telares produciendo.
“Me vine hoy porque cuando empiecen a arrancar las máquinas no aguanto. Me mataría ver algo así. Hay gente que ni siquiera quiso venir y se quedó en la casa sufriendo, porque prefiere quedarse con los recuerdos. Parecía que nunca iba a llegar el momento pero llegó”, se lamentó Óscar, quien trabajó durante 30 años en la fábrica. Él y otros ex compañeros recorren la planta, como quien se lleva un recuerdo, junto al grupo más nutrido de interesados en la subasta, entre ellos, empresarios textiles uruguayos y argentinos, chatarreros y otros profesionales de los remates.
Los viejos funcionarios textiles hacen anécdotas, recuerdan cómo se organizaban los turnos y se entusiasman cuando hablan del proceso de elaboración de las telas. “Ésta es la sección preparación, acá se hacía el hilado de los conos y de acá salía para los telares. A veces hasta nos dormíamos acá, y te despertabas cuando te estabas quemando con la máquina”, explicaba uno de ellos. Comentan que un sueldo de Sudamtex permitía vivir con comodidades. Casa propia, auto y vacaciones en Piriápolis. Lo dicen al lado de un viejo armario, que luego se remataría, con vestigios, en ese caso de pasión futbolera. Las figuritas pegadas en su interior hablan por sí solas: el holandés Piet Keizer de la “naranja mecánica” que deslumbró al planeta en 1974; los italianos Fulvio Collovati y Claudio Gentile, campeones con la azzurra en España 1982, y el infaltable Diego Maradona, en su modelo Italia 1990.
El sonido de fondo a lo largo de todo el recorrido por los galpones es monótono. “Todo el lote por diez mil pesos. Se los lleva por 12 mil. 13, 13. Catorce el señor. Quince por allá. Se lo lleva, se lo llevó”, gritaba el rematador. Después ofreció una conera de 1946 con un precio base de 5.000 pesos. “Vamos arriba, muchachos, que hasta como chatarra vale más”, quiso bromear.
Los chatarreros parecían extasiados, como pescadores que encuentran su cardumen. Conversaban en grupos, sacaban cuentas y proyectaban negocios, que a esa altura se median en kilos. En los pasillos de la vieja Sudamtex se comentaba que los intercambios continúan de noche, en boliches colonienses, con los lotes ya convertidos en papeles de cambio. Primera refutación: las pujas de los remates no terminan con la bajada de martillo. “Se están llevando cosas por chirolas y da bronca porque son máquinas que podrían dar trabajo”, se queja uno de los ex obreros.
Largo zurcido
El último día de remate también sirvió para hacer memoria. La piedra fundamental de Sudamtex (acrónimo de Sudamérica Textiles) se colocó en mayo de 1946 y la planta empezó a producir en 1949, después de una inversión de capitales estadounidenses. Estuvo cerrada seis meses durante la crisis de la tablita de 1982, y siete años después, en 1989, la compraron empresarios ingleses, que la gerenciaron hasta la crisis de 2001, cuando todavía tenía 550 operarios. Hasta esa fecha llegó la historia de Sudamtex -que en períodos de bonanza empleó a 1.900 colonienses-, y empieza la de Dancotex. La reapertura de la empresa bajo la titularidad de Daniel Soloducho fue en junio de 2004. “Pasamos de lo mejor de la historia de Colonia a su peor pesadilla. El mayor responsable de todo este derrumbe es Soloducho, que hoy está tranquilo en Israel”, sintetiza Marcos Terille, presidente del sindicato de Dancotex.
La crisis comenzó porque Soluducho, según el sindicalista, quiso reproducir las políticas laborales aplicadas durante años en su fábrica en Montevideo. “En los gobiernos de derecha tenía todo el viento a su favor, tenía a José Villar en el Ministerio de Industria, a Milka Barbato en el Banco República y hasta al presidente Jorge Batlle de su lado. A partir de 2005 quiso seguir con esa viña y se desencadenó todo el conflicto, porque las reglas de juego eran otras”, continuó Terille.
En diciembre de 2007 comenzaron los envíos al seguro de paro, incluyendo a la mayoría de los delegados sindicales, y pocos meses después se iniciaron los despidos en la planta de Montevideo. La producción de metros de tela previstas en Colonia para sanear la crisis no se alcanzaba -las viejas máquinas de Sudamtex nunca se renovaron- y el panorama se puso más oscuro. En marzo de 2008 se cortó la producción y unos meses después los trabajadores embargaron un subsidio que iba a recibir Soluducho para asegurarse los créditos laborales.
A partir de ese momento comenzó un largo período de custodia de los bienes. Guardias gremiales, ruptura en el sindicato y planes para conformar una empresa recuperada. A pesar de los contactos con Funsa y Envidrio, la idea no tomó fuerza y todo desembocó en una negociación con los nuevos dueños del inmueble (grupo Nogalin, propietario del shopping de Colonia), que finalmente cubrió en efectivo 75% de la deuda con los trabajadores. Del remate de esta semana, los ex operarios recibirán 6% de una parte del mobiliario, el resto de las ganancias será para saldar deudas con acreedores (incluyendo a Nogalín). Fin de la historia.