Sendic por cinco
“Yo le debo indirectamente la vida al Che. Cuando me detuvieron estaba gravemente herido y los militares discutieron si me mataban. La cosa se decidió cuando uno de ellos dijo que no quería otro Che en Uruguay” (revista Pueblos, Madrid, noviembre de 1987).
“Lo que se dio en esos años [por los 70] fue un intento, yo diría prematuro, de cambiar la sociedad. Ese intento no fue exitoso y entonces el fracaso trajo una especie de reflujo en materia revolucionaria, reflujo que se nota más en Argentina que en Uruguay, debido a que la represión fue tremenda y eso dejó sus huellas en la gente” (revista Crisis, Buenos Aires, abril de 1986).
“No tengo ninguna sensación de odio. Sólo pido justicia, porque la impunidad de los delitos cometidos bajo el régimen militar facilitan que se repitan. Hay que indignarse al pensar que los militares de la dictadura siguen vistiendo el uniforme, ascendiendo, cobrando buenos sueldos y enarbolando la bandera de la patria como si fueran dignos de ella” (revista Pueblos, Madrid, noviembre de 1987).
“[Para el MLN los principales enemigos son] los banqueros, los latifundistas, los grandes privilegiados en general, algunos políticos y algunos militares que los apoyan. Menos del uno por ciento de la población en total” (revista Proceso, México, marzo de 1985).
“En definitiva, estamos por la unidad, por la unidad sin exclusiones. Pero no reunirnos para transar, para contemporizar con el gobierno. Tampoco estamos para transar con el que transa. Como se ve, somos bastante imbancables, compañeros” (discurso en el estadio Franzini, en 1987).
En la presentación homenajearon a Carlos Flores, el primer tupamaro asesinado en un enfrentamiento, el 22 de diciembre de 1966. Hablaron el economista José Antonio Rocca y el cañero de Bella Unión Nicolás Colacho Estévez. Mandaron sus saludos por escrito Henry Engler y el socialista José Díaz, y cantó Daniel Viglietti.
Rocca se lamentó porque el concepto “Frente Grande” que promovía Sendic terminó siendo “muy manoseado”, y se empezó a confundir con “juntar por juntar”, lo cual generó contradicciones, como el ingreso de “los grandes estancieros”. Estévez, siempre huidizo a los grandes auditorios y a las reuniones en Montevideo, rememoró la figura de Sendic por los cañaverales del norte, reivindicó la lucha por la tierra de los sindicatos rurales y pidió un “nuevo esfuerzo” para alcanzar una “patria más solidaria”. Engler, en tanto, se refirió a la “pobreza ideológica” de la política uruguaya y el ex ministro del Interior, en una línea similar, habló de la necesidad de “reforzar los rumbos” para evitar que los sectores de la izquierda asuman posturas “descafeinadas”.
La figura de Sendic, claro está, fue el centro de la actividad. Uno de los pasajes del libro refleja lo que significa el tupamaro nacido en Chamangá para muchos ex integrantes del Movimiento de Liberación Nacional (MLN). “Todos nos sentíamos muy pequeños en relación al compañero que recién empezaba a faltarnos, y creo que todos compartimos esa sensación de impotencia y desamparo. La historia posterior demostraría que ninguno de nosotros tuvo uñas para tocar la guitarra que nos dejó Sendic”, escribió Zabalza.
En la presentación aparecieron otras referencias históricas, siempre para tender un puente con la situación política actual. En su intervención, Zabalza recordó las expectativas que generó el triunfo del Partido Nacional en 1958, sus festejos como quinceañero por las calles de Minas y los camiones que llegaron desde todo el interior del país para celebrar en el Parque de los Aliados “la derrota de los galerudos” del Partido Colorado. En aquellos comicios su padre, Pedro Zabalza, resultó electo diputado, senador, intendente y consejero de Estado.
Pero Zabalza, el hijo, comenzó lentamente a dudar de esa “apoteosis democrática” y terminó de desencantarse con la firma de la carta intención con el Fondo Monetario Internacional (FMI), en 1959. Por aquellos años, Sendic escribía columnas en el semanario El Sol, del Partido Socialista, en las que sostenía que el régimen democrático que imperaba en Uruguay “tenía una cara y una careta”, algo que para Zabalza, el padre, era propio de “ultraizquierdistas, infantiles, del café Sorocabana”. “Y yo que pensaba que nunca más nadie me iba a acusar de algo como lo que me decía mi padre”, rememoró Zabalza, durante esos reproches ya más cercano a las reflexiones del mayor referente del MLN.
Luego, el ex presidente de la Junta Departamental se refirió a la impunidad, los “secretos bien guardados” de los cuarteles y a quienes manejan información en “los pasillos del Parlamento y en los casinos de oficiales”, pero se la ocultan a la Justicia y la opinión pública. “Los militares más jóvenes se siguen educando en esa ley del silencio, que oculta los crímenes cometidos antes y durante la dictadura”, dijo Zabalza, que criticó al comandante en jefe del Ejército, Jorge Rosales, por su defensa del general Miguel Dalmao -procesado por el crimen de Nibia Sabalsagaray-, y a la “doble moral” de las tropas uruguayas en el Congo y Haití. “Estas Fuerzas Armadas están criando pichones de cóndor, que les arrancarán los ojos a los pájaros del mañana. No hay democracia posible si en los cuarteles persisten estos embriones de fascismo”, sentenció.
Medio siglo después de los festejos por las calles de Minas y del posterior desengaño con la democracia “de dos caras”, Zabalza sigue desconfiado con la “euforia democrática” que provocó la llegada del Frente Amplio al gobierno. “Tengo la sospecha de que es el mismo vino que antes, ya no compro espejitos de colores y me niego a ser mordido por las mismas culebras que me mordieron hace 50 años. Ya no tengo la excusa de ser un adolescente de 15 años”, remató.