Gustavo Malfatto, portavoz de las Sociedades Anestésico-Quirúrgicas (SAQ), salió al cruce de los comentarios del presidente José Mujica sobre la postergación de operaciones en Salud Pública porque los anestesistas “no concurren a trabajar” (ver nota adjunta). Mujica dijo que eso “seguramente” se debe a “una decisión gremial”, y Malfatto replicó que “lo difícil de entender para las autoridades y la población es que es un tema de oferta y demanda”, ya que las instituciones privadas pagan mucho más y cada uno es libre de trabajar “donde más le convenga”.

Son difíciles de entender, en efecto, estos problemas de oferta y demanda. Especialmente cuando se producen en mercados donde la oferta y la demanda no son libres.

El presidente señaló que la cuestión de fondo es la escasez de anestesistas, debido a la limitación de la cantidad de aspirantes que acepta cada año la Cátedra de Anestesiología, dependiente de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República.

El posgrado de Anestesiología se realiza en la modalidad de residencia, y para ingresar a él hay que ganar, mediante concurso, uno de los lugares anuales disponibles. El 4 de noviembre de este año, en una carta publicada por el semanario Búsqueda, el anestesiólogo Walter Ayala (que durante 16 años estuvo al frente de la cátedra) informó que el máximo de residentes fue inicialmente 12, que en 2008 aumentó a 20 y que este año se fijó en 30. El incremento, según indicó, responde a la existencia reciente de demanda insatisfecha, debido a la emigración de estos especialistas y al aumento de la cantidad de intervenciones que requieren su presencia.

Ayala señaló que hay 322 anestesiólogos en Uruguay. No es simple determinar si son demasiados, suficientes o escasos: lo claro es que, en condiciones de libre oferta y demanda, debería ser creciente la cantidad de aspirantes a ejercer una de las especialidades médicas mejor remuneradas, por más que, como dice el ex catedrático, el trabajo implique un “severo estrés, con posibilidad de graves complicaciones y demandas”. Si eso no ocurre, parece obvio que una poderosa razón es la existencia de un cupo, y el argumento de que esa limitación se debe a la baja disponibilidad de anestesiólogos docentes nos lleva a un círculo vicioso.

Con intención o sin ella, la regulación de la cantidad de anestesiólogos determina que los ingresos de cada uno se mantengan altos: si hubiera exceso de esos profesionales, por un tema de oferta y demanda, las remuneraciones tenderían a la baja. Mujica mencionó varias posibilidades de aumentar la disponibilidad de anestesiólogos: ninguna de esas opciones le agrada a las SAQ, pero Malfatto debería comprender que es un tema de oferta y demanda.

Por supuesto, es muy discutible que la prestación de servicios médicos cruciales se rija por las leyes del mercado. Pero hay algo que no admite discusión: es ilegítimo aplicar criterios de planificación centralizada para fijar el número de especialistas, y luego acogerse a los beneficios del libre mercado para que éstos se repartan la torta.