El socialista Daniel Martínez se negó a volver al Ministerio de Industria el 3 de diciembre, cuatro días después del triunfo electoral de José Mujica, porque su partido lo postuló a intendente de Montevideo. La comunista Ana Olivera aceptaba por esas mismas horas la cartera de Desarrollo Social. Ahora, no muchas semanas después, Martínez se quedó sin gabinete y sin intendencia. Olivera, en contraste, festejó en el Plenario Departamental del Frente Amplio su consagración como candidata única a jefa del gobierno capitalino.

El nombre de Olivera era manejado aun antes del Congreso Nacional que trató en diciembre de 2008 la candidatura presidencial frenteamplista. El Movimiento de Participación Popular (MPP) evaluó entonces proponerla a la Intendencia para asegurarle a Mujica el apoyo del Partido Comunista (PCU), según informó la periodista Analía Filosi en la revista estadounidense De Norte a Sur. Olivera dio crédito a esa versión, al declarar esta semana al programa de Televisión Nacional “La noticia y su contexto” que entre el MPP y el PCU “hubo una conversación hace 14 meses” que “quedó en la nada”.

Los tres aspirantes a intendente considerados por el Plenario Departamental contaban con credenciales para el puesto. Martínez, a quien sus simpatizantes atribuyen un carácter “renovador” y el favor del “pueblo frenteamplista”, dirigió ANCAP y el Ministerio de Industria. Si no hay dudas de que el Parlamento es una buena fábrica de presidentes (el único del actual ciclo democrático que no actuó en ese ámbito es Vázquez), ¿a quién le llama la atención que el astorista Carlos Varela, edil entre 1995 y 2005, pretendiera la intendencia? Fue en ese mismo lapso cuando Olivera ocupó cargos importantes en el ejecutivo municipal, y durante todo el primer gobierno nacional frenteamplista ha secundado a Marina Arismendi en el Ministerio de Desarrollo Social.

Martínez partía de una base más amplia que Varela y Olivera, por varias razones. Una encuesta de Equipos Mori le asignaba un favoritismo abrumador (66%) entre los votantes montevideanos del Frente Amplio. De los tres fue quien más sonó el año pasado como “intendenteable”, y el primero en ser proclamado. Lo apoyaban, en principio, su Partido Socialista, el Comunista, la Vertiente Artiguista y la gran mayoría de los delegados de los comités de base. Pero chocó con los sectores del futuro presidente y el futuro vicepresidente de la República, el MPP y el Frente Líber Seregni (FLS), que sumaron en octubre más de 85% del electorado nacional frenteamplista. No le alcanzó el apoyo logrado el lunes 25 de enero en el Plenario Departamental, que casi duplicó el de Varela, para reunir los cuatro quintos de votos que requería su proclamación.

El astorista renunció el viernes a la postulación, y el socialista quedó fuera de carrera porque la mayoría del Plenario acordó apoyar a Olivera. Es posible que el Partido Comunista haya aprovechado la ocasión para facturarle al MPP su adhesión a Mujica. O que el MPP, a su vez, le haya cobrado al Partido Socialista su respaldo a Danilo Astori. O que la troika que de hecho lidera el Frente Amplio (Vázquez, Mujica y Astori) esté muy cómoda sin avanzar a cuatroika, paso difícil de evitar si se consolidaba una figura más joven y en ascenso.

El Partido Socialista lamentó el “veto” contra Martínez “de algunos sectores” que conspiraron contra la voluntad de “las bases” y “el pueblo frenteamplista”. No pensaba igual en 2008, cuando apoyó una precandidatura presidencial en minoría, tanto en el Congreso Nacional como en las encuestas. Para colmo, Astori, aquel precandidato, no se sintió obligado por ese respaldo.

Las deslealtades cruzadas prodigadas entre sectores y entre dirigentes del Frente Amplio en los pasados tres años de competencia por la Presidencia llegaron al paroxismo durante el proceso de definición de la candidatura a la Intendencia de Montevideo. Nadie disimuló, por ejemplo, que la nominación como ministro de Educación del actual jefe comunal, Ricardo Ehrlich, tuvo entre sus objetivos el de desactivar un intento reeleccionista.

El predominio del Frente Amplio en la capital parece gozar de buena salud (al menos por ahora, pues los rivales también juegan). No puede decirse lo mismo de sus mecanismos de participación y toma de decisiones, que antes alentaban el acuerdo y el consenso, y hoy dejan un tendal de insatisfechos. Fueron diseñados para una coalición opositora, con una relación de fuerzas muy diferente de la actual y en una sociedad también muy distinta. Mientras este esquema viejo, enfermo y conflictivo siga vigente, de poco servirá que los frenteamplistas descontentos se dediquen a abrir blogs y grupos en Facebook en lugar de concurrir al comité de base más cercano.