“Desearía que el título de electo no desapareciera a cada rato; tiene la virtud de recordarme que soy presidente sólo por la voluntad de los electores”. Ésa fue una de las primeras frases que José Mujica dijo como presidente en funciones, para luego explicar que al no poder recurrir a esa modalidad, entonces hará énfasis en otro de los sinónimos que tiene su cargo, “el de primer mandatario”, porque entonces podrá mantener presente que está mandatado por “el pueblo”. En un discurso de 40 minutos, trazó algunos de los lineamientos que marcarán su gestión, pero fundamentalmente apostó a señalar algunos aspectos conceptuales que aspira a incorporar en la sociedad en su conjunto.

Mencionó que hay temas de gobierno y otros de Estado, y que desde la finalización de la segunda vuelta electoral dejó fuera de la agenda gubernamental a la energía, la educación (a la que consideró la clave para lograr cualquier cambio que el país se proponga) el medio ambiente y la seguridad, para construir políticas en conjunto. “Para mí gobernar empieza por generar las condiciones políticas para gobernar, y gobernar para generar transformaciones hacia el largo plazo, crear condiciones para gobernar 30 años con políticas de Estado”, explicó, para, acto seguido, ahondar en el punto: “Me gustaría creer que hoy es la inauguración de un gobierno de 30 años, no míos, por supuesto; ni míos ni del Frente Amplio, sino de un sistema de partidos tan sabio y tan potente que es capaz de generar túneles herméticos que atraviesen las distintas presidencias de los distintos partidos, y que por ellos corran intocadas las grandes líneas estratégicas de los grandes asuntos”.

Aseguró que sus representantes en las comisiones interpartidarias acuden a esos ámbitos “con vocación de acuerdos” y que en las definiciones que de ellos surjan, como en las decisiones que deberá tomar, habrá que asumir la responsabilidad de decir “muchos no” para hacer posible “ese gran sí”. Lo dijo concretamente a la hora de referirse al refuerzo de los recursos destinados para la educación y la vivienda, que relegará de las prioridades a otras áreas y necesidades. “Vamos a buscar el diálogo, no de buenos ni de mansos, sino porque creemos que la complementariedad de las piezas sociales es la que mejor se ajusta a la realidad de hoy. Hace rato que todos aprendimos que la batalla por el todo o nada es el mejor camino para que nada cambie y todo se estanque”.

Según Mujica, “es probable que nunca hallamos estado tan cerca de lograr un cambio cualitativo en la intensidad de esos vínculos entre partidos políticos”. “Quizás ahora podamos pasar de la tolerancia a la colaboración”, dijo. En otro pasaje mencionó que “ya no hay partidos predestinados a ganar y a perder. Ésa fue la dura lección que los partidos tradicionales aprendieron en los últimos años. El país les advirtió que no eran tan distintos como pretendían. El FA, eterno desafiante y ahora transitorio campeón, tuvo que aceptar duras lecciones, no ya de los votantes, sino de la realidad; descubrimos que gobernar era más difícil de lo que creíamos, que los recursos fiscales son finitos, y las demandas sociales infinitas”.

Anticipó que su gobierno será “ortodoxo” en materia macroeconómica, “perros” en la vigilancia del sistema financiero e innovadores para continuar teniendo como centro la eliminación de la indigencia. Definió como otro de los ejes de su mandato convertir al país en agrointeligente: “Queremos que la tierra nos dé 1 y a ese 1 agregarle 10 de trabajo inteligente, para al final tener un valor de 11, competitivo y exportable”. Luego formuló una nueva definición. Para el caso de que “el país fuera una ecuación”, ésta sería: “agro+inteligencia+turismo+logística regional”.

Luego ingresó en el terreno de la reforma del Estado, para que sea más “eficiente y más barato”, y repitió que “no es contra los funcionarios sino con los funcionarios [...] Pero no podemos hacernos los distraídos. El 80% de la eficacia del Estado se juega con los funcionarios públicos”. Habló de la región, de la apuesta a la integración, y apeló al humo para referirse al Mercosur, al que comparó con un matrimonio: “Ay, Mercosur. Cuánto amor y cuándo enojo suscita. Hoy estamos en público, no es el momento de hablar de los temas de alcoba. Sólo decirles que para nosotros el Mercosur es hasta que la muerte nos separe y deseamos una actitud recíproca en nuestros socios mayores”, con lo que arrancó risas y aplausos de varios de sus colegas.

Entonces dio una señal fuerte para Argentina, cuya presidenta, Cristina Fernández, aún no había llegado a Uruguay. “Los latinoamericanos, un poco a tumbos, venimos intentando construir mercados más grandes, pero cómo nos cuesta. Hicimos muchos hermosos países pero seguimos fracasando en hacer la patria grande. Nosotros no perdemos la esperanza porque aún están vivos los sentimientos. Desde el río Bravo a las Malvinas vive una sola nación, que es la nación latinoamericana”. Antes de terminar, y de agradecer especialmente a los visitantes que habían venido desde lejos e “incluso inesperadamente” (miró a Hillary Clinton, sacándose los lentes), sostuvo: “La principal razón de nuestra presencia en la presidencia es el éxito logrado por el primer gobierno del FA, encabezado por el doctor Tabaré Vázquez”.