-¿A qué se refieren con “representación (s)electiva”?

VP-El título marca un síntoma del sistema político uruguayo: la carencia histórica de mujeres en cargos de representación. Además, está relacionado con el enfoque teórico del libro: la discusión de qué significa representación, que es un concepto complejo. Cómo la representación sustantiva -la ideológica- se complementa y se enriquece con otro tipo de representación, la descriptiva, donde la importancia es qué personas están presentes. Y de allí se va al fondo de la calidad de la democracia porque la representación es selectiva.

NJ-Los derechos políticos universales supuestamente garantizan la igualdad de derecho a ser elegidos. Ahí es donde está fallando el sistema porque no se efectiviza en la práctica, que en cambio demuestra que se siguen reproduciendo los mismos cuadros representativos y que esos cuadros son socialmente homogéneos. La representación no refleja todo el bagaje social.

-En la discusión parlamentaria uno de los argumentos en contra fue que la cuota limitaba la representación.

NJ-La igualdad se concibe según el momento histórico. Hay quienes quedaron varados en esa idea de la igualdad como una cuestión de aplicar los mismos procedimientos a todo el mundo sin reconocer las desigualdades sociales estructurales. Y aplicar las mismas reglas para todo el mundo hace que esas desigualdades se reproduzcan. El argumento de [Jorge] Gandini era: “no podemos acotar la libertad del elector porque el elector votó a estas personas en la interna”. Pero el mecanismo de las internas no es claramente democrático porque es una cancha de juego en la que todos parten de las mismas condiciones, con las mismas reglas.

-¿Surgieron novedades en el análisis de la aplicación de la cuota?

NJ-Sorpresas, ninguna. Pasaron dos cosas que se esperaba que pasaran. Que los partidos iban a hacer una aplicación minimalista y que iba a tener un impacto real en la integración de las convenciones, que se iba a demostrar la efectividad del mecanismo.

VP-Y tercero, que no se iba a trasladar a las elecciones nacionales. Eso tiene que ver con la poca relevancia que tienen las convenciones para la conformación de las candidaturas y con que en la elección de éstas operan múltiples factores, pero sobre todo reglas informales. Como tales, no son claras y afectan a los grupos recién llegados o a los grupos desafiantes, y las mujeres son un grupo desafiante. Como resultado se redujo considerablemente el número de mujeres en lugares “salibles” en comparación con las internas. Varias de las mujeres que entraron al Parlamento estaban ubicadas en el último lugar que resultó electo.

-El tema de la participación política no se instaló en la campaña. ¿Cómo analizan eso?

NJ-El Partido Socialista tiene cuota desde el 92. Se aprobó y se acabó la discusión sobre el tema género. Tuvo un impacto importante en visualizar a las mujeres y facilitarles el acceso a los espacios de decisión partidaria, pero la discusión sustantiva sobre la desigualdad de género no está. La candidatura de [Daniel] Martínez muestra que aun con un sistema formal inciden esos factores políticos ideológicos de pujas internas.

VP-Ni el criterio de género ni ningún otro estuvo en la campaña, sólo el de la lucha entre sectores. Pero también vimos que en la propaganda electoral algunos grupos manejaban la presencia de mujeres como un eslogan, como el Espacio 609, cuando en realidad es un sector que argumentó en contra de la cuota y considera que el sexo no es relevante para la política.

NJ-Parece una estrategia bastante cínica generar rédito con eso que es políticamente correcto cuando hay una carencia de contenido sustantivo.

-¿Todas las mujeres representan a las mujeres?

NJ-Difícilmente los intereses de género de las mujeres pueden instalarse en la agenda si no hay mujeres presentes, pero su mera presencia no garantiza aunque mejora la probabilidad. Ésa es una de las cosas que se pudo ver cuando se reformó a principios de la legislatura la Bancada Bicameral Femenina. Cuando estuvieron los resultados de las elecciones nacionales y vimos cuál era el nuevo plantel de legisladoras, una de las preguntas que surgieron era si se iba a poder reflotar, porque hay mujeres que no tienen conciencia de género.

VP-No habían participado en la red de mujeres políticas, estaban por fuera de esa trama. Pero más allá de que se fueron dos mujeres importantes -Margarita Percovich y Beatriz Argimón-, con experiencia acumulada, hubo como un relanzamiento que sumó a estas mujeres que venían de afuera y mostraron voluntad, si bien reconocen su falta de conocimiento técnico en estos temas.

-En el libro refieren a los costos políticos que pagan las mujeres que dan pelea por la participación, y ponen como ejemplos los casos de Argimón y Sandra Etcheverry, que no accedieron a cargos electivos. ¿Esto puede desmotivar a las nuevas legisladoras?

NJ-Cualquiera que entra y no es del establishment -no sólo las mujeres, los jóvenes o los afrodescendientes también- enfrenta ese desafío de cómo manejar las reglas internas. Qué hacer, si tratar de avanzar sometiéndose y jugando el mismo juego, en el que siempre va a perder el que es diferente, o tratar de desafiar. Pero ahí tenés que tener alianzas o apoyo de algún lado, si no quedás como Glenda [Rondán], una persona constantemente desafiante del statu quo; queda como la loca marginada. El punto es cómo hacer para desafiar sin quedarte afuera de todo. Una de las cosas que aparentemente no han logrado las mujeres políticas es generar una base de apoyo por fuera del sistema de partidos, una base de apoyo en el electorado para convertir eso en una herramienta de presión. Por ejemplo, eso que dice José Mujica cuando habla de las comisiones interpartidarias y del logro de la capacidad de dialogar. ¿Por qué no miran que fue lo que sostuvieron las mujeres durante una década, no cuatro meses?

VP-Las encuestas de opinión pública dicen que la ciudadanía uruguaya tiene bien conceptualizadas a las mujeres y les reconoce perfil propio. Los partidos no logran verlo porque si lo vieran lo aprovecharían. Y las mujeres no logran capitalizarlo.

-¿Cómo pueden capitalizar las mujeres políticas una eventual reforma electoral?

NJ-Es una oportunidad para meter la discusión de la representación política en forma más profunda, más amplia, pero no hay señales favorables para pensar que eso se dé. Son todos planteos que no tienen que ver con las bases conceptuales acerca de qué queremos garantizar, sino con los mecanismos, los pedacitos de ingeniería que por alguna razón no están dando lo que más les conviene a los partidos. En 1996 las políticas intentaron meter el tema de la cuota y no lo lograron. Pero en ese momento el tema estaba mucho más marginado que ahora, que está instalado como legítimo y con un apoyo más fuerte desde las mismas mujeres. Creo que no pueden dejar pasar la oportunidad y deberían tratar de hacer una cosa que les cuesta mucho: evaluar hacia atrás para construir hacia adelante.