¿El cambio en paz?

• Daniel Olesker, ministro de Salud Pública. “Es una buena consigna, los cambios siempre hay que hacerlos en paz, pero tienen que ser cambios. Las dos cosas son importantes. Ésta es una consigna que Seregni ya lanzó en el 72, en medio de los conflictos de aquella época. Era: ‘cambios para la paz y paz para los cambios’”. • Carlos Baráibar, senador, Asamblea Uruguay. “Son dos conceptos que tenemos que compartir. Después, las connotaciones que han tenido en la vida del país, podrán estar a un nivel de opinabilidad mayor”. • Enrique Rubio, senador, Vertiente Artiguista. “Yo creo que no es la consigna adecuada porque está muy teñida por un sector político, porque fue la consigna del doctor Julio María Sanguinetti y que imperó en toda su campaña. La transición fue un gran logro en Uruguay, a pesar de que discrepamos en los términos. Yo en aquel momento estaba en contra del pacto del Club Naval y esa opinión no la he modificado”.

El Partido Colorado inauguró ayer en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo un ciclo de actividades conmemorativas de los 25 años de democracia que se iniciaron en 1985, cuando Julio María Sanguinetti asumió la presidencia del país y concluyeron doce años de dictadura cívico-militar.

El evento contó con la presencia de dirigentes de todos los partidos políticos. Como expositores participaron el secretario general del Partido Colorado (PC), Pedro Bordaberry; el ex presidente colorado Sanguinetti, el ex presidente blanco Luis Alberto Lacalle; el presidente del Frente Amplio (FA), Jorge Brovetto; el ex presidente brasileño entre 1985 y 1990, José Sarney, y el diputado del Partido Radical argentino Ricardo Alfonsín, hijo del ex presidente argentino fallecido Raúl Alfonsín.

“Yo las historias personales me las guardo para mí y hago lo que creo lo correcto”, dijo Bordaberry a la diaria, tras ser consultado respecto al significado de su participación en el acto teniendo en cuenta su vínculo con el ex dictador. Destacó que fue iniciativa suya organizar el ciclo y expresó que “hay que tener la cabeza bastante bien colocada para saber que son unas las cosas del país, otras las cosas del partido y otras las personales”. “Creo que los uruguayos siempre miramos las cosas malas y nunca las buenas”, consideró.

Todos los oradores destacaron la “formidable” transición, la “sólida” democracia uruguaya y los consensos alcanzados entre todos los partidos políticos. Las diferencias se expresaron sutilmente: el presidente José Mujica y el ex presidente Tabaré Vázquez estuvieron presentes, pero no integraron el panel. Y no fueron a abrazarse con nadie, llegaron y se sentaron directamente en sus lugares. Fueron los dirigentes de la oposición los que se acercaron. “Parecés más joven”, le comentó Vázquez a Lacalle. “Mejor no hablemos de edad”, le retrucó el líder blanco. Alguna sonrisa socarrona de Mujica durante las exposiciones dejó entrever que su interpretación de los hechos del pasado no se condecía completamente con la del orador de turno.

Consultado respecto a si considera adecuada la premisa histórica que guía el ciclo, “el cambio en paz”, Mujica respondió: “Qué sé yo, habría que darle mucha vuelta”. Interrogado sobre si las raíces de la democracia son firmes, contestó que “a veces pueden ser adventicias”. “Pero el tiempo pasa, y cada época tiene sus desafíos. ¿Por qué la gente vota cada vez menos en Europa, por ejemplo? ¿Será porque están añorando la monarquía? No. Es que tal vez están pensando que la democracia que conocemos tiene limitaciones y quieren otra forma”, deslizó.

Un patriota

La exposición se inició con un grito de un hombre de voz grave proveniente del fondo de la sala: “¡Viva la patria!”. La exaltación de “lo uruguayo” guió luego las alocuciones.

Bordaberry destacó que el PC fue “un actor principalísimo del retorno a la democracia” y que en 25 años “no hubo un amague de quiebre institucional”. Citó a José Batlle y Ordóñez para decir que se propuso construir “una República feliz y justiciera”. Para Bordaberry, la democracia es “una verdad que no se discute, se asume”.

Lacalle se ufanó de vivir en un país en el que “el sufragio es la cúspide de las grandes construcciones nacionales” y resaltó que llegó al Parlamento en el 85 “a votar tres leyes de paz: la Ley de Amnistía, la Ley de Reintegro de los Funcionarios Públicos y la Ley de Caducidad. Resaltó que la imagen de “todos los ex presidentes juntos” no es “una fotografía muy común en América y el mundo” y llamó a los presentes a “permanecer vigilantes” y “a cuidar lo que tenemos, no extremar el derecho, fortalecer al Poder Judicial”. Más temprano, la diaria le había consultado si el caso de Eugenio Berríos, ex agente de la Policía Secreta de Augusto Pinochet -asesinado en Uruguay durante su gobierno-, mostró cierta vulnerabilidad de la democracia. “Para nada, eso no tiene nada que ver”, contestó Lacalle.

Brovetto, en tanto, consideró que “la democracia se sigue redefiniendo y planteando cada vez más requisitos”. “No hay democracia sin conflictos, pero confiamos en el sistema democrático para dilucidarlos”, señaló. El último orador uruguayo fue Sanguinetti, quien resaltó que el 10 de marzo de 1985 “estaban todos los partidos, estaban todos los poderes”. “Eran tiempos difíciles, de enfrentamientos. Y actuamos con generosidad [se refiere a sí mismo], poniendo humildad, unidad”, indicó.

Las exposiciones de los invitados de los países vecinos se dirigieron a reforzar los aspectos positivos de las transiciones democráticas de la región y a destacar la “cultura cívica de Uruguay”. Sarney sorprendió con sendos halagos a Mujica y a Sanguinetti. Sobre el primero recordó “su rica biografía marcada por lucha, sufrimiento, coherencia y patriotismo”, y sobre el segundo dijo que se trata de “un hombre extraordinario, patrimonio de todo el Uruguay”. Y para un buen final feliz, Sarney llamó a no generar conflictos en la región por “temas menores” como “el de las papeleras”.