Generalmente, las crónicas sobre eventos de este tipo empiezan relatando quiénes estuvieron presentes. Pero se dice poco de los ausentes. Ayer en el Palacio Legislativo, mientras la clase política se regodeaba con el discurso de un consenso por lo menos vacuo, un sector de la población no estuvo presente, y no se sintió representado. Faltaron los que creen que la democracia no fue algo que empezó el 1º de marzo de 1985, sino que es una construcción aún imperfecta, a la que asestaron duros golpes en los últimos veinticinco años. Los que creen que no fue democracia el incumplimiento del artículo 4º de la Ley de Caducidad por temor a represalias militares, o peor aun, por complacencia. Los que marchan todos los 20 de mayo porque el Estado todavía les niega el derecho a conocer el paradero de sus seres queridos. Los que entienden que la paz se construye con justicia y no con silencio. Los que creen que la unidad nacional no es seguir con la misma ansiedad la trayectoria de una pelota de fútbol ni abrazarse de igual forma con unos y otros, ni entreverarse y diluirse hasta parecerse cada vez más en una insulsa mezcla. Los que entienden que la unidad nacional, si es que existe, se parece en cambio al día en el que la palabra “nosotros” nos abarque a todos.
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