Le pedimos la entrevista durante la reunión abierta del gabinete y minutos después estamos en el comedor de su casa. Nos espera una mesa bien servida, acompañada por un bidón con agua y una cocacola dietética. En la computadora está cargado el sitio Pokerstars, y al lado hay dos libros: un curso de reiki (“algunos dicen que se curaron con mi terapia”) y Así habló Zaratustra, de Friedrich Nietzsche, del que luego citaría fragmentos. Las paredes están adornadas con fotos, muchas en blanco y negro. Predominan las de caballos y festejos en varios hipódromos del mundo. En otra de ellas, Alma estrecha la mano del ex presidente George Bush (padre) durante una reunión en Washington (sobre ella apenas relataría detalles, a condición de que no se publicaran). En uno de los muebles hay un adhesivo de la lista que lo llevó al Parlamento, la 51, con la leyenda “El almismo volverá con más fuerza”.
-El almismo fue una utopía. Es la solidaridad ante todo. Hoy lo más parecido sería el Frente Amplio [FA]. Por eso me gusta Pepe, que me hizo volver a un acto después de 15 años. También me encanta Patricia Ayala, que es del grupo del Pepe, pero en el FA me rechazan porque me veían en la China, la India, apostando en Las Vegas o arriba del Mercedes. Para ellos soy un burgués.
-¿Y usted cómo se definiría?
-Nunca fui burgués, porque lo que tuve lo repartí. La gente que me seguía era humilde y yo ponía las vacas para que comieran. Venían de todos los partidos, porque era un momento de fiesta. Ahí no había académicos pero sí gente sincera, como Pepe. Eso me perjudicó dentro del Partido Nacional [PN].
-Fueron diputados en el mismo período (1995-2000), ¿cómo lo recuerda?
-Estábamos en la Comisión de Ganadería, que yo presidía. Pero lo conocí mejor en un bolichito, ahí cerca del Parlamento. Él tomaba una grapita y yo pedía escocés. Pedía dos grapitas y se iba en la motoneta, tranquilo. Le hacía chistes para que tomara una más, pero su dosis era ésa.
-¿Y la suya?
-Era ampliamente superior. Pepe no corría conmigo [se ríe]. Igual se ha exagerado, para desprestigiar. Hay mucho mito.
-Un poco lo alimentaba, a la lista le puso 51 por la caña brasileña.
-“La 51, una buena idea” era el eslogan [hace el gesto de empinarse un trago]. En realidad te mataba, porque es brutal esa caña blanca. Muchos amigos están muertos por eso. Ya ellos no me van a votar.
-¿Nunca más en política?
-Yo era más progresista que el FA. Mujica lo dijo bien, Artigas siempre quedó librado a la mano de Dios. Y cuando hice política fue para ayudar a los más humildes, como el FA ahora. Siempre dije que si los partidos tradicionales seguían con su egoísmo iban a perder. Como nunca me escucharon me rebelé. Y era un rebelde diferente a James Dean, porque tenía mis causas. Para no obedecer al mandamás de esa época me fui del PN.
-Así que entre Mujica y Lacalle no dudó.
-Nadie en Uruguay dudó. Todavía no entiendo los votos que tuvo ese otro candidato que usted menciona.
Sin remordimiento
“Queridos amigos, no tiren bombas, no sean malos. Parece que son contrarios, que son adversarios míos los que tiran bombas para callarme”. Cansado de la pirotecnia, Alma lanzó esa recordada frase en la campaña de 1994, antes de ser electo diputado por el grupo Manos a la Obra, de Alberto Volonté (“un individuo humano”, según lo define). Esa intervención -que ya incluía dardos contra Lacalle, quien visitaba esa noche Artigas- la usaría unos años después, en 1998, el grupo Plátano Macho en un tema de su disco The Perro Convention.
-Soy vehemente y en las campañas se toma mucho. Ese día subí a hablar con una cantidad inconveniente de alcohol encima. Y le dije “imbécil” a un borracho que me estaba molestando. Un borracho como capaz que era yo en esa época.
-Ahora dejó el alcohol.
-Y sí, porque a la larga destruye. Al principio uno lo domina y es precioso tomarse una copita. Pero con los años te controla él a vos. Es un vicio, y como tal es algo lindo pero totalmente destructivo. Como la pasta base o el juego, que es el más difícil de largar. Pude dejar de fumar y tomar sin problemas, pero los caballos todavía me gustan demasiado. Con ellos no hay forma.
-Pero hace dos años dijo que ya no jugaba.
-Se podría decir que ya no juego. Al menos los caballos a mí ya no me siguen [se ríe]. Tuve una vida disipada y no cuidé mucho mis bienes. Igual viví plenamente, viajé mucho y me di grandes gustos. No me arrepiento de absolutamente nada, el único problema es que se te va la plata. El capital que me queda es el humano y la riqueza la tengo en el corazón.
-También queda el póquer por internet.
-Juego al gratuito para divertirme, con plata ficticia. O casi siempre al gratuito [se ríe de nuevo]. Es difícil apostar dinero real en Pokerstars. Si en Uruguay tenemos ladrones, y muchos, imagínese que internet es como una cuna mundial de ladrones.
-¿Es cierto que cuando iba a Salto le pedía a su chofer que volviera a Artigas para no apostar el auto?
-Es verdad. Y también que perdí dos Mercedes Benz jugando. Ahora me queda uno y hace un año que estoy tratando de arreglarlo. Salen carísimos los repuestos.
-O sea que de los juegos que nombra el Canario Luna en la canción…
-A todos ellos, sí, señor. El jugador juega a todo. El mejor es el monte, plata fácil. Suerte o verdad. En Montevideo vi perder hasta 200.000 dólares en un saque. Acá en la frontera el juego es diferente, aunque más peligroso. Pero más vale dejarla por ahí.