Es preciso comprender que “el Frente Amplio es una alianza que tiene entre sus componentes a un vasto sector socializante y a otro vasto sector apenas progresista”. Lo dijo José Mujica, en declaraciones publicadas el 30 de diciembre por Búsqueda; se refería a la necesidad de amortiguar tensiones entre el titular del Ministerio de Economía, Fernando Lorenzo (nuevoespacista y hombre de confianza del vicepresidente Danilo Astori), y el subsecretario de esa cartera, Pedro Buonomo (emepepista muy cercano al propio Mujica).

Es poco frecuente que un presidente de la República se refiera en términos tan descarnados a cuestiones internas del oficialismo, y esto se agrega a la lista de peculiaridades del estilo del primer mandatario, pero también es importante analizar en sí mismos el diagnóstico de Mujica y el procedimiento al que apuesta para afrontar la situación.

Según el presidente, “hay que tener [...] sagacidad [para] no prescindir de uno u otro sector” y “concretar, con sutileza, el desarrollo de una política económica que tenga éxito”, mediante “un ejercicio pendular donde los movimientos oscilan entre el centro y la izquierda”.

Para lograr un desarrollo armónico con participación de los dos “vastos sectores”, abundó Mujica el lunes 3, en declaraciones al programa “En Perspectiva” de la radio El Espectador, ha integrado “equipos” con identidades “complementarias” en cada ministerio, y por lo tanto “no concibe” “cambiar un ministro sin cambiar el subsecretario” ni “cambiar el subsecretario sin cambiar el ministro”.

Hace algunos años, sin embargo, cuando Mujica fue ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, durante el gobierno de Tabaré Vázquez, no asumió ninguno de esos dos criterios: eligió como subsecretario al emepepista Ernesto Agazzi, y éste no se fue del ministerio junto con él, sino que lo sucedió al frente de esa secretaría de Estado. ¿A qué se debe que ahora defienda reglas de juego distintas?

Cuando Vázquez estaba definiendo la asignación de responsabilidades de gobierno, Mujica quiso que se aplicara el mismo criterio de “equipos con identidades complementarias”. Se sabe, por ejemplo, que intentó sin éxito que hubiera integrantes del MPP en altos cargos de la conducción económica. Es lícito pensar que, en esas circunstancias, haya preferido que hubiera ministerios homogéneamente “suyos”, a modo de contrapeso de aquellos que se asignaron por completo al otro “vasto sector” del FA, y que ahora opta por la solución que siempre consideró mejor: la que comenzó a poner en práctica cuando se definió la fórmula presidencial frenteamplista después de las internas.

Luego anunció el 1º de marzo del año pasado, ante la Asamblea General, que su gobierno iba a ser “ortodoxo en la macroeconomía”, pero acotó que lo iba a “compensar largamente” al ser “heterodoxo, innovador y atrevido en otros aspectos”.

Es claro que la idea no se implementa en todo el gabinete. Mujica, con una visión de lo prioritario tradicional en gran parte de la izquierda, parece referirse sobre todo a los aspectos relacionados con la política económica, y nada indica que haya buscado la combinación de “socializantes” y “apenas progresistas” en ministerios como Defensa, Interior, Educación o Relaciones Exteriores. En todo caso, el primer problema es que el dispositivo, en las áreas en que efectivamente se aplica, funcione.

En Uruguay, las normas y las tradiciones establecen la subordinación de los subsecretarios a los ministros, y eso tiene claramente una lógica (por tratarse de cargos ejecutivos) que no se ha violentado ni siquiera en los tiempos de mayor reparto al menudeo de las responsabilidades de gobierno entre integrantes de coaliciones. Es, por supuesto, la misma lógica que rige las relaciones entre el presidente y el vicepresidente de la República: más allá de las voluntades políticas y de los acuerdos de caballeros, en última instancia no hay ni debe haber duda de quién manda.

Otro problema es definir cuáles son las identidades que el presidente quiere combinar. Mujica logró la postulación a la presidencia con apoyo de sectores que se pueden sentir “socializantes”, aunque no de todos ellos, ya que en el Partido Socialista, para empezar, predominaron los partidarios de la candidatura de Astori. Pero el común denominador de ese “vasto sector” está tan claro como el consenso en Uruguay acerca de lo que significa “socialismo”, o sea, muy poco claro. ¿Y cuál vendría a ser la identidad de los “apenas progresistas” (una definición en la cual el desvalorizante “apenas” no tonifica mucho la alianza)? ¿Se caracterizan por no ser algo que no se sabe muy bien qué significa? ¿No habrá bastante más, y en combinaciones más complejas, que dos presuntos “vastos sectores”?

El diputado emepepista Gonzalo de Toro dijo a la diaria que en ausencia de una discusión del FA sobre “una estrategia a mediano y largo plazo”, las contradicciones surgen por “cosas circunstanciales” y se “pierde perspectiva”. Tiene razón pero quizás es demasiado optimista: piensa que hay posiciones definidas y que lo que falta es debatirlas.