No es por generalizar, pero cuando algún político hombre se acuerda de las mujeres da la impresión de que hizo uno de esos cursos acelerados por fax seguidos por Juan Carlos Pelotudo, aquel personaje de Peter Capusotto y sus videos que quería aprender música para ganar “minitaz”. Votos femeninos, en estos casos.

Le pasó en setiembre de 2007 a Rodolfo Nin Novoa. En aquella ocasión, el entonces vicepresidente se ganó el aplauso de los 300 congresistas de su sector, la Alianza Progresista (AP), al sentenciar que el Frente Amplio “no puede dejar de tener en 2009 a una mujer en su fórmula”. Cuatro meses y un día después dijo a El Espectador que fuera de los tres varones considerados “líderes naturales” de la coalición, cualquier candidatura sería “bastante artificial”, y el congreso de la AP se decantó en diciembre de 2008 por la fórmula Danilo Astori-José Mujica. ¡Minitaz!

Y le pasó hace una semana al presidente Mujica, cuando eligió la consigna “hombre, aprendé a perder” para imprimir en los panfletos que repartió en el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres. La imprimió y, encima, la explicó. Parecía que, además de compartir el aparato de fax con Juan Carlos Pelotudo, se rifó el “curso acelerado” para “aprender a callarse la boca” y ahorrar tinta que prometió empezar en la campaña de 2009.

Pero en algo le pegó Mujica. Hay algo que el grueso de los varoncitos uruguayos no saben: perder. No es que no sepan perder con otro tipo, que es lo que él piensa. No saben perder con las mujeres. No es necesario llenar un párrafo de números que todos y todas entienden, aunque la mitad se hagan (nos hagamos) los osos, muchos cariñosos y muchos otros sanguinarios. Las mujeres son la mitad de la ciudadanía. Son la mayoría de la población universitaria. Son las que más laburan, afuera y adentro de casa. Y si te ponés a pensar, los gobiernos que mejor han funcionado acá son los que tuvieron más mujeres en los cargos más altos. Pero su representación en los tres poderes políticos del Estado está muy por debajo de la mitad, ganan en promedio mucho menos que los hombres por el mismo trabajo y reciben una porción desproporcionadísima de las agresiones, en una gama que va del piropo spam (sí, imbécil, eso equivale a un insulto) hasta el asesinato. Y eso es porque los hombres las cocinan (las cocinamos, mierda) y les toman (les tomamos) el pelo.

Lo que quería decir Nin cuando dijo lo que dijo es que podía ser que se diera la casualidad de que una mujer fuera candidata a la vicepresidencia, porque de la presidencia no hablaba, ¿o sí? Dale, ya sabía que a presidente iba a ir un hombre, y casi seguro que a vicepresidente también. Fue una tomadura de pelo: en 181 años se cuenta por horas el tiempo en que hubo una presidenta en Uruguay. También lo que dijo Mujica: es bastante violento para la lógica que haya tan pocas mujeres en el gabinete, de mal perdedor. Si te ponés a pensar y a averiguar, podés hacer decenas de gabinetes tanto o más buenos que el de ahora sólo con ministras y viceministras. Aunque siempre queda la excusa de que, ups, hay que dejar conformes a los que dominan los partidos, que son hombres.

Pero ahora la cosa no es igual que hace unos meses, por lo menos para el oficialismo y, en menor medida, para el Partido Nacional. El Colorado no tiene esa suerte. En el Frente Amplio, como Tabaré Vázquez se retiró de la política (suponiendo que habla en serio, porque en su caso nunca se sabe), empezaron a emerger posibles candidatos a presidente, y ninguno parece tener más posibilidades que otro. En un cálculo frío, ni siquiera Vázquez. El Frente Amplio tardó cuatro meses en hacerlo ganar la Intendencia de Montevideo. Cualquiera de las presidenciables tiene años y hasta décadas de caminata pública. Y siguen tan campantes. Seguro que tienen las mismas ganas, pero se les nota menos porque son menos vanidosas que los varoncitos (¿acaso no se les nota?). Constanza Moreira viene explicando hace añares, con una claridad cristalina y por televisión, mucho de lo que disimula la gran mayoría de los políticos (y algún que otro politólogo alcahuete). Lucía Topolansky es Lucía Topolansky, no la pareja de Mujica, y podrá ser más capaz y esforzada que él pero no menos. Si el presidente la vive pifiando cuando plagia a José Hernández, Daisy Tourné tiene enormes aciertos cuando plagia a Carlos de la Púa, y le saca varias pistas de ventaja en sensatez. Mónica Xavier es el Buda del Parlamento uruguayo. ¿¡Y qué hace Margarita Percovich tan lejos de la actividad política!? Ponete a pensar y se te ocurren unas cuantas más. Y unas cuantas blancas que puedan sacar más votos que Jorge Larrañaga, Luis Alberto Heber, Francisco Gallinal y Carmelo Vidalín, también.

Lo único que hace falta es que ellas se pongan de acuerdo. A ver si los hombres aprenden (aprendemos) a perder de una buena vez y ganamos todos.