La noticia trascendió ayer al mediodía y fue oficializada por el secretario de Presidencia, Alberto Breccia, en la tarde, luego de que el juez Pedro Salazar comunicara a los familiares de Castro los detalles de la pericia y dispusiera la conformación de una junta de médicos del Instituto Técnico Forense para que determine formalmente la causa de muerte. Las pericias hechas hasta ahora arrojan que los restos tienen signos de apremios físicos y estiman probable que el causante del fallecimiento de Castro fuera un disparo de arma de fuego en la cabeza. Si bien el jefe del Equipo de Antropología Forense de Facultad de Humanidades, José Lopez Mazz, manejó con cautela esta informaicón, los familiares la dieron por buena.
El caso
La familia de Julio Castro pidió la reapertura de la causa en octubre de 2009, condicionada por el fracaso del plebiscito rosado y basada en "los nuevos elementos" que arrojó la publicación de la Investigación histórica sobre detenidos desaparecidos de Presidencia. El caso había sido amparado en la Ley de Caducidad en 1989 por Julio María Sanguinetti, pero tras el pedido de reapertura el presidente José Mujica lo excluyó de la norma.
"Fue un homicidio. Los restos aparecieron con las manos atadas, las piernas o los pies aparentemente atados con un alambre, con un golpe en el torax muy profundo y con un balazo en la cabeza, de frente, de manera que fue una ejecución. Y esa ejecución alguien la hizo", expresó Hebe Castro. Tras el encuentro en la sede judicial, los familiares concurrieron al predio militar donde fue hallado Castro, aunque prefirieron mantener en reserva sus emociones.
"Es muy difícil en este momento tener una respuesta elaborada", apuntó Abel Castro (nieto). "En todo este día está el tema de una frustración muy particular de que esto suceda dos años y medio después del fallecimiento de nuestro padre [hijo de Castro], y que no pudo tener esa cosa mínima humana de poder enterrar a sus mayores", manifestó. "Estamos hablando de gente que asesinó a sangre fría a un maestro de 68 años, no me vengan a hablar de pobres viejitos", añadió Abel.
Los familiares mantuvieron en reserva su decisión en torno a la inhumación de los restos. "Es sumamente personal y no lo vamos a contestar", se excusó Hebe. También mostraron indignación por el hecho de que la información surgida de Castro en el informe de la comisión para la paz "era una mentira". "No hay nada ahí que sea verdad, desde las condiciones en que fue ejecutado, porque decía que se había desvanecido en un pequeño apremio o que sus restos habían sido esparcidos por el Río de la Plata", graficó Abel como ejemplo. Con esto último se refería al informe que el entonces jefe de la Fuerza Aérea Enrique Bonelli envió a Tabaré Vázquez. En éste se aseguraba que los restos de Castro fueron enterrados en el Batallón 14 pero que después "habrían sido exhumados y cremados" y sus cenizas "esparcidas en la zona".
"Obviamente a la luz de la información que acabamos de transmitir estos datos eran absolutamente equivocados", dijo Breccia durante la conferencia, aunque no atribuyó intencionalidad. Además, en setiembre de 1977, cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos preguntó al gobierno de facto por Castro se respondió que había partido a Buenos Aires en un vuelo de Pluna. La comisión quiso chequear los datos y la dictadura echó por tierra esa versión, declarando que no había registros de Castro en migración. El caso será retomado por el juez Juan Fernández Lecchini y la fiscal Mirtha Guianze cuyo juzgado está orginariamente a cargo de la causa.
Dicen de él
“Las víboras reciben su castigo, esta pandilla de delincuentes quedará condenada por la historia, aunque la tragedia nos haya tocado a todos”, resumió el ex diputado socialista Guillermo Chifflet, que conoció a Castro en la redacción de Marcha.
Lo recordó como un periodista ejemplar y una persona excepcional: “El país recibió de él nada más que beneficios, era un tipo inteligente, de muy buen humor. Era un baqueano, un gaucho auténtico, que conocía mucho América Latina y que era respetado en todos los lugares que estuvo”. Chifflet recordó que Castro y Quijano habían comenzado su militancia política en el Partido Nacional, más precisamente en la Agrupación Nacionalista Demócrata Social.
El dirigente socialista recordó que a finales de 1973 ambos estaban en la redacción del semanario en la calle Piedras y Bartolomé Mitre, cuando aparecieron efectivos militares en el local. “Ellos comenzaron a registrar los paquetes de libros que sacábamos y no hicieron nada, hasta que vieron uno que tenía La guerrilla tupamara, de María Esther Gilio; después nos enteramos que los mandaron a quemar”, rememoró.
El escritor Eduardo Galeano, en tanto, dijo que Castro “fue para mí un maestro en el periodismo y en la vida”, y que tenía entre muchas virtudes la de “ser sabio sin parecerlo”. El presidente del Codicen, José Seone, consideró al maestro Castro como una “figura emblemática de la conciencia democrática, un ejemplo de uruguayo comprometido con su tiempo y un educador notable. “Sintetiza lo mejor de la docencia y el compromiso nacional. Destacaría [de él] la enorme riqueza de su pensamiento pedagógico y su convicción de que el centro de la educación es el estudiante”, manifestó Seoane.
El ministro de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich, hizo referencia a uno de los nombres “que surge permanente” cuando se habla de educación, y puso como ejemplo que “no en vano” el último congreso magisterial se llamó Julio Castro. “Todos los nombres nos hubieran provocado exactamente el mismo dolor y emoción, pero este nos sacude”, dijo Ehrlich. Cuando se cumplieron diez años de su muerte, en 1987, en un homenaje realizado en el Paraninfo de la Universidad, su compañero de las misiones socio-pedagógicas, el maestro Miguel Soler Roca, recordó algunos detalles de cómo Castro vivió los años de la dictadura. Por ejemplo, recordó cuando en enero de 1977 le escribió “con pulso tembloroso” lo siguiente: “Seguimos nosotros en lo nuestro; ayudando a quienes podemos ayudar. En medidas extremadamente limitadas, pero valiéndonos de amigos regados por ahí que, en general, han respondido muy bien. En el área de nuestras actividades, o que lo fueron en otros tiempos, el desastre es total. A un siglo de aquel que adorna con su efigie todas las aulas, su centenario resulta algo inenarrable”. En aquella intervención en el Paraninfo, por los diez años de la desaparición, Soler Roca rememoró palabras del “hermano mayor” de Castro, Carlos Quijano, quien dejó este mandato: “Un día nosotros haremos justicia a Julio. Y si el tiempo se nos va, otros lo harán por nosotros”.