Se dice que hay un tiempo para gobernar y otro para discutir sobre candidaturas. ¿Por qué? Quién sabe. Resulta más interesante analizar el asunto sopesando las ventajas y los inconvenientes de una postulación precoz o tardía. Considerarlo una cuestión de principios para un lado o para el otro es un ejercicio de retórica pura.

El ex presidente Tabaré Vázquez reiteró el lunes en El Espectador que “la biología y las circunstancia políticas” serán lo que determinará si acepta ser candidato a encabezar otra vez el gobierno a partir del 1º de marzo de 2015. Cuando el periodista Emiliano Cotelo insistió en preguntarle si “no descarta para nada esa posibilidad”, Vázquez contestó: “Nunca digas nunca y nunca digas siempre”. Al día siguiente, entrevistado en Metrópolis FM por Aldo Silva y Daniel Cancela, anunció que “por un gran tiempo” no iba a referirse más al asunto.

Es al ñudo forzar la vista para leer las entrelíneas. Está clarísimo. Muchos frenteamplistas y no frenteamplistas quieren ver a Vázquez de nuevo con la banda puesta, así que no faltará quien le proponga entrar en carrera. Al dejar el cargo, su gestión fue aprobada por 80 por ciento de los entrevistados para una encuesta de Factum y por 69 por ciento de los consultados por Equipos Mori, un apoyo que carece de precedentes entre sus antecesores.

Su carácter, sus ideas y su estilo de gestión suscitan ciertas reticencias en sectores del Frente Amplio, pero ninguna de magnitud suficiente como para opacar las virtudes que le confieren un indiscutible liderazgo, entre ellas su carisma personal. El Frente asume que carece de figuras de recambio y que le resultaría complicadísimo crear y consolidar alguna en los tres años que faltan para las elecciones. Y Vázquez encabezó el gobierno más exitoso que recuerdan la mayoría de los uruguayos, por su propia capacidad o por lo malos que fueron los anteriores. Por lo tanto, la noticia no es que pueda ser candidato, sino que va a serlo a menos que suceda un cataclismo imprevisible.

El anuncio recibió críticas de opositores y oficialistas con el argumento de siempre: es tiempo de gobernar y no de hacer campaña. “Están preocupados por mantener el asiento y no por solucionar los problemas de los uruguayos”, dijo, con proclamado “dolor”, el líder colorado Pedro Bordaberry. “Me parece increíble que no haya pasado un año de gobierno y ya estemos pensando en elecciones”, declaró el líder blanco Luis Lacalle. “No se puede encarar temas electorales con tanta anticipación”, opinó el líder comunista Eduardo Lorier. “Me parece altamente negativo empezar los tironeos por candidaturas ahora”, dijo el senador emepepista Ernesto Agazzi.

Estos cuestionamientos son por minucias, sobre todo cuando proceden de Bordaberry y Lacalle, que suelen pararse en cualquier espacio público como si fuera el estrado de un acto proselitista. Ellos se quejan porque la postulación temprana les introduce un gran obstáculo en la carrera: además de criticar al gobierno de José Mujica, los pone en el compromiso de enjuiciar al anterior y al presidente que lo condujo, a quien prodigaron demasiados elogios en la pasada campaña electoral. Para colmo, mientras los aspirantes opositores a ponerse la banda juegan en la cancha barrosa de la política cotidiana, Vázquez sigue en el consultorio, con el guardapolvos inmaculado.

Al despejar la incógnita de la candidatura, el ex presidente abrió una válvula de escape que descomprime parte de la tensión que ha comenzado a manifestarse dentro del Frente Amplio por la aplicación de su plataforma programática. Él podría, si quisiera, desempatar en los conflictos que se susciten, entre bambalinas o a través de operadores de su confianza, algunos dentro de los partidos, otros presentes en el aparato que promovió su reelección en el período pasado.

La virtual candidatura de Vázquez soluciona, en parte, el vacío de liderazgo del Frente, pero de una manera misteriosa, como si se tratara de un Mesías al que se intuye aunque no se lo perciba más que como ícono mientras se mantenga en “profundo y prolongado silencio”. Él se mueve cómodo en el plano del enigma, que también le sirve para sortear el principal inconveniente de las campañas electorales largas: cuanto más tiempo pasa hay más posibilidades de meter la pata.

La noticia dejó en evidencia, además, lo poco que queda para desactivar la nefasta Ley de Caducidad y para instaurar una legislación de salud sexual y reproductiva decente que incluya la despenalización del aborto. Teniendo en cuenta las grandes posibilidades de éxito de una candidatura presidencial de Vázquez y sus ideas al respecto, no estaría de más poner el pie en el acelerador.