Diccionario de la Real Academia Española: Reunión tumultuaria y violenta para conseguir algún fin, por lo común político.

Código Penal, artículo 145: Cometen asonada los que se reúnen en número que no baje de cuatro personas para causar alboroto en el pueblo, con algún fin ilícito que no esté comprendido en los delitos [contra el orden político interno de un Estado] precedentes, para perturbar con gritos, injurias o amenazas una reunión pública, o la celebración de alguna fiesta, religiosa o cívica, o para exigir de los particulares alguna cosa justa o injusta.

Una asonada: El Frente Amplio, el sector wilsonista del Partido Nacional, la CNT, la FEUU y la Universidad de la República convocaron para el 9 de julio de 1973, a las cinco de la tarde, una manifestación en 18 de Julio contra la dictadura impuesta 13 días antes. El llamado fue de boca en boca y a través de un elíptico mensaje radial, el de Rubén Castillo leyendo el poema “Llanto por Ignacio Sánchez Mejía”, de Federico García Lorca, que repite casi verso por medio “a las cinco de la tarde”. Acudieron miles. La represión fue monstruosa: tanques, guanacos, chanchitas, sablazos, gases lacrimógenos, disparos. La marcha se disolvía y volvía a armarse, una y otra vez, durante horas, hasta la madrugada. “Turbas organizadas trataron hoy de dar una asonada en el centro de la ciudad”, informó el régimen ese mismo lunes. Hubo decenas de heridos y medio millar de detenidos, entre ellos los generales Liber Seregni y Víctor Licandro y el coronel Carlos Zufriategui. La Justicia Militar los condenaría luego por “asonada”.

Otra asonada: El domingo 21 de diciembre de 1986, la Cámara de Representantes se aprestaba a aprobar lo que sería la Ley 15.848, la de caducidad. La de impunidad. Cientos, tal vez miles, de personas indignadas se concentraron a la entrada de la cámara. Algunos legisladores sufrieron al retirarse agresiones de palabra o físicas. El entonces senador José Germán Araújo, hoy fallecido, se dirigió a la multitud y llamó, por un lado, a la calma, y por otro, a mantenerse activos en defensa de la Justicia. Dos días más tarde, el Senado se reunía para expulsarlo. Tres colorados (Eduardo Paz Aguirre, Américo Ricaldoni y Juan Carlos Fa Robaina) y el principal redactor de la norma, el diputado herrerista Héctor Martín Sturla, lo acusaron de haber instigado una “asonada”. “Ustedes sostienen que esto es por la prédica de un senador. Nosotros creemos que este clima reinante es consecuencia de la ley que ha sido aprobada”, acusó Araújo. Los cinco frenteamplistas presentes fueron los únicos que levantaron la mano para impedir su expulsión. En vano. Todos los demás consideraron que Araújo había incurrido en “actos de conducta que lo hacen indigno del cargo que ocupa”.

Una más. La bancada de diputados del Partido Nacional acusó al Frente Amplio y al PIT-CNT de convocar para el jueves pasado una “manifestación de presión al Parlamento” en favor del proyecto de ley que buscaba desactivar la caducidad, rechazado horas después. El coordinador de la bancada, Jaime Trobo, calificó la concentración de “asonada”. El gobierno no dijo nada, pero por las dudas apostó por ahí un centenar de policías. Estuvo tranquilaza la cosa. Triste, también.

La palabra huele a vintage. Ya en 1869, el general español José Almirante y Torroella la definía así en su Diccionario militar: “En rigor, asonada es el prólogo, en general inocente, de todo movimiento popular”. Se la ha gastado tanto que hoy puede aludir a cualquier reunión pública en protesta contra algo defendido por quien la dice. Y si a Seregni lo acusaron de asonada no debe ser algo malo. Hasta lindo suena. Asonada. Asonar. Asonar. ¿Estuviste en la asonada? Hay asonada mañana, ¿venís? Qué asonada la del otro día.

Dieciséis asonadas. A tal punto sirve esta palabra para cualquier cosa que vale hasta el capricho de usarla por puro gusto. Por ejemplo, para referirse a ciertas marchas silenciosas por la montevideana 18 de Julio y por otras avenidas del interior, nada tumultuarias, nada violentas, sin gritos, injurias ni amenazas. Las que se cumplen todos los 20 de mayo desde 1996, por memoria, verdad y justicia. Fuenteovejuna sin comendadores muertos, Fuenteovejuna con comendadores impunes. La del viernes pasado asonó a los 49 diputados (todos los opositores y un oficialista) que esa madrugada habían consagrado la vigencia ominosa de la caducidad. También asonó al presidente de la República y a los miembros de su gabinete y de su partido que marearon el cuadro. Asonó el silencio. Asonó el “presente” en miles de bocas, cuando los parlantes propalaron el nombre de cada desaparecido y cada desaparecida. Asonó el “tiranos temblad” del himno. Asonó esa gente que había perdido una, otra, otra, otra, otra y otra vez. Esa gente que tal vez vuelva a perder, pero que no ha sido ni será derrotada.