-¿Cómo queda parado el Frente Amplio como fuerza política luego de lo sucedido con el interpretativo?

-No es la primera vez que pasa esto, tenemos antecedentes de desacatos a decisiones de mandato imperativo. Lo que son diferentes son las consecuencias: en otras ocasiones el desacato no ha generado la no aprobación de la norma en cuestión, y además en un tema especialmente sensible para quienes somos de izquierda. A partir de esta situación tenemos que repensar entre todos el pacto político, porque cuando el pacto político se tensa y se llega a situaciones como ésta, es una salida demasiado fácil resolverlo sobre la base de que la culpa la tiene Sultano o Mengano. Hay una realidad que te indica que hubo algo que durante mucho tiempo funcionó, y ya no es la primera vez que no funciona. El FA es modélico para muchas fuerzas de izquierda que no han encontrado un pacto político como el que nosotros encontramos hace 40 años, y que nos ha dado diversidad, pluralidad, pero también unidad y crecimiento permanentes. Hoy hay que repensarlo, pero no partiendo de la base de que “lo que pasa es que los fulanos vacían los comités”. Ésas son respuestas facilongas.

-¿A Mujica le cabe responsabilidad en lo sucedido el jueves?

-Yo no voy a empezar a hacer consideraciones parciales. Tengo mis opiniones y en los momentos en que he tenido que darlas, las he dado. Pero si empezamos así, cometemos el mismo error al que me estaba refiriendo. Acá tenemos un problema que tenemos que revisar, y no podemos decir que no existe. Necesitamos mirar la velocidad de las transformaciones a nivel internacional y a nivel nacional. No me explico cómo yo, con 57 años, puedo seguir siendo considerado un joven, pero así soy considerado.

-¿No hay responsabilidad de la dirigencia más vieja de que eso pase?

-Puede ser, pero también cuando te querés ir, es la gente nueva la que dice no, por hache o por zeta. La dictadura no sólo tronchó alguna generación, sino que hizo que los militantes previos a la dictadura, y, sobre todo, los que tuvimos que pasar por las cárceles, tengamos como un plus, casi como le viene a la realeza.

-También hay dirigentes que hablan desde ese lugar: “Como estuve preso y me torturaron, puedo hablar con más propiedad de esto”.

-He escuchado eso, pero es un bolazo terrible. Yo podría haberme ido del país, y en un momento decidí compartir la suerte de mis compañeros que estaban presos. Pero eso no tiene más mérito que el de no tener más que 19 años y un fenomenal idealismo. Desde el punto de vista de las transformaciones sociales y políticas que hay que llevar adelante, no dice nada. Una vuelta dijo el Bebe [Raúl Sendic], allá por junio del 72, que hay que desensillar hasta que aclare. Tratar de salir de esto con un pase de magia, buscando la fórmula salvadora, me da la impresión de que no se puede, porque esto es un proceso. Hoy de mañana anduve un rato caminando en mi barrio, charlé con algunos vecinos, y les decía: “No intentemos hacer como que no pasó nada, porque no tiene sentido, y no intentemos ver si el miércoles tenemos todo resuelto y ahora nos proponemos nuevas cosas”. No tenemos que quedarnos estancados mirándonos el ombligo, acá hay que seguir gobernando, no podemos quedarnos monotemáticos. Este tema no se resuelve con un acuerdo mágico.

-¿Se resuelve con la derogación?

-No hay que confundir los objetivos con las herramientas. Cuando vos convertís los instrumentos en fetiches, o en cuestiones que sí o sí, podés tener dificultades como las que hemos tenido, perdés flexibilidad para perseguir el objetivo.

-¿Eso sucedió con el interpretativo?

-No lo digo sólo por esto. Cuando se votó la Ley de Caducidad, yo estaba en el Ejecutivo del MLN. Ya teníamos decidido convocar a un referéndum. Pero el reférendum era una herramienta, cuando la usábamos teníamos que saber las potencialidades que tenía y los riesgos que encerraba. ¿Y si esta atrocidad de ley termina teniendo bendición popular, qué hacemos? Capaz que tendríamos que hacer autocrítica de haber planteado y llevado adelante una herramienta que era patria o muerte, y bueno, la quedamos. Cuando vos te ponés en patria o muerte, te pasa eso. Y después no podés decir: “Era jugando”.

-¿Cuál es entonces la alternativa?

-No lo sé. Lo que sé es que esa ley es una aberración, siempre lo fue, pero además no resolvió ninguno de los temas que quería resolver, tan es así que 26 años después estamos discutiendo lo mismo. Pero además, de todos los actores implicados no hay nadie que esté cómodo con esto. En las víctimas del terrorismo de Estado hay una sensación de insatisfacción total. Por parte de los actores políticos, también. Las propias Fuerzas Armadas están bajo sospecha.

-Están bajo sospecha pero también hay una resistencia fuerte en los militares a anular la caducidad.

-Por supuesto, porque los fenómenos culturales son así. Lo que hay que tener claro es que las instituciones que tienen mucha trayectoria son, antes que nada, una cultura. Con elementos que hacen a la racionalidad, pero con otros que son de aprensión emocional, afectiva, identificatoria. Imaginate en una organización extremadamente verticalista, de relaciones de autoridad, ¿cómo enfrentás ese tema? A veces me enfrento a compañeros y compañeras de toda la vida, que me vienen a plantear soluciones mágicas, y no hay soluciones mágicas. Hay compañeros que no entienden o hasta cuestionan, y se llenan de sospechería cuando hay sectores que afirmamos que hay que trabajar políticamente en las Fuerzas Armadas, ¿cómo se creen que va a cambiar todo eso, por generación espontánea?

-¿Cómo debe pararse el gobierno ante esa cultura ?

-Lo que estamos haciendo está sobre la mesa. Acá hay oficiales generales presos por corrupción, hay un procedimiento por el cual el conjunto de los resortes económicos que manejaban las fuerzas se trasladaron a la administración, por el cual toda la política de relaciones exteriores pasó a la administración. Y estamos hablando de 14 meses [de gestión].

-Cuando no se sanciona a jerarcas de las FFAA que hacen declaraciones políticas, ¿están administrando los enfrentamientos?

-En estos últimos años, ¿cuántas sanciones ha habido por declaraciones políticas? Sí, tenés que administrar, porque romper es fácil, el problema es construir transformando.

-¿En el proceso de discusión del interpretativo ha habido presiones por parte de las FFAA?

-No, pero no lo admitiría. Institucionalmente, los únicos que pueden hacer planteos son los comandantes en jefe y el jefe del Estado Mayor de la Defensa, no existen planteos corporativos. En este caso, yo les pregunté su opinión [a los comandantes], porque necesito saber cómo se están procesando los hechos, pero no les pregunté la opinión de las FFAA, porque acá no hay asambleas para saber qué posición tomamos. No debe haberlas, y si las hay, entonces hay que irse, porque uno es un palo vestido. Esas consultas quedan en reserva.

-Usted informó que se están haciendo gestiones para conseguir información en poder de los militares sobre el paradero de los desaparecidos.

-Sí, se están haciendo. Una de las cosas que más lamento es que dos veces en los últimos años hemos estado muy cerca de tener un resultado para llevarles, sobre todo a los familiares, y ha naufragado.

-¿Es optimista en este caso?

-Todos los días hay que levantarse pensando en cómo dar respuesta a los familiares que esperan. Por más decepciones y por más que se aflojen los brazos, uno tiene que levantarlos de vuelta y generar escenarios donde sea posible avanzar.

-¿Qué le parece la figura que propuso el presidente del Centro Militar, del testigo colaborador?

-Podría ser una herramienta.