¿Qué opina de la propuesta gubernamental de impulsar plebiscitos consultivos para temas como el proyecto de Aratirí?

-Uruguay tiene un recorrido muy rico en estos actos de democracia directa. Los tres más significativos son el plebiscito constitucional de 1980, el referéndum de la Ley de Caducidad de 1989, que ratificó esa norma, y la votación contra la Ley de Empresas Públicas de 1992. Es positivo que éstos hayan sido siempre actos de ampliación de derechos democráticos, en una democracia que es fundamentalmente representativa y de partidos. En otros países vemos una proliferación de actos plebiscitarios y mecanismos de democracia directa, pero no como un refuerzo o un complemento de la democracia representativa, sino más bien en desmedro de ella y por la falta de la democracia de partidos.

-¿A qué ejemplos de la región se refiere?

-Hay casos muy conocidos, como el de Venezuela, que ha recurrido a varias instancias de este tipo, y el último ha sido este festival de consultas populares que organizó Rafael Correa en Ecuador; que abarcaba consultas que iban desde la conveniencia de las riñas de gallo y las corridas de toros hasta cómo la Presidencia tenía más influencia sobre el Poder Judicial. Los actos de democracia directa no sólo pueden ser considerados buenos o malos en sí mismos, sino en el contexto en el que funcionan. Una cosa es cuando se impulsan en sistemas de democracia representativa y con una democracia de partidos más consistentes, y otra cosa es cuando eso no ocurre: ahí hablamos de actos del tipo plebiscitarios, más vinculados a gestiones populistas. Terminan siendo actos que funcionan como un especie de by pass de la democracia representativa y que señalan, más bien, la debilidad de los partidos políticos.

-¿En qué contexto hay que ubicar a Uruguay y esta propuesta de Presidencia?

-En cuanto a la propuesta de Mujica, es verdad que hay temas significativos como el aborto o la reforma del Estado que pueden implicar grandes decisiones para la sociedad, y que, por eso, ameritan una consulta popular. Pero no parece ser el caso de la mina de Aratirí, que es el emprendimiento de una empresa. Hay una desproporción entre el asunto y el recurso al que se quiere acudir. Y termina siendo un salto hacia el costado del presidente, en vez de encaminar la decisión hacia los circuitos institucionales o los órganos competentes, como la Dinama, que, además, en este caso ya tienen un camino recorrido en torno a esta solicitud. La idea termina distorsionando los procesos de decisión, y uno podría hasta pensar que es una forma de decirle que no a la empresa, aunque oblicuamente, por el tiempo que significaría acordar la aplicación del mecanismo y las mayorías especiales que requiere. Si no enterró el proyecto, por lo menos lo postergó bastante.

-La oposición ha dicho que esto es un síntoma de la dificultad para tomar decisiones, ¿Qué opina?

-El gobierno de Mujica oscila entre una ebullición de propuestas y su incapacidad profesional para conducir la presidencia. En cierta forma, él traba al gobierno que dice conducir, o que debería conducir. Y hay tumbos evidentes, porque uno podría interpretar que este plebiscito parece una respuesta al debate ambiental que actualmente se da en torno a la minería, y que es una discusión importante, pero el presidente hace el planteo pocos días después de destratar a los ambientalistas por las dunas del Cabo Polonio. Lo que uno puede pensar, entonces, es que en lugar de las decisiones gubernamentales fundadas y razonadas, Mujica entiende que es más apropiado escaparse por la tangente.

-¿En qué lugar queda el FA como ámbito de decisión frente a estos planteos?

-Cuando hablo de saltearse las instituciones correspondientes, me refiero a un tema que vinculo también con la democracia de partidos. Creo que en Mujica, de manera cada vez más reiterada, hay una propensión voluntarista y ciertos sesgos populistas, que vienen de la matriz del personaje, que vienen de su biografía.

Porque hay que recordar que mientras la izquierda uruguaya en los 60 construía instituciones partidarias e intentaba ampliarlas, buscaba progresos electorales, extendiendo la central sindical y, en síntesis, acumulando, ya en aquella época algunas acciones reflejaban cierta acción voluntarista que se apartaba de ese camino.

Y dos por tres aparece un rastro de esa matriz, porque una cosa es el presidente del 1º de marzo de 2010, centrado en el respeto hacia las instituciones, al sistema de partidos y a la oposición, y otra cosa es el Mujica que se vive salteando a sus ministros, que maneja con desprolijidad sus recursos institucionales y políticos, entre ellos el gabinete, la bancada parlamentaria y el FA.

-¿Cuáles son los riesgos de tener una agenda de temas tan abierta?

-En algunas semanas hemos saltado de tema en tema de manera volcánica, y eso no parece conducir a muchos lados. Hace un mes nos estábamos matando por la Ley de Caducidad, después nos empezamos a matar por el impuesto al agro y por las dunas del [Cabo] Polonio, y ahora, por la minería. Y uno no ve que aclare nada, sino que más bien oscurece. O por lo menos que se está opacando el margen de acción de los ministerios y su capacidad de llevar adelante políticas sistemáticas. Sólo se viene salvando el Ministerio del Interior, que tiene su propia dinámica, y hasta propaganda propia, porque en otros casos, como pasó con Ganadería por los tributos al agro o con Turismo y Deportes por los derechos televisivo, es evidente que los ministros se han visto debilitados políticamente, por discusiones públicas en las que intervino Mujica. El tema es que estos episodios debilitan al propio Mujica.

-¿Mujica está muy solo?

-Hace algunos días decía que Mujica actúa muchas veces como un chacarero solitario, y eso es otro problema, que hay que analizarlo independientemente de este debate sobre el sistema representativo y la conveniencia de las consultas populares. Esto hay que ubicarlo sobre todo en relación a los problemas terribles de profesionalidad política que tiene el presidente y del déficit de gestión que estamos viendo todos los días.

-¿Considera que en esta administración hay un desprecio hacia la academia?

-El desprecio de Mujica hacia la academia es ambiguo, porque con el mismo desprecio que hablaba de los ecologistas hace algunos días habló en algún momento de los grados cinco. Y después propuso un grado cinco para la intendencia, primero, y para el Ministerio de Educación y Cultura (por Ricardo Ehrlich), luego, y propuso académicos para dirigir el Frente Amplio, así que en eso también, como te digo una cosa, te digo la otra.