La reunión extraordinaria de la Mesa Política del Frente Amplio realizada el 15 de este mes, con el objetivo de “discutir la vigencia” del Compromiso Político aprobado en 1972, tuvo un resultado desconcertante: se acordó una “hoja de ruta” compuesta por nueve preguntas, al parecer con la idea de que responderlas facilitará o, por lo menos, ordenará el debate. Sin embargo, las interrogantes no siguen un orden lógico detectable -nada indica, por ejemplo, que contestar una simplifique el abordaje de la siguiente- y varias de ellas son innecesarias (porque su respuesta es obvia) o contraproducentes (porque no puede haber una respuesta de consenso). Cinco días después, Tabaré Vázquez propuso un enfoque mucho más pragmático de los problemas que afronta el FA.

Entre las preguntas innecesarias está, por ejemplo, la 7 (“El cumplimiento del Acuerdo Político: ¿implica sólo el acatamiento mediante el voto, o implica también respetarlo en las expresiones en los medios de comunicación cuando éstas son peyorativas hacia el Frente Amplio o hacia una de las partes del mismo?”). El Compromiso Político impone a texto expreso, en su capítulo IV, “un uso de las tribunas públicas y otros medios de difusión […] que se atenga a […] la abstención de actos y expresiones de agresión mutua o de valoración peyorativa [y a] la estimación positiva del Frente”. ¿Quién va a decir otra cosa?

Una de las contraproducentes es, sin duda, la 4 (“¿Cuál es el alcance del término ‘cuestión de principios’?”). Obviamente busca precisar en qué circunstancias y por qué motivos puede permitirse a un frenteamplista la llamada “libertad de acción”, o sea autorizarlo a que no acate una resolución del FA. Pero el Compromiso de 1972 es clarísimo al indicar que no habrá “mengua alguna a la independencia y autonomía de las fuerzas que componen el Frente, en materia de ideología, objetivos finales, estrategia, línea política, organización y disciplina, en todos los aspectos que no contradigan los documentos y resoluciones básicas del Frente o en lo que ellos no determinen una posición común”. En otras palabras, no establece ninguna definición acerca de los asuntos en los cuales se puede admitir la invocación de cuestiones “de conciencia” o “de principios”, y esto no se debe a que los fundadores fueran estalinistas (eso sólo era cierto en algunos casos), sino a que eran previsores y sensatos: el intento de enumerar lo que alguien puede considerar “principios” es impertinente e inútil, ya que sólo puede conducir a infinitos pormenores o a una total vaguedad, aparte de que nadie tiene derecho a cuestionar lo que otra persona siente en esta materia...

Después de 39 años, el problema es el mismo y no tiene sentido buscar una respuesta. Lo único prudente es habilitar la posibilidad de “libertad de acción” sin entrar en detalles, y apostar al sentido común cuando se vayan planteando los casos.

Vázquez, en una cena para recaudar fondos organizada por la departamental montevideana del PS a la cual asistieron muchos dirigentes frenteamplistas, fue al mismo tiempo mucho más concreto y mucho más ambiguo. Sostuvo que no es momento de enfrascarse en una discusión de reestructura que puede durar décadas, y propuso “actualizarse ideológicamente” en 2012, para dedicar 2013 a actualizar el programa, como se ha hecho ya en varias ocasiones anteriores, mediante una combinación de aportes técnicos y “contacto directo con la gente”. Nadie sabe en qué podrá desembocar nada de eso, pero el mensaje importante es que si los frenteamplistas quieren contar con él como candidato en 2014, no le deben complicar “la interna”. Es un lenguaje que todos entienden.