La idea se maneja desde hace algún tiempo. El jueves 14 la mencionó el diputado herrerista José Carlos Cardoso, durante una mesa redonda organizada por el Movimiento Orientales de a Pie, que impulsa coaliciones electorales de blancos y colorados contra el Frente Amplio (FA). Se trata de que los dos partidos llamados tradicionales y el Independiente (PI) sumen votos en las departamentales montevideanas de 2015, bajo el lema del último de los nombrados pero con candidatos distintos.

Desde el punto de vista legal, la propuesta es viable con algunas condiciones. En la reforma constitucional de 1996, obviamente con la finalidad de frenar eventuales migraciones de las minorías partidarias, se estableció que quienes sean candidatos en las internas de un lema (aunque vayan como suplentes en el último lugar de una lista departamental) tienen prohibido postularse por otros lemas para las elecciones nacionales y departamentales inmediatas. Por lo tanto, si prosperara la iniciativa mencionada por Cardoso, los colorados y blancos que fueran a postularse en 2015 bajo el lema del PI deberían “reservarse” para ello en 2014, absteniéndose de figurar en listas para las internas de sus propios partidos. El precio -perder visibilidad- no es demasiado alto, y aunque parezca extraño, no está prohibido ser candidato por un partido en las elecciones nacionales y luego por otro en las departamentales inmediatas, así que por ese lado el costo disminuye.

Desde el punto de vista político la cosa es más complicada. El antecedente inmediato es que en las últimas elecciones departamentales (de mayo de 2010) la suma de votos a los partidos Nacional, Colorado e Independiente en Montevideo fue menor que la votación por el Frente Amplio. Es cierto que los votos en blanco y anulados fueron muchos (de hecho, más que la diferencia recién mencionada), pero parece claro que gran parte de esos votos correspondieron, justamente, a personas con afinidad por el FA y desconformes con él, pero no dispuestas a votar por otro partido.

En otras palabras, formar una coalición opositora no tiene por qué ser suficiente para superar al FA: haría falta también que crezca el descontento con éste y/o que la propia conjunción de adversarios multiplique en vez de sumar.

Es posible que la unión entusiasme y haga ver más factible la victoria, pero el riesgo es que reste en vez de sumar. Eso podría suceder si, ante la polarización, muchos consideran que el FA es el mal menor, o si una cantidad importante de ciudadanos opositores rechaza la posibilidad de aportar su voto a alguno de los candidatos de la coalición propuesta. Este último riesgo puede aumentar si, en las encuestas previas, uno de esos candidatos aparece con clara ventaja sobre los demás: probablemente al antifrente le convendría que los postulantes de los partidos Nacional y Colorado anden más o menos parejos en intención de voto (descartemos, con todo respeto, la posibilidad de que los iguale o los supere el del PI).

Hay otro posible factor adverso, señalado por el senador herrerista Gustavo Penadés (ver la diaria del 21-09-11, pág. 3) al comentar que si el acuerdo fuera “sólo por números, lo primero que surgiría en la opinión pública sería el rechazo”, y que por eso cree necesario lograr acuerdos programáticos antes de “hablar de lo electoral”. Pero el hecho es que ya se habla de eso, sin programa a la vista. Cardoso picó al frente y ganó protagonismo, pero quizá no midió bien la diferencia entre ser vanguardia y quedar en offside.