-En 1980 salió de Uruguay hacia Brasil y allí realizó sus primeras denuncias sobre violaciones a los derechos humanos en la Marina.

-Nunca tuve interés en venir a Europa. Quería sacar los archivos, pero quedarme en Latinoamérica luchando contra las dictaduras. La venida a Holanda se debió a que en Brasil estaban operando los servicios de inteligencia de Brasil, Argentina y Uruguay, y procuraron secuestrarme tres veces y matarme una. Había un ministro de Relaciones Exteriores holandés llamado Van derStoel, que ayudó mucho a uruguayos y chilenos a salir para Europa. Yo estaba como refugiado en Brasil y él consiguió una invitación de la Casa Real para que me fuera para Holanda.

-¿Dónde declaró en Brasil?

-Hice declaraciones ante el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados [ACNUR], pero las más importantes fueron en San Pablo ante la Orden de Abogados de Brasil [OAB], que presidía en ese momento el abogado Belisario dos Santos Jr. Ante la CIDH declaré el 19 de noviembre de 1982 en Washington, invitado por la Organización de Estados Americanos.

-¿En esa instancia entregó las fotos y documentos de los cuerpos encontrados en la costa uruguaya?

-Sí, el único que presentó ese tipo de documentos y fotografías fui yo. En esa época el presidente de la CIDH, al finalizar mi presentación, ante el pleno, dice que es el informe más minucioso y completo que había recibido sobre violaciones a los derechos humanos. Por entonces pensé que la Justicia se iba a mover y que iban a trabajar con esos documentos. Tengo una sensación de irritación y de alegría porque me asombra que después de tantos años un joven argentino encuentre este tipo de reportes escondidos en un sótano, porque, si no, hubieran seguido allí durante 50 años más. Tengo comprobantes de esas declaraciones y tengo tres archivos donde tengo todo guardado, uno en Ámsterdam, uno en Bélgica y otro en Suiza. Ese día en Washigton también estuvo presente el presidente de la OAB, que era más o menos como mi abogado y tenía mucho peso internacional.

-¿Y entregó todo el material que tenía?

-Entregué la parte más grande, pero hay otras cosas que no, porque en aquella época decir un nombre, dejarlo caer a nivel internacional, era complicado. Había que ser muy cauto con los nombres.

-¿Cómo se publicó el libro Un marino acusa (*) en Uruguay?

-En 1985 vino Raúl Sendic (padre) a Bruselas y hubo reuniones entre compañeros. Yo trabajaba con una religiosa belga que habló con Sendic y le dijo "Mirá lo que tengo", y le dio el material, y él le dijo "Esto vamos a publicarlo". Entonces voy a Uruguay de manera clandestina por Brasil, me fui a la casa de Sendic, en la calle Ejido, y le presenté una carta que espero que el MLN aún tenga. Le dije que publicara todo eso y que el dinero que se pudiera generar se lo dieran a los presos políticos. Luego llevó el material a la editorial y al año lo publicaron. Ese libro fue censurado por el editor porque había varios análisis políticos que hice sobre lo que estaba pasando en 1987 que fueron eliminados. Antes, estando en Brasil, las primeras informaciones de lo que yo había hecho se publicaron en la revista Veja, fue un informe como de 40 páginas.

-¿Hasta cuándo recibió amenazas?

-Llegaron hasta Holanda inclusive. Para recibir correo le pedimos a una compañera argentina que nos pasara su dirección para que nuestras familias mandaran correspondencia, y una vez entraron en su casa, en pleno centro de Ámsterdan, unos uruguayos o argentinos y rompieron todo buscándome. Yo vivía a kilómetros de distancia. Y así en otras casas donde recibíamos correo.

-Tiene mucha información relevante para investigaciones en Argentina y Uruguay. ¿Está dispuesto a declarar y aportar sus archivos para que los jueces obtengan de una manera más directa y completa esa información?

-Por supuesto que lo estoy. Volvería a Uruguay o a Argentina a contar detalles porque hay cuestiones que nadie conoce. Pensaba en estos días que este tema va a durar hasta mediados de enero y luego a nadie le va a interesar más. Pero ojalá me equivoque.

-¿Qué funciones cumplía exactamente en la Inteligencia de Prefectura?

-Era oficialmente planimétrico, el que hace los planos en el lugar de homicidios, pero también era fotógrafo, perito criminal, especialista en abrir toda clase de cerraduras, en detectar drogas. Personal técnico, como en cualquier servicio de Inteligencia del mundo.

-En el libro cuenta que a partir de la aparición de los cuerpos a lo largo de la costa hicieron un estudio de las mareas para ver de dónde llegaban.

-Ese estudio lo hice yo. Se lo pedí al capitán, que era jefe del Servicio de Meteorología, y él tenía el registro de vientos y mareas. Me interesaba saber si eran cuerpos de Uruguay o de Argentina. Hicieron un estudio de mareas y se presentó un informe súper completo. La prensa trabajó durante años con la teoría de que se trataba de asiáticos. Eso fue una campaña bien orquestada. Dijeron que había sido un altercado en un barco coreano y que se habían matado a hachazos.

-Pero después las apariciones empezaron a ser sistemáticas.

-Sí, durante dos o tres meses viene la corriente de los ríos Uruguay y Paraná que es muy fuerte y traslada todo al Río de la Plata. Uno de los últimos cuerpos que yo registré, en la playa Pocitos, era sólo huesitos. Y entonces terminó mi reporte, porque después de eso en la Dirección de Inteligencia de Prefectura [Dipre] se planteó que ya era un problema serio porque daba para suponer que había muchísima más gente que se había descompuesto en el agua y lo que aparecía eran los huesos. En 1979 se encontraron dos cuerpos, uno masculino y otro femenino, a los que les habían quemado las caras con soplete y para eso los milicos no estaban preparados, porque ya no tenían ninguna excusa, y eso se empezó a ocultar a la prensa.

-¿Sabé dónde están todos esos cuerpos?

-Están registrados en cada unos de los mapas que presenté ante la CIDH.

-¿Cuántos registró en total?

-26.

-Se supone entonces que hay muchos cuerpos que fueron arrojados al mar pero nunca llegaron a la costa.

-Sí, claro. Los cuerpos aparecieron por casualidad, pero las corrientes van para varias zonas del sur de Argentina también. La corriente que viene es tan fuerte que desparrama por todos lados.

-¿Cuando aparecían los cuerpo se daba intervención a la Justicia?

-Sí. Siempre estuvieron los jueces de instrucción, que fueron cómplices porque se presentaba un reporte de un cuerpo con tres heridas de bala, por ejemplo, o con hematomas, y los jueces no investigaban nada. En cada reporte que yo tengo, al lado de cada foto, está el nombre del juez de instrucción que se encargó.

-¿Ustedes comprobaron que los cuerpos eran de argentinos?

-Algunos. Pero no sabíamos de todos. Había algunos cuerpos que tenían ropas argentinas, otros estaban atados con cuerdas de cortinas. Después de una pericia descubrimos que ese tipo de cuerdas no se vendía en Uruguay sino en Argentina, pero había otros cuerpos sobre los que siempre quedó la duda de si eran argentinos o uruguayos. La Comisión para la Paz dijo que los cuerpos que aparecieron en las costas uruguayas eran de argentinos, y eso no es verdad. En las pericias técnicas criminológicas hay que procurar la mayor exactitud posible, y en algunos cuerpos se podía decir eso con 90%, no había grandes dudas, pero de otros cuerpos no se podía determinar.

-¿Qué declaró ante la Comisión para la Paz?

-Cuando fui, ellos partieron de la base de que los cuerpos eran todos de argentinos. Además nunca quisieron saber nada de la Armada, ni de las torturas, ni de nombres, lo único que les interesaba eran los cuerpos. Igual pensé que podía llegar a pasar algo, pero nada. Fijate qué organización: cuando fui a declarar, tuve que pagarme el pasaje yo mismo. Lo que quería la Comisión para la Paz era que yo dijera que todos los cuerpos eran argentinos, y lo otro no les interesaba. El propio Gonzalo Fernández me dijo dos veces: "Daniel, esto no le interesa a nadie porque no es la tarea de la Comisión, sólo hay que hablar de los cuerpos".

-El tuyo es uno de los únicos testimonios de alguien que estuvo dentro del sistema represivo y que desertó y se llevó información para denunciar, pero recién 30 años después parece que puede ser útil a la Justicia ¿Cómo te hace sentir eso?

-No me he bajado nunca de mis convicciones de izquierda y pienso que vale la apuesta por la vida. Les digo a las generaciones más jóvenes que hay que vivir de la manera más ética posible para confirmarse a uno mismo. Todo esto ha generado en mí un conflicto de emociones gigantesco, pero si algún fiscal o juez de Argentina, Brasil o Uruguay me llamara yo iría con mucho gusto, porque me fui de Uruguay para eso, para que la verdad de lo que estaba pasando se pudiera saber.

(*) Un marino acusa, Daniel Rey Piuma. Tupac Amarú Ediciones (TAE), Montevideo, 1988.