Pasados los primeros arrebatos de temor y exageración natural, denunciando el presunto peligro de una arremetida baguala por parte de los abanderados de la tecnología en contra de los bastiones del humanismo, la calma se ha recuperado.

El tema discurre ahora en los andariveles correspondientes y entre quienes tienen, desde siempre, la posesión y el dominio de aquél, es decir: la conducción de la enseñanza en todos los niveles dentro de nuestro país. Y lo hacen alejados del mundanal ruido. La pelea por los garbanzos y las papas se puede dar a campo abierto, y es bueno que así se haga, pero el bacalao se corta en otros ámbitos.

La clarinada de alerta ante el supuesto malón que venía con las banderas desplegadas a masacrar el humanismo reinante, además de provocar las críticas de sus compañeros por el aviso intempestivo, también convocó el pensamiento sereno de quienes están seguros de que en las actuales circunstancias no hay peligro alguno, y que -como proclamaba la sentencia franquista, “todo está atado y bien atado”- seguirá tal como fue diseñado, al socaire de lo que se pretende hacer ver como un avance de la enseñanza técnica invadiendo no se sabe bien qué, pero que es visto y anunciado como tal.

La verdadera causa de este frenesí reside en la aceptación por parte del Poder Ejecutivo de la renuncia presentada por dos “capos” del Codicen y su sustitución por otros dos “capos” que provienen del Consejo de la Universidad del Trabajo del Uruguay. Estos dos últimos no surgen del cerno de la enseñanza profesional y técnica, no son maestros técnicos o tecnólogos egresados de UTU, son docentes con larga vinculación a la enseñanza liceal, aunque también conocen UTU y han desarrollado en su seno una actitud que excede la docencia burocrática y se han identificado con el espíritu de dicha rama de la enseñanza.

De modo que el alboroto no es por las personas, sino por lo que representan. En efecto: es la primera vez en toda la historia del Codicen que gente de UTU asume la conducción de dicho cuerpo. Curiosamente, no ha sido el Consejo de Secundaria el que ha reclamado una representación en el órgano máximo, pudiendo hacerlo como un Consejo en igualdad de condiciones, pero sí lo han hecho los universitarios que ante este cambio en el otro órgano -con atribuciones autonómicas en el campo de la enseñanza- han sentido lastimadas aquellas otras potestades que no están incluidas en la Ley General de Enseñanza: para ellos se ha roto la norma no escrita, la sobreentendida. Hay intrusos, foráneos, familiares o vecinos no deseados -o como se les quiera denominar- que, de pronto, ocupan parte de la escena. Si los sustitutos en la cúpula del Codicen hubiesen tenido cualquier otra procedencia, no habría habido tal locura, pues de haberse mantenido la tradición, pese a los propósitos del presidente, la presencia de alguien de la “familia” aseguraría que todo siguiera como está. Es la presencia de UTU la que provoca el disgusto, pues dentro del esquema de poder diseñado para la enseñanza, ése no es el lugar dispuesto para ella. Se rompe el esquema.

Aquí podría abrirse un interesante capítulo acerca de las cualidades de la formación profesional y técnica y de sus valores formativos; del futuro ciudadano, responsable, crítico, solidario y participativo; del saber hacer, el aprender haciendo y de las particularidades pedagógicas y didácticas de esta enseñanza. Sin olvidar el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos y el derecho de éstos a elegir de acuerdo a su vocación, algo que la actual Ley de Educación les niega. Pero no es bueno disgregar el tema aunque éste se preste para ello, al menos en esta ocasión.

Lo cierto es que la alharaca termina en eso. Basta mirar qué porcentaje del presupuesto destinado a la enseñanza le corresponde a UTU y se comprobará que es igual al que el Codicen se adjudica para sí. Ambos son menores a los de Primaria y Secundaria, pero uno es un organismo netamente burocrático y el otro es la rama de la enseñanza que tiene el mayor costo por alumno. En verdad, con esta evidencia ante los ojos, exclamar que están disparando contra el humanismo parece una broma de estudiantes en vacaciones.

O quizá sea la práctica del tero: gritar como víctimas mientras el meollo está en otro lado. Pero sería bueno lograr la convergencia de la Ciencia, la Técnica y del Humanismo para trabajar en la creación de un concepto renacentista de la educación, a favor del país.