La voluminosa documentación abarca la década 1963-1973 y tomó carácter público en el marco de los procesos de desclasificación rutinaria de la NARA, luego de un período de confidencialidad que en general es de 30 años. Esta colección de más de 8.000 textos tiene que ver con los intercambios que hubo en esa época entre la embajada en Uruguay y el gobierno de Estados Unidos.
“Política y defensa” es la categoría en la que se concentra la mayor cantidad de archivos, pero también hay otras menores como economía, sociedad y “especial”. Esta última incluye textos de organismos internacionales, que no necesariamente tienen relación con Uruguay. El criterio de trabajo fue copiar todos mediante la digitalización: “Lo que se busca como gran eje es democratizar información”, explicaron los investigadores. El internauta podrá acceder a la documentación en www.geipar.udelar.edu.uy .
"Permiten ver y reconstruir el papel de Estados Unidos, la vinculación con la política partidaria, con las organizaciones. Son observadores permanentes de todo el contexto uruguayo, están preocupados por la vida política pero también por las cuestiones legislativas en drogas, las políticas de territorialidad marítima, por el rol de la Iglesia, los sindicatos y el movimiento estudiantil”, resumieron Duffau y Marchesi.
Explicaron que los documentos no tienen valor si no se los contextualiza en el marco de la Guerra Fría y de la movilización política y social. “Hay que tener cuidado con pensar que los archivos son la fuente de verdad; es una mirada parcial. El archivo es una construcción: es lo que un Estado, sea cual sea, permite que se vea. Lo segundo es que es sólo una parte -nos queda por fuera de la CIA, por ejemplo- y lo tercero es la mirada de los funcionarios”, señalaron. Para poder reconstruir también es necesario cruzarlos con documentación uruguaya de la época -de la Policía, de Inteligencia militar- que no están a disposición de los investigadores.
Tuito
Al estar pautada por la Guerra Fría, la visión de la diplomacia estadounidense identificaba como “riesgo último” la posibilidad de una “amenaza comunista”. En los reportes políticos, según los investigadores, existe preocupación por la resistencia de los partidos tradicionales a proscribir al Partido Comunista del Uruguay (PCU). Incluso Jorge Pacheco Areco inhabilitó al Partido Socialista y otros grupos, pero no al PCU. “Uno de los trabajos de la embajada [de Estados Unidos] era promover el convencimiento de hacerlo entre los partidos tradicionales”, puntualizaron.
Los archivos reflejan un claro interés en las elecciones internas de esos partidos y en las desavenencias entre los colorados y los blancos. “La preocupación era mayor respecto de la izquierda legal que de la izquierda armada”, afirmó Marchesi. De esta última sólo temían por “la posibilidad de que se pusiera una bomba en la embajada”, ejemplificó.
La conformación del Frente Amplio era vista como una amenaza. Incluso hay un documento en el que se expresa que no sería “una situación revolucionaria”, pero que si esa situación y el clima de contexto social continuaban y los políticos tradicionales no lograban “resolver la crisis”, en el mediano plazo habría un “riesgo hacia la izquierda”. “Esto es explícito, sobre todo hacia los 70”, precisaron.
Otro aspecto a destacar es el seguimiento de toda la prensa, que se consideraba en la categoría “psicologic”. Allí se analizan temáticas de actualidad y cómo resuenan en la vida cotidiana: la llegada a la Luna, la muerte del Che Guevara o un editorial de Carlos Quijano que había repercutido en los sectores políticos. “Plantean el tema de Marcha, de cómo tiene una visión pesimista de la realidad uruguaya, y la necesidad de crear otra herramienta periodística que tenga influencias entre las elites uruguayas. Lo mismo ocurre con Peloduro riéndose de la clase política. Esto es importante porque da cuenta de hasta dónde estos diplomáticos están preocupados. Nada de la vida social, cultural ni política les es ajeno”, señalaron.
Tela por cortar
Duffau y Marchesi entienden que no toda la información que se incluyó en las comunicaciones era intencional. Muchas veces formaba parte de un trabajo sistematizado del country team -equipo diplomático- designado para esta tarea. “Tiene mucho de este lenguaje propio, pero son muy sólidos en materia de información. Es información muy calificada. Tienen informantes en todos lados y capacidad de diálogo con muchísima gente, con todos los actores, con sindicatos, con intelecuales de derecha y de izquierda, y relativa apertura para hacer un diagnóstico de lo que está pasando y para definir recomendaciones. Esto no se hacía sólo con Uruguay, sino con todos los países”, describieron.
Se informaba de la cita de un diplomático con un político, la realización de un ágape, las protestas, las exportaciones e importaciones, las ganancias que generó cada rama de la industria y la cantidad de votantes en las elecciones por departamento. “Más allá de la mirada, esos documentos, todavía vírgenes, son útiles para ver datos concretos del proceso político, porque a partir del 68 hay muchas proscripciones de prensa, períodos en los que no salen diarios. Hay documentos que consisten en seguir semanalmente todo lo que está ocurriendo en Uruguay sobre todos los procesos políticos, manifestaciones, y una evaluación de las situaciones en términos de nivel de riesgo de la política interna de Uruguay para Estados Unidos”, enumeraron.