En un editorial de El País (http://www.elpais.com.uy/121125/predit-677733/editorial/laicismo-sexual/) Ignacio de Posadas realiza una serie de razonamientos acerca de unos talleres sobre sexualidad dictados por la organización Ovejas Negras en centros educativos públicos. En primer lugar, lo que caracteriza a los talleres es que no se “dictan”; presumamos que el uso del término se debe a una confusión y no a una tergiversación deliberada, cuyo fin evidente sería que el lector imagine a alguien travestido inculcándole a los niños que tienen que actuar así. De todos modos, en esa frase, de Posadas está citando, a su vez, una nota de Búsqueda del 21/11/12.

Intentaré resumir la nota aquí; igual sugiero leer el original, porque no es correcto utilizar un resumen (y menos si fue hecho por uno mismo) para criticar una idea.

El planteo es el siguiente: ante el hecho de los talleres, se pregunta si eso es bueno, malo o indiferente. En caso de ser malo, si es condenable el hecho, o eventualmente las personas.

Aclaro que no me dedicaré a opinar sobre los talleres en sí, sino sobre cierta forma de razonar. Al profundizar en el primer punto, dice que “el creyente tiene fundamentos, guías y normas expresas que lo ayudan a encarar -no siempre a contestar- la pregunta. Pero, ¿el no creyente? Primero que nada deberá decidir qué usará para discernir, si la voluntad o la razón [...] El primer problema con esto [con la primera opción] surge cuando lo que mi voluntad quiere no condice con la realidad”.

¿Otra vez un religioso acusando a los que no lo son de decir o pensar cosas que “no condicen con la realidad”? Dejaré que el lector encuentre, si lo considera pertinente, la contradicción flagrante que encierran esas palabras.

“Si lo decisorio entre el bien y el mal es mi voluntad [...] se sigue que mi voluntad debe imponerse. La humanidad ya ha experimentado lo suficiente con este criterio”. Caramba, parece estar describiendo la historia de las religiones. Evidentemente, con esto no se puede no estar de acuerdo, así que igualmente podría haber dicho “la lluvia moja”, o mejor aun, no decir nada. Pero al decirlo, claro, queda una sensación (parecida a la que sugiere la imagen de homosexuales “dictando” talleres a niños) de que algo diabólicamente totalitario está detrás de todo esto.

“Lo que el hombre debe hacer para discernir es usar la razón. ¿Cómo? Analizando la realidad. En este caso, la naturaleza. ¿Y qué nos dice la naturaleza? Que el hombre y la mujer tienen diferencias sustanciales: físicas, sicológicas y emocionales y que ellas no aparecen en contados casos. Tan contados que claramente confirman la regla. Y esto, no sólo en el caso de los seres humanos”.

Primero: de acuerdo al hilo del razonamiento se refiere a los no creyentes. Los creyentes, parece, no precisan razonar, ya que alguien lo hizo por ellos hace miles de años. Supongamos que esto fue un error involuntario. Segundo: ¿a qué se refiere con los “contados casos”? Si es a los homosexuales y afines, le diré que está en un error. En la especie humana, los homosexuales, bisexuales, etcétera, son unos cuántos: mil millones, dos mil... ¿cuántos serán? Tal vez todos seamos, por naturaleza, bisexuales, y los que, como usted y yo, nos autodefinimos hetero, seamos simplemente autorrepresores más efectivos. En todo caso, son bastante más que unos “contados casos”. En cuanto al resto de las especies, ¿no tiene usted perro? No hay bicho más bisexual que un perro macho. Incluso esos Rotweiller tan viriles. Nuestros parientes más próximos, los chimpancés y bonobos (o “chimpancés enanos”), ¡por favor! La vida de los bonobos es una fiesta romana. Le sugiero escribir bonobo en youtube y mirar un poco.

“Ir contra esa realidad, contra esa naturaleza, no es algo neutro. Tiene consecuencias (físicas, sicológicas y emocionales)”. Yo le preguntaría primero a un cura pedófilo qué consecuencias puede traer ir contra la naturaleza. Y en el caso de homosexuales que reprimen su naturaleza de tales, también ocurren cosas terribles, no vaya a creer. Creo que acá está yendo directamente contra unas cuantas corrientes psicológicas cuyos fundamentos generales son hoy en día ampliamente aceptados. Y tiene todo el derecho del mundo a hacerlo, claro está.

Más adelante dice: “La experiencia demuestra que la promiscuidad sexual, atractiva como es, se compatibiliza mal con el amor profundo y duradero entre un hombre y una mujer”. Me sorprende que la promiscuidad le resulte atractiva, yo creía que eso sólo nos pasaba a los que no tenemos ideas tan firmes. Ahora: ¿a qué experiencia se refiere? Hay de todo. Hay gente feliz e infeliz en todas partes. Por ejemplo, tenemos un amplísimo registro de parejas condenadas por la sociedad (cada vez menos, gracias a Dios) a vivir en la frustración, el odio y la violencia, simplemente porque dejaron de amarse y no tienen, en lo profundo de su ser, el menor interés en continuar con una convivencia aburrida y torturante, cuyas víctimas no son sólo ellos sino sus hijos, criados bajo el ejemplo de que la infelicidad es la única opción; tanto como para que haya que ir a buscarla fuera de este mundo.

En síntesis: señores religiosos, si quieren ser respetados, no intenten imponer sus normas a los demás. Dejen vivir. Además, si los no creyentes le vamos a hacer caso a una religión, se lo tenemos, por equidad, que hacer a todas, y siendo contradictorias entre sí como son terminaríamos todos locos. Y la locura no es algo conveniente para nadie.