La oposición pidió la cabeza de los ministros de Economía, Fernando Lorenzo; de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich; del Interior, Eduardo Bonomi; de Relaciones Exteriores, Luis Almagro; y de Transporte y Obras Públicas, Enrique Pintado. Además desfilaron como interpelados por el Senado el canciller Luis Almagro (en dos oportunidades: por el ingreso de Venezuela al Mercosur y la suspensión de Paraguay del bloque primero, y luego por el cese del delegado nacionalista en la Comisión Administradora del Río de la Plata Juan Gabito Zóboli); Ehrlich por el “incumplimiento” de los acuerdos educativos; y Pintado y Lorenzo por la liquidación de Pluna. A su vez, en la cámara baja fueron interpelados Bonomi por la situación carcelaria y el ministro de Desarrollo Social, Daniel Olesker, por las políticas llevadas adelante por su cartera.

Desde el oficialismo, muchos se quejaron por las continuas comparecencias ministeriales al Parlamento. Para el senador colorado José Amorín (líder de Propuesta Batllista [Proba]) las interpelaciones son parte de “la historia del Parlamento” y, cuando se carece de mayorías legislativas, es uno de los únicos instrumentos válidos. “Estando en la oposición, el Frente Amplio [FA] se cansó de hacer interpelaciones”, recordó, aunque dijo que “no hay que usarlo demasiado porque puede perder su jerarquía”. En tanto, el coordinador de la bancada de diputados del FA, Alfredo Asti (Asamblea Uruguay), dijo haber perdido la cuenta de cuántas hubo en 2012. “Entre las interpelaciones, los pedidos de informes y los llamados a las comisiones, hay jerarcas de gobierno prácticamente todos los días en el Parlamento. A muchos ministerios se les deja trabajar muy poco”, expresó.

Por dos frentes

Dos habían sido los principales logros del gobierno en cuanto a su relación con la oposición: la firma de acuerdos interpartidarios en 2010, sobre energía, educación, medio ambiente y seguridad, más la presencia de dirigentes blancos, colorados e independientes en los entes autónomos, servicios descentralizados y otros organismos públicos, así como la renovación de las autoridades de los organismos de contralor.

Pero en ambos casos hubo este año marcha atrás. Los acuerdos en seguridad y educación tambalearon. Cuestionando hasta el más mínimo detalle la gestión del ministro del Interior, la oposición promovió su censura el 5 de junio en Diputados, luego que el blanco José Carlos Cardoso (Unidad Nacional, Partido Nacional [PN]) lo interpelara y sentenciara que ya no había “puentes” con el gobierno. Pero el punto más crítico fue la denuncia que hizo el senador nacionalista y líder de Alianza Nacional (AN) Jorge Larrañaga sobre el acuerdo educativo, que había sido reforzado en febrero tras una nueva cumbre interpartidaria y la firma de un documento en el que se pactaba fortalecer la autonomía de los centros educativos.

La interpelación del 22 de agosto a Ehrlich marcó un antes y un después en el posicionamiento de Larrañaga -uno de los principales líderes opositores- y su sector (uno de los más cercanos al oficialismo en el arranque de la administración de José Mujica), que se distanció tras denunciar el incumplimiento del acuerdo educativo. Según Larrañaga, el gobierno saboteó el Plan Promejora, que buscaba dar más autonomía de los centros y había sido propuesto por Daniel Corbo, director blanco del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública. Desde el nacionalismo se consideró que los sindicatos que rechazaban el plan lograron influir en esta decisión del gobierno.

El senador Eber da Rosa, secretario general de AN, destacó que en materia educativa ése fue un “punto de inflexión” en el relacionamiento con el gobierno, ya que el tema era considerado clave.

Pero el gobierno también tuvo choques muy duros con los colorados, particularmente con los de Vamos Uruguay (VU), liderados por el senador Pedro Bordaberry. En julio, la senadora Lucía Topolansky (Movimiento de Participación Popular [MPP], FA) había comentado que la oposición debía “retirarse” de los cargos si estaban disconformes con la gestión, y luego, tras ser consultado por la prensa por estos dichos, Mujica remató afirmando irónicamente que no removería a los directores opositores para “no condenarlos a la desocupación”. Ofendido con estas declaraciones, VU resolvió que sus delegados dieran un paso al costado. “Ha habido un deterioro de la relación resultante de la falta de respeto”, entendió el senador Ope Pasquet (VU). Esta decisión fue criticada por Proba, y por todo el nacionalismo.

Luna de miel

“Esto es un grave error. Este gobierno merece ser controlado”, opinó el senador blanco Gustavo Penadés (Unidad Nacional), para quien los vínculos entre unos y otros estaban en plena “crisis de matrimonio, previo al natural divorcio que existe en las campañas electorales”. Según dijo, a pesar de que este año los vínculos fueron un poco “más tirantes”, se trata de una relación “normal”. “El problema del gobierno ha sido más con el propio gobierno, y entre el Ejecutivo y la bancada oficialista”, ya que, según dijo, en el Parlamento los legisladores del FA “modifican prácticamente todos los proyectos que vienen desde el Ejecutivo”.

Para Pasquet, si bien “es natural que en todo período de gobierno las lunas de miel terminen”, en este caso “el gobierno se pasó de rosca”, con intervenciones no muy felices, entre las que mencionó la dirigida hacia los dirigentes nacionalistas: “¿Por qué no se van a controlar a sus señoras esposas?”. “Se puede confrontar políticamente sin caer en agravios hacia el otro”, expresó.

Su compañero del Senado, José Amorín, sostuvo que si bien el año “empezó bien”, con la búsqueda del acuerdo educativo que culminó en febrero, “a esta altura del partido estamos lejos del presidente”. Esto, según dijo, tiene “escasas posibilidades de mejorar”. El líder del Partido Independiente, Pablo Mieres, también interpretó que ha habido un “proceso creciente de distancia y alejamiento”, en un año “con pocas realizaciones, grandes problemas y un mal humor creciente de las partes”. En ese marco, consideró que Mujica es quien tiene una “responsabilidad mayor porque es el presidente y debería actuar de forma más ponderada”, pese a lo cual puntualizó que en varias ocasiones “desde los partidos tradicionales ha habido reacciones fuera de lugar y términos que entran en la descalificación”.

Desde el oficialismo, la interpretación es otra. El senador Ernesto Agazzi (MPP) dijo que “nunca hubo luna de miel”, sino “condiciones de competencia”, y por más que “algunas veces se logró acordar cosas, en la acción política aparecen las contradicciones de la oposición”. “Hay sectores que son razonables y otros, como el Herrerismo y VU, que nunca estuvieron de acuerdo con la coparticipación en el gobierno”. Indicó que “con el devenir político los partidos de la oposición tienen que hacer oposición, entonces la tensión es de ellos: deben definir en qué medida su ruta son los acuerdos partidarios, o van diferenciando su perfil”. El senador también cuestionó a sus adversarios porque “no critican el modelo, sino la gestión. Ellos dicen ‘nosotros podemos hacerlo mejor’, y eso es una crítica superflua”.

En el mismo sentido, Asti apuntó que “la oposición no es homogénea, sino que tiene sectores más proclives a buscar acuerdos que otros”, y si bien consideró que “en este año se dinamitaron algunos puentes”, entiende que “hay otros que siguen funcionando”.

No compares

Para la mayoría de los consultados, la relación actual con el gobierno no difiere mucho de la que hubo durante la presidencia de Tabaré Vázquez. Da Rosa dijo que se trata de una situación similar a la que hubo con Vázquez, que “había arrancado con mayor tensión por la falta de acuerdo con las empresas públicas”. Amorín, por su parte, sostuvo que con Vázquez había empezado “todo mal”, al revés de Mujica, que “abrió la cancha”, por lo que esperaba “mejor relación que con el ex presidente, que había hecho un gobierno de un solo partido”.

Agazzi matizó las comparaciones y dijo que son muy difíciles de hacer, entre otras cosas porque la situación en el período pasado fue “muy distinta a éste”, ya que “el gobierno tuvo que hacerse cargo de políticas sociales por la crisis”. “Ahora pudimos arrancar este gobierno sin aquellos problemas de antes”, diferenció.

¿Precoz?

En su Informe de coyuntura política Nº11, el Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República menciona que los tiempos preelectorales “parecen haberse anticipado”, ya que los partidos se perfilan para la “contienda del próximo ciclo electoral”. En efecto, el 27 de junio, el presidente del directorio del PN, Luis Alberto Heber, y la diputada Ana Lía Piñeyrúa (ambos pertenecientes a la lista 71) lanzaron sus precandidaturas. Penadés desestimó la idea de que se estén adelantando los tiempos: “Lamentablemente se confunde política con campañas electorales. Estamos en período político, no electoral”.

Pasquet entendió que si bien en el Partido Colorado “es claro que no existe un adelantamiento, en el PN la situación es diferente ya que el Herrerismo tiene que determinar su precandidato y ajustar las aguas de otra manera. En el FA se anticipa Vázquez, y eso también es una movida electoral”. Para Mieres, la conflictividad no es consecuencia de un eventual adelantamiento de la campaña: “Siempre se analiza si lo que se dice nos va a favorecer o perjudicar, pero no es lo único; acá no hay un adelantamiento de la campaña sino un deterioro de las relaciones políticas”. Diferente fue la visión de Asti: “La situación interna de algún partido político, en particular del PN, hace que haya un adelantamiento interno de los tiempos políticos, que conspira contra posiciones más amplias de acuerdo”.