“Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo” se pudo escuchar ayer en la Iglesia de los Conventuales. El conocido canto eclesiástico no sonó ante la presencia de Nicolás Cotugno ni tampoco de reconocidos políticos católicos como Luis Alberto Lacalle o Gerardo Amarilla, sino ante el presidente José Mujica, las principales autoridades de Presidencia, del Frente Amplio (FA) y buena parte del gabinete.

El mandatario estaba sentado en la primera fila de los asientos de la iglesia junto a la senadora Lucía Topolansky. Fue él quien tuvo la idea de organizar una misa para velar por la salud del reelecto presidente venezolano, Hugo Chávez, que debió ser sometido a una cirugía de urgencia el martes en La Habana, Cuba, y su asunción presidencial para el 10 de enero peligra.

“En el momento que sea posible voy a ir a darle un abrazo”, expresó Mujica a la salida de la ceremonia. Si bien aclaró que no es creyente dijo tener un “profundo reconocimiento a las religiones y particularmente a la Iglesia Católica por la historia de América Latina”. El mandatario recordó que, en cambio, Chávez “cree a muerte”, por lo que “no encontraba otra forma de hacer una cosa como ésta para practicar un poco de solidaridad en un momento difícil”.

Cerca del presidente se encontraba el embajador venezolano en Uruguay, Julio Chirino, vestido con una camisa roja, a lo Chávez. “Le doy un enorme agradecimiento por la transmisión constante que hemos tenido del pueblo uruguayo al pueblo venezolano, de energía, de solidaridad y apoyo, y especialmente a ese maestro que es Mujica, que nos enseñó con este ejemplo que es posible, más allá de las distintas formas de creer y transmitir energía, hacer este encuentro donde se mostró una gran solidaridad con el pueblo venezolano”, expresó.

Quien dirigía la ceremonia, el sacerdote Vicente Novello, argentino, también estaba vestido con una sotana roja, aunque en sus declaraciones no mostró ninguna preferencia política. “Hay que acompañar a todos los que están pasando un momento difícil en la salud”, enfatizó. Según describió, entre el público había personas que asisten asiduamente a las misas ordinarias, aunque admitió que la de ayer fue la más concurrida que le tocó realizar en los cinco años que lleva en la iglesia. “Esperemos que se siga llenando”, recalcó. Durante su prédica, Novello hizo varias referencias al reelecto mandatario y le encomendó a la Virgen María “proteger con su manto al presidente Chávez y a todo el pueblo venezolano”.

En Conventuales se mezclaban algunas connotadas autoridades del oficialismo (la presidenta del FA, Mónica Xavier, el vicepresidente Juan Castillo, los senadores Eduardo Lorier, Susana Dalmás y Ernesto Agazzi, entre otros) y del PIT-CNT (el coordinador Marcelo Abdala), con simpatizantes uruguayos de Chávez, de los cuales no todos eran religiosos. “Yo vengo por Chávez, pero no soy creyente”, dijo una señora, cuya amiga sí lo era y también pregonaba la misma simpatía por el presidente venezolano. También se encontraba el ex vicepresidente de Argentina y actual secretario general de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), Carlos Chacho Álvarez: “Fue muy conmovedor, porque gente de distintos credos se dio cita acá para expresar, orar y pedir por la vida de Chávez, lo que demuestra el grado de afecto, reconocimiento y solidaridad de una parte importante del pueblo latinoamericano con él”.

Las figuras del gobierno estaban esparcidas a lo largo y ancho de la iglesia. Mientras el prosecretario de Presidencia, Diego Cánepa, y el canciller Luis Almagro se encontraban a pocos metros de Mujica, al fondo, al lado de la puerta de entrada, presenciaban la misa el ministro de Industria, Roberto Kreimerman, y los subsecretarios de Transporte, Pablo Genta, y de Relaciones Exteriores, Roberto Conde, rodeados en su mayoría de señoras mayores, en un ambiente que parecía poco habitual para los jerarcas. “Qué olor a saco que había ahí”, ilustró una de ellas.

El grueso de los integrantes del oficialismo no tuvo una participación activa con lo que la celebración religiosa proponía: no entonaron los cánticos y oratorias que el sacerdote Vicente iniciaba desde el altar. Entre las principales excepciones estaba el director nacional de Trabajo, Luis Romero, y el ex ministro de Turismo Héctor Lescano, que optó por comulgar al final de la ceremonia.