Cuando empezó la sesión en la cámara baja, a las 17.00, no había mucho movimiento en las afueras del Palacio Legislativo, con la excepción de una bandera gigante con los colores de la diversidad que había sido colocada en la plaza Primero de Mayo y algunas tiras de colores colgados en árboles. Pero adentro de la Cámara de Representantes el clima era otro. Si bien las barras no estaban colmadas, un buen número de activistas siguió todo el debate y algunos terminaron aplaudiendo algunas intervenciones, lo que provocó el llamado de atención del presidente de la cámara, Jorge Orrico (Asamblea Uruguay), y luego de su reemplazante, Daniel Bianchi (Vamos Uruguay).

El miembro informante del proyecto, Julio Bango (Partido Socialista), advirtió que “no se trata de un proyecto más”. “Toca un aspecto que para quienes nacimos y moriremos en la izquierda tiene que ver con una seña de identidad, que funda nuestras convicciones y nuestra lucha permanente por la libertad e igualdad de las personas”, agregó.

Bango destacó también que el proyecto haya sido impulsado por organizaciones sociales (el primer borrador fue presentado por el colectivo Ovejas Negras) y agradeció a los integrantes de la Comisión de Constitución y Legislación que trabajaron en el proyecto, sobre todo al diputado Nicolás Pereira (Corriente de Acción y Pensamiento-Libertad), que participó en el cuerpo activamente, aunque sin integrar la comisión formalmente. Luego, ya al momento de la argumentación, destacó que bastaría con ampararse en el artículo octavo de la Constitución, que establece que “todas las personas son iguales ante la ley no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes”, para “modificar aquellas instituciones que son restrictivas de ese principio de igualdad”.

Como reflejo de un cambio en la concepción tradicional de la familia, Bango destacó que los hogares unipersonales pasaron de 16,9% en 1996 a 23,27% en 2011. El legislador también hizo hincapié en la creciente actividad laboral de la mujer y en que prácticamente 15% de los hogares en Uruguay son “extendidos”, es decir que “son formados por hogares nucleares más otros familiares”. “Ya no puede hablarse en Uruguay de la familia, puesto que ha quedado empíricamente demostrado que existen tipos de familias”, concluyó.

Luego el diputado socialista pasó a explicar las modificaciones del matrimonio en el Código Civil, basadas en el principio de “no contradicción”, convirtiendo una unión monógama heterosexual en una más amplia, independiente de las opciones sexuales. Entre ellas, se refirió al artículo 14, no votado por toda la oposición por entender que persiste una redacción que imposibilita al niño conocer su filiación. Según Bango, esto último está regulado por la Ley de Reproducción Asistida, que establece condiciones “extraordinarias” para revelar la identidad del donante y el conocimiento del procedimiento efectuado para su concepción.

Finalmente, Bango relacionó la aprobación del proyecto con otros que buscan ampliar el ejercicio de los derechos, entre ellos la despenalización del aborto, las acciones afirmativas para afrodescendientes y la regulación del cannabis.

Oposición matizada

La respuesta del nacionalista Gustavo Borsari (Unidad Nacional), que había presentado un proyecto alternativo nombrando a la unión entre personas del mismo sexo como “unión civil” y que incluso la defendió en el plenario refiriéndose a una propuesta “no discriminatoria e inclusiva”, motivó un abucheo generalizado del público en las barras, al punto de que el presidente Orrico tuvo que llamar al orden, para no desalojarlas. Borsari luego replicó que quienes abucheaban eran los que realmente “discriminan”, ya que no leyeron el proyecto y “tratan de desigualar a quienes tratamos de igualar”. “Antes de hacer un alarido que se lea lo que hay que leer y se sepa lo que hay que saber”, insistió el diputado, para luego defender que la palabra matrimonio refiere históricamente a la unión entre hombres y mujeres.

De dónde viene

En la página web de la Conferencia Episcopal del Uruguay, el obispo de Canelones Alberto Sanguinetti publicó la columna de opinión “¿Matrimonio igualitario? No embarren la cancha”, en la que manifiesta su opinión respecto del proyecto de ley discutido ayer en la cámara baja. Comienza diciendo que buena parte de las “campañas actuales pretenden embarrar la cancha, mezclando las palabras, cambiando el significado de los términos”, y define luego el matrimonio como la “unión estable de varón y mujer, capaces de acto conyugal con transmisión de la vida, basados en el contrato de mutua pertenencia”. “Entonces es imposible que haya matrimonio de varón con varón y de mujer con mujer. Si se quiere que haya algún pacto o contrato entre personas del mismo sexo, búsquese otro nombre, porque nunca será un matrimonio”, concluye. Luego cuestiona que la ley no sólo afecta la vida privada de las personas sino que “tiene efectos culturales y formativos en una sociedad”, e insiste, basado en el derecho de las nuevas generaciones “a que la sociedad los eduque en la verdad de las conductas sexuales, familiares”, “la familia basada en el matrimonio -el único, el vínculo de varón y mujer estable- es el ámbito natural para la procreación y la educación. Debe ser sostenida y defendida, como manda la razón, la constitución, y la equidad con las nuevas generaciones”. Sanguinetti cita la postura de la Iglesia católica al respecto y llama a “oponerse en forma clara e incisiva”.

Después argumentó que tanto la Constitución uruguaya como la Convención Interamericana de Derechos Humanos refieren al derecho “del hombre y la mujer” a contraer matrimonio. Este argumento sería más tarde contrapuesto por Pereira, que admitió esa referencia, aunque dijo que en esos dos textos nunca se hace referencia a que el matrimonio tenga que ser entre hombres y mujeres, sino que se lo refiere como un derecho de ambos sexos.

Luego llegó el turno de Gerardo Amarilla, también de Unidad Nacional. El diputado por Rivera se mostró de acuerdo con la “promoción del matrimonio, la familia y la heterosexualidad necesaria e imprescindible para la especie humana”. Amarilla apuntó al “orden natural” del matrimonio, dado que “la unión de los sexos” es “anterior a la sociedad y al Estado, y debe ser protegida y promovida por el derecho”, para luego llamar a tratar “igual a los iguales y desigual a los desiguales”. Por último, acusó al FA de no velar por los derechos del niño, un cuestionamiento al que Bango respondería diciendo que el proyecto “une y respeta” esos derechos.

Amarilla, junto con los diputados blancos Pedro Saravia, Martín Elgue, José Andrés Arocena, Alberto Casas, Jaime Trobo, Pablo Abdala, Ricardo Berois y Ana Lía Piñeyrúa, firmaron el proyecto alternativo de Borsari.

La otra posición del Partido Nacional fue la de aprobar el proyecto, a excepción de algunos artículos, principalmente el 14. Defendieron esta postura, entre otros, Pablo Iturralde (quien propuso un proyecto alternativo sin modificar el Código Civil), Jorge Gandini, José Carlos Cardoso y Antonio Chiesa. Iturralde hizo una larga intervención en la que destacó que no hay que apuntar a enfrentar “heterosexuales contra homosexuales” sino “buscar renovar y modernizar las normas”, aunque también “mantener aquello que funciona más o menos bien”, como, según dijo, es el caso del matrimonio heterosexual, y se mostró en desacuerdo con cambiar la regulación del Código Civil. Además, manifestó indignación con que existan uruguayos que tengan que contraer matrimonio en el exterior para luego intentar revalidarlo en Uruguay.

Gandini, en tanto, dijo creer en el matrimonio y en la familia, y expresó que por eso decidió apoyar el proyecto de ley, ya que “la mejor manera de que perdure en el tiempo esta institución es que sea capaz de adaptarse al tiempo actual”.

En el Partido Colorado también se impuso la postura de apoyar el proyecto con excepción del artículo 14, en el cual “el niño es objeto y no sujeto de derecho”, opinó Fitzgerald Cantero (Vamos Uruguay). Si bien opinó que el concepto de familia “está en crisis”, eso es porque “no tienen el germen del amor”: “Muchísimas familias que están en crisis son de heterosexuales”. También dijo que la adopción de hijos por homosexuales “ya existe” y para comprobarlo basta ver la lista de espera del Inau.

Aplaudan, señores

Los diputados Aníbal Pereyra y Sebastián Sabini, ambos del MPP, se robaron los aplausos de la jornada, tanto que el presidente en ejercicio de la cámara, Daniel Bianchi (Partido Colorado), pudo haber desalojado las barras, aunque no lo hizo. Pereyra leyó una carta de un joven de 16 años cuyo padre adoptivo es homosexual, que fue presentada ante el Senado argentino durante la aprobación de una ley similar en aquel país en 2010. Sabini, en tanto, dijo que las personas no “dicen lo que son” sino que “lo sienten”. Luego cuestionó a quienes hicieron referencias etimológicas a la palabra “matrimonio”. “La RAE [Real Academia Española] funciona en el Reino de España, que tiene una concepción religiosa muy particular. Aquí el Estado está separado de la iglesia desde 1918. Los argumentos de origen religioso son muy respetables pero no de recibo”, replicó.

Luego el diputado socialista Nicolás Núñez cuestionó el proyecto de Borsari alegando que ponerles distintos nombres a los diferentes tipos de matrimonio es “perpetuar la discriminación”, incluso en “el orden simbólico”. Más sobre la noche, el diputado colorado Fernando Amado hizo referencia a que apoyaría el proyecto íntegramente “sin formar parte de una conspiración freudomarxista” (ver la diaria de ayer). “Hay quienes dicen que la homosexualidad es contranatura. Pero el sentimiento de atracción sexual, ¿no es natural? El amor, ¿no es natural? ¿El instinto tampoco lo es?”, concluyó.