Todos los gobiernos uruguayos se quejan de lo mismo. A la hora final, la del balance, se autocritican la incapacidad de comunicar los logros, que siempre superan a los fracasos, mirá qué casualidad. Y mientras transcurren, lamentan que los medios de comunicación acentúen lo malo y deprecien lo bueno, con la ayuda de opositores que les dan manija.
Cada vez que sueltan ese chorro, dan ganas de repartir volantes que digan “gobierno, aprendé a perder”. Las noticias que para el oficialismo son “malas” pueden ser buenísimas a los ojos de opositores tribuneros y de los periodistas que las elaboran. Los gobiernos no han sabido o querido entender que también les sirven a ellos, porque al conocerlas tienen la oportunidad de corregir rumbos, cambiar nombres en el organigrama, mejorar y aprender. Eso le resultará más difícil a quien sufra de predisposición a ver operaciones demoníacas en cada crítica o información que les sea o les parezca adversa. Tal predisposición se percibe en las frecuentes expresiones de molestia que José Mujica y otros funcionarios dedican a periodistas y medios.
Sí, los demonios existen. Pero tenerles miedo o pretender espantarlos con un disfraz de Halloween llevará a un gobierno a concentrarse en la fuente de la información y en el mensajero, en lugar de atender los problemas posibles que le dan origen a la noticia.
Según la doctrina de la separación de los poderes políticos del Estado, el contralor del Ejecutivo es una facultad de todos los legisladores, incluso los inmersos en una campaña electoral permanente. De modo similar, esa gran idea llamada “libertad de prensa” abarca también a los periodistas de mala entraña. Lo que le corresponde al gobierno y al oficialismo es resistirse a la tentación de desacreditar las “malas noticias” por su origen para poder así analizarlas sin prejuicios, tomar medidas si son ciertas y alertar al público sobre eventuales incorrecciones informativas.
Mujica dijo creer en la existencia de una “campaña de machaque” de “malas noticias, cuanto más malas, mejor”, mientras “las buenas quedan al costado del camino” porque “llaman poco la atención”. El presidente del Frente Amplio, Jorge Brovetto, cortó aun más grueso al acusar a medios de comunicación de actuar “como eco o disparador” de “discursos y argumentos vacíos” de una oposición impulsada por el “patético afán” de dividir al oficialismo. Para el ministro de Desarrollo Social, Daniel Olesker, ciertos medios acallan “los logros del gobierno” o amplifican “problemas que existen”.
¿Cuáles son las “buenas noticias” asordinadas, según Mujica? En su programa radial, el presidente destacó un incremento en la venta de servicios turísticos e inmobiliarios a ciudadanos e inversores argentinos, que compensaría las dificultades en el comercio bilateral, y en segundo lugar la caída del desempleo a su mínimo histórico, la incorporación de mujeres al mercado de trabajo y la creciente demanda de mano de obra en la industria de la construcción. Después, mencionó los aumentos de la recaudación del Banco de Previsión Social, de las exportaciones y del saldo de la cuenta de servicios.
Excepto las referidas al mercado laboral, la selección presidencial de “buenas noticias” privilegió en esta ocasión el rendimiento de los clásicos indicadores macroeconómicos y excluyó los que evalúan el bienestar humano, y eso que tenía para elegir: crecieron el salario real, las jubilaciones y la cobertura del sistema de salud y cayeron la mortalidad infantil, la pobreza y la indigencia, por ejemplo.
Así que Mujica también se pareció en su audición del jueves 2 a sus predecesores derechistas, conservadores y demoníacos por las fuentes que eligió para las “buenas noticias”. Acá va otra: “Nunca hemos comprado 50.000 autos como en el año que acabamos de pasar”, dijo el presidente, tal vez sin recordar que Julio Sanguinetti usó el mismo parámetro para medir la prosperidad en su primer gobierno. A Sanguinetti le llovieron entonces las críticas desde un Frente Amplio opositor y preocupado por la inequidad de ingresos, que persistía mientras aumentaba el consumo en los sectores más adinerados. Pero, como explica ahora el actual presidente, “no se puede repartir lo que no hay”.
Otra “buena noticia” de Mujica es, en realidad, pésima y hasta dolorosa: el “gigantesco acto de mutua tolerancia” que supuso, el miércoles 1º, la presencia de su “viejo compañero” tupamaro y ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, en la ceremonia de investidura de tres generales. “En ninguna parte del mundo las sociedades tienen esa altura y esa entereza de luchar por cicatrizar su pasado y elegir su porvenir sin andar pasando cuentas”, se ufanó. No, no fue Sanguinetti quien lo dijo, aunque bien pudo haberlo dicho él.
Esa “entereza” cosmética se pagó con la impunidad que Mujica, Fernández Huidobro y la mitad más un poquito de la ciudadanía se empeñaron en preservar durante años. La entereza de verdad y sin comillas la pagan quienes lucharon todo ese tiempo por la verdad y la justicia, aun sabiendo que la condena de los criminales de la dictadura no será una buena noticia, sino lo que debe ser.