El ministro de Desarrollo Social, Daniel Olesker, nunca se ha caracterizado por evitar la confrontación de ideas. Sólo a gente como él se le puede ocurrir, en estos tiempos, plantear que participa en el gobierno del Frente Amplio (FA) para impulsar avances hacia el socialismo, y por qué piensa que ya vamos por ese camino.

Menos mal que se le ocurre, porque con independencia de que se compartan o no sus reflexiones, los debates en la materia son un bien escaso. Ahora que las leyes de marketing rigen de modo creciente las actividades políticas, buena parte de los dirigentes del FA que se consideran socialistas parecen convencidos de que asumir esa condición no es bueno para ganar votantes; otros no son socialistas, pero piensan que decirlo les puede restar seguidores, y hay también quienes ya ni siquiera se preguntan cuál es su ideología. La paradoja es que los sectores del FA cuyos documentos básicos incluyen, con todas las letras, la palabra “socialismo” son electoralmente mayoritarios, aunque se hable cada vez menos de lo que eso significa.

En los últimos días, Olesker expresó su punto de vista mediante sendas entrevistas publicadas en la edición de marzo de la revista Políticas, editada por la Secretaría de Comunicación de la Presidencia de la República, y en el diario argentino Página/12 (ver la diaria del 27-03-2012, página 4). Antes lo expuso en el documento “La reforma social del gobierno”, que presentó en octubre del año pasado a la Departamental de Montevideo del Partido Socialista (del cual es integrante), y con artículos publicados en medios de comunicación. Por otra parte, y desde agosto del año pasado, ha descrito la experiencia sobre la cual basa sus planteos por medio de una docena de audiovisuales disponibles en el sitio del Ministerio de Desarrollo Social (http://www.mides.gub.uy/zoommides).

En muy resumidas cuentas, lo que sostiene Olesker es que se está implementando un “modelo de crecimiento con distribución e integración social” en el cual, por una parte, se trabaja para mejorar los ingresos, la calidad del empleo y el acceso a los servicios sociales (independizado del aporte a su financiamiento); y, por otra, se fomenta una nueva institucionalidad con participación de la ciudadanía organizada (construyendo “poder popular”). Mientras tanto, se profundiza la reforma tributaria, se incorpora una “lógica de reparto de la productividad” en las relaciones laborales, se modifica la matriz energética, se apuesta al incremento del valor agregado nacional en un marco de complementación productiva regional, se fomenta la economía social y se amplía el reconocimiento de derechos. Por la combinación de todo esto se estaría impulsando el avance hacia el socialismo, aunque el ministro advierte que, a medida que tal avance se produce, “las discusiones son más fuertes y hay que saber hasta dónde te acompaña la gente”.

Así llegamos a una cuestión clave: para que la gente acompañe, debe saber de qué se trata, ya que a nadie se le puede ocurrir que sea viable llegar a un día en que, por cadena de radio y televisión, el gobierno anuncie que nos ha conducido al socialismo sin que muchos se dieran cuenta, y haga notar que los temores a ese sistema no se justificaban.

Más allá de que se coincida, o no, con las valoraciones de Olesker, es digno de aplauso que las haga públicas: sólo así es posible que la gente se apropie del debate sobre la construcción del futuro.