“Paul McCartney es un cra, pero toda esta magia es la de los Beatles. Son canciones perfectas. Fueron una revolución musical. Esto [la llegada del solista] es algo más espiritual. No podés no ir a ver un ex Beatles si está acá. Es casi como que llega la palabra de Dios”, consideró Alberto Mandrake Wolf, líder de Los Terapeutas, aludiendo a una expresión de John Lennon: “Los Beatles somos más conocidos que Jesucristo”.
Para Eduardo Rivero, crítico de cine y coautor con José Deco Núñez del libro Los Beatles en Uruguay (1998), el impulso y entusiasmo en torno al concierto es un tributo a la banda inglesa. “El encuentro es con la beatleamanía”, resume. Considera que cada uno de los cuatro hizo una buena carrera como solista, pero “la sumatoria mágica” fue con ellos juntos. la diaria también consultó a Hugo Fattoruso, ex integrante de Shakers, que se excusó de brindar mayores comentarios: “Es espectacular. Ya está todo dicho”. Dijo estar conmovido con el espectáculo del domingo al punto que no estará entre los espectadores, afirmando que “es mucha cosa para mí”.
Los que sí buscaron el encuentro con McCartney -y los que se lamentan por no haber conseguido entradas- no son sólo fanáticos de su generación. Son también jóvenes y adolescentes cuyos padres fueron, o no, beatleamaníacos. “Lo que pasa es que dejaron de ser la bandera de una generación. Yo escucho Mozart y no viví en su tiempo. Esto es igual, ahora son una usina de belleza, como la de Gardel, Frank Sinatra o Chico Buarque”, compara Rivero.
El músico Martín Buscaglia piensa algo parecido. Dijo que “el arte es la máquina del tiempo” y que “los Beatles son de las pocas cosas en el arte que generan unanimidades. Abarca todo: un feriante, un arquitecto o un yuppie. Si alguien me dice que no le gustan en ningún aspecto, creo que me está mintiendo. Porque tienen esa cosa que provoca la obra de arte, las mil capas, las mil lecturas, desde el lado que se quiera. Siempre es inteligente y nutritivo”, señala.
Las últimas
Los tres músicos se quedaron sin entradas en la primera tanda. Buscaglia y sus amigos, enojados por el “pseudofiasco”, prometieron como protesta organizar un asado el día del concierto y tocar temas de John Lennon. Rivero hizo cola en el Abitab de 8 de Octubre y Jaime Cibils desde las 7.00 de la mañana, pero sólo los primeros cuatro de la fila tuvieron suerte; él era el octavo. Wolf corrió con la misma suerte en el local de Rivera y Pastoriza. Finalmente los tres lograron su ticket con la segunda tanda. Eso sí, recurrieron a amigos de amigos que trabajan en la red de cobranzas. “Acá jugó el ‘factor Uruguay’ y puedo decirlo porque estuve en la conferencia. ¿Cómo van a mandar a la gente a hacer colas y colas sabiendo de antemano que no iban a estar las 50.000 a la venta?”, cuestionó Rivero.
La venta iba a comenzar el jueves 22 de marzo, pero se postergó un día. Enseguida se expandieron los rumores sobre una segunda instancia, que se concretó el 1º de abril. También se agotaron rápidamente. El 4 de abril, la producción de McCartney envió un comunicado de informando erróneamente que la Intendencia de Montevideo había habilitado 3.000 lugares más, pero con “visión restringida o parcial” y a un precio diferencial. Ese día, el productor local Alfonso Carbone difundió en Twitter que “en breve” daría a conocer “la puesta a la venta de las últimas entradas” y pidió: “Rogamos disculpar la salida anticipada de la información. Gracias y disculpas a quienes hicieron la cola”.
Al día siguiente en la mañana, cuando los diarios consignaban que estas entradas se venderían en los próximos días, la productora envió un nuevo comunicado confirmando que estarían disponibles a partir de las 10.00. Pero por ser jueves de Turismo muy pocos Abitab estaban abiertos, ni siquiera hubo colas. Tanto es así que hasta anoche sobre las 20.00 quedaban localidades numeradas con visión restringida de todos los precios.