Según publicó ayer el diario El Observador, “los principales dirigentes” del PIT-CNT, “preocupados y molestos” por los paros que ha llevado a cabo la Asociación de Docentes de Enseñanza Secundaria (ADES) de Montevideo, “comenzaron a mover sus fichas” para “aumentar la participación de las voces moderadas en las asambleas” de ese gremio. “Sus fichas” son trabajadores integrantes de las corrientes frenteamplistas que predominan en la central sindical, y el adversario en este juego son los sectores de la llamada “izquierda radical” -en buena parte no pertenecientes al Frente Amplio-, muy influyentes en la conducción de ADES.

Aunque las fuentes no están identificadas, la información es verosímil y hace juego con hechos recientes, como la reunión de docentes frenteamplistas montevideanos que se realizó el martes de la semana pasada. Allí declararon que en ADES “sólo se oye la voz de una minoría pseudorradicalizada [...] con una visión de la realidad [...] que no comparte [...] la gran mayoría”, y convocaron a todos los docentes de Secundaria de la capital a “tomar entre sus manos los destinos de un sindicato que es de todos” (http://ladiaria.com.uy/articulo/2012/3/chungas-movidas/ ). Dos días después, el presidente José Mujica dijo en su audición radial que el “problema de fondo” en los actuales conflictos de la enseñanza es “una actitud gremial [...] que de ninguna manera es de todo el gremio, y mucho menos de todos los profesores”, a la cual calificó de “izquierdismo infantil”, procedente de “cabecitas muy atolondradas”.

Con independencia de la opinión que se tenga sobre los problemas de la educación pública y sobre las contiendas entre izquierdistas, parece obvio que son minoría, entre los afiliados a ADES y en el total de la población uruguaya, las personas convencidas de que a) “el problema de fondo” en nuestro país es la traición del gobierno frenteamplista a los principios revolucionarios; b) los acuerdos sobre la educación de ese gobierno con los partidos representados en el Parlamento expresan ideas neoliberales e impulsan la profundización de la desigualdad social; y c) protestar por el deterioro edilicio de liceos públicos es una oportunidad para lograr “concientización” acerca de los puntos a) y b). Sin embargo, es habitual que esas convicciones minoritarias predominen en las asambleas de ADES. Por ejemplo, en la realizada el 6 de febrero de este año, donde unas pocas decenas de militantes ratificaron la expulsión de la profesora Estela Alem, orientadora en el equipo del Proyecto de Fortalecimiento de las Instituciones Educativas, más conocido como Promejora (http://ladiaria.com.uy/articulo/2012/2/el-conflicto-es-un-objetivo-en-si/ ).

Esto sucede por la sencilla razón de que la mayoría de los afiliados no asiste a esas asambleas. Uno de los motivos de la inasistencia es que muchos hallan irrespirable el clima creado por la minoría predominante, y así se cierra un círculo vicioso. Lo mismo sucede en algunos otros sindicatos, aunque se registran en los últimos años, con marchas y contramarchas, tendencias contrarias al mantenimiento de tal situación.

Hace unos días aparecieron en la costa de Rocha restos de una gran embarcación de madera que probablemente naufragó en el siglo XVIII o en el XIX. No es frecuente que ocurra esto; por lo general, los antiguos barcos hundidos permanecen en el fondo del mar, sin crear dificultades a la navegación de los buques contemporáneos. Pero cuando la marea baja mucho, a veces pasan a constituir un problema. Sin dejar de ser arcaicos, ruinosos e inservibles para su propósito inicial, quedan más cerca de la superficie y resulta peligroso chocar con ellos. Así sucede cuando la participación sindical decrece y pequeños grupos se adueñan del terreno abandonado. No resulta fácil repoblar las organizaciones, pero limitarse a criticarlas desde afuera es, además de inútil, muy peligroso, porque contribuye a que pierdan legitimidad las principales herramientas de que disponen los trabajadores para defender sus derechos e intereses.

Muchos de los problemas diagnosticados en el funcionamiento de la estructura frenteamplista son de la misma índole. Si esa estructura contara en forma habitual con la participación de apenas uno de cada 20 votantes del Frente Amplio en 2009, el actual “núcleo duro” militante tendría una importancia muy relativa. Pero si los frenteamplistas no logran siquiera el involucramiento de ese 5% de su electorado, tendrán poco derecho al pataleo, y quien gane la presidencia partidaria en mayo irá, en “la interna”, a la paliza.