“La revista Políticas es responsabilidad de la Secretaría de Comunicación de la Presidencia [SCP]”, según se indica en su página de internet (http://ladiaria.com.uy/Us), en la que se afirma que esa publicación mensual contribuye “a un mayor conocimiento de lo que hace el gobierno” y “es una forma más de rendir cuentas y construir democracia”. Pero esas definiciones no describen de modo adecuado el contenido de la revista, que se edita desde octubre de 2011, y eluden sus características más discutibles.

Políticas no se ocupa de “lo que hace el gobierno”, sino de lo que hace el Poder Ejecutivo, y dentro de él, muy especialmente, de lo que hace el presidente de la República; la SCP ha elaborado un “Manual de estilo” de 140 páginas en el que se establece con claridad, en mayúsculas: “PRIORIDAD NÚMERO UNO: EL PRESIDENTE”. Sin embargo, el gobierno no es sólo el Poder Ejecutivo, y a su vez Presidencia no es el Poder Ejecutivo sino una parte de él (en realidad, ni siquiera es un organismo previsto en la Constitución, sino apenas el nombre de un inciso del Presupuesto).

En segundo lugar, la revista no es una recopilación de comunicados sobre las actividades del Ejecutivo y del presidente, centrada exclusivamente en aumentar el “conocimiento” del público, sino que se refiere a tales actividades empleando una variedad de géneros periodísticos, con evidente intención elogiosa. La práctica del autobombo en la comunicación estatal no es, por supuesto, una novedad, y los anteriores titulares del Poder Ejecutivo han incursionado en ella con mayor o menor sutileza. De todos modos, Políticas no bate ningún récord de elegancia en la materia, entre otras cosas por la frecuencia con que los artículos sobre políticas de gobierno se ilustran con grandes fotografías de los jerarcas que las tienen a su cargo.

Por último, y éste es el punto más espinoso, la revista incluye editoriales, en los cuales no sólo elogia la gestión del Poder Ejecutivo y del presidente de la República, sino que además comenta y califica las críticas a esa gestión. Y lo hace con una belicosidad insólita para un medio de comunicación institucional, en el cual, además, no aparece nunca el nombre de las personas que escriben.

En el editorial de diciembre de 2011 se aludió al “veloz oportunismo que sólo busca pasar facturas político partidarias”, en relación con los problemas de la educación. En el siguiente se cuestionaron los balances del año anterior por elogiar solamente al equipo económico, sin prestar la atención que Políticas creía pertinente a los logros presidenciales. En el del mes pasado se afirmó que los actuales opositores no atendieron, cuando gobernaban, las situaciones de desigualdad, pobreza e indigencia, sino que “se orientaban a cuidar bancos y banqueros”, y que ahora “da la impresión de que la consigna es no hablar bien del gobierno, haga lo que haga”. En el editorial de este mes se sostiene que “algunos voceros de viejos tiempos” critican a la cancillería “con impune soberbia” y se desliza que ciertos cuestionamientos a la aceptación de “las reglas de la transparencia financiera y tributaria [...] sólo parecen justificarse en [el] intento de mantener a la sombra viejos privilegios”.

Si en el entorno cercano al presidente de la República hay quienes quieren editar una revista para defender su gestión y cuestionar a quienes la critican, deberían hacerlo por sus propios medios en vez de emplear los recursos del Estado, y no estaría mal que firmaran con sus nombres y apellidos. Sería un interesante aporte para “construir democracia”.