Al diario El País le gusta decir que es “primero siempre”. Tanto le gusta, que a veces elude los datos de la realidad para parecer primero, aunque en verdad aún esté por llegar a la meta, con años de retraso y entreverado en el pelotón.

El viernes 13, El País publicó que, junto con el diario El Observador y el semanario Búsqueda, ha firmado un acuerdo con el Instituto de Verificación de Circulaciones (IVC) argentino para que éste audite los “tirajes útiles” de los tres periódicos, y que los resultados de tal auditoría, producto de una “alianza estratégica” con la Cámara de Anunciantes del Uruguay y la Asociación Uruguaya de Agencias de Publicidad, se darán a conocer en mayo.

A esa noticia le falta, por lo menos, contexto. la diaria publica desde su primera edición a cuántos domicilios llega y detalla desde el número 14, del 6 de abril de 2006, qué cantidades corresponden a suscripciones pagas, a promoción para potenciales suscriptores -los “referidos”- y a obsequios. Esas cifras son auditadas por el mismo IVC desde octubre de 2008, o sea, desde hace más de tres años y medio. Lo anunciamos mediante un suplemento en nuestra edición del 19 de diciembre de 2008, informando que el instituto había comenzado a auditar también al semanario Voces del Frente (hoy Voces) y al mensuario Actitud Emprendedora. Esa organización auditaba desde 2007 a la edición uruguaya de la revista Caras (pero desde Argentina) y después de 2008 empezó a auditar al diario El Pueblo de Salto y a la revista 121.

De modo que la diaria es el primer diario uruguayo en certificar sus ventas. El País anuncia que, junto con El Observador y Búsqueda, auditará su “tiraje útil”, que no es lo mismo: por ahora, el IVC sólo verificará cuántos ejemplares de esos periódicos se imprimen en condiciones adecuadas para ser vendidos, pero es otra historia cuántos se venden y qué parte del “tiraje útil” termina tirándose por inútil.

la diaria decidió trabajar con el IVC para contribuir a que cambiara una situación escandalosa, en la cual muchos medios de prensa se han acostumbrado a falsear la cifra de sus ventas para ganar avisadores y prestigio. Nos alegra que otros periódicos empiecen a recorrer el camino hacia la verdad, ya que, como señalamos en 2008, eso será “muy conveniente para los avisadores públicos y privados, al protegerlos de una forma de estafa; para quienes aportan, como contribuyentes, el dinero que se destina a publicidad del Estado, al evitar que parte de él se malgaste; para las agencias de publicidad y el conjunto de los editores de periódicos, al encaminarlos hacia una situación de mayor transparencia y credibilidad; y también para los propios lectores, al asegurar que sus decisiones no sean falsificadas con maniobras similares, en esencia, a las del fraude electoral”.

Ojalá que el camino que comienza para los colegas los lleve a la plena transparencia cuanto antes, en menos de lo que canta un gallito.