El ex presidente Tabaré Vázquez comentó ayer que José Mujica tiene derecho a modificar como le parezca la integración del Consejo de Ministros. Chocolate por la noticia, que ya había sido publicada, hace algunos años, en el artículo 174 de la Constitución. Lo que interesa es el motivo de los cambios, y las versiones circulantes son poco satisfactorias.

Una purga de integrantes del Frente Liber Seregni sería una chambonada, cuando Mónica Xavier, la candidata a la presidencia del Frente Amplio (FA) apoyada por esa coalición, se perfila como ganadora, y además no se comprende por qué un embate contra el astorismo debería comenzar con la remoción de Héctor Lescano, que no intervenía en las pujas internas del FA como operador sectorial (de hecho, hace mucho tiempo que no se le conocen siquiera pronunciamientos públicos identificados con su Partido Demócrata Cristiano). La idea de que el ministro de Turismo y Deporte dejó de serlo por su alineamiento con Vázquez es aún más disparatada: ¿qué motivo podría tener Mujica, a mediados de su mandato, para iniciar una guerra con su posible sucesor?

Tampoco hay indicios de que la remoción se haya debido a los enfrentamientos de Lescano con Tenfield, ya que no sólo se mantuvo al resto del equipo de conducción del ministerio, ahora con la ex subsecretaria Liliam Kechichian a la cabeza, sino que además se manifestó la decisión de continuar con las mismas políticas.

Una súbita voluntad de promover la presencia femenina en el gabinete no explicaría por qué se decidió cesar específicamente a Lescano. Y si bien son atendibles las recientes reflexiones presidenciales sobre la necesidad de prevenir la burocratización, evitando permanencias muy prolongadas de jerarcas en sus cargos, ¿cómo se llega desde esas lucubraciones genéricas a esta remoción en particular? ¿Y por qué precisamente ahora, si antes Mujica mantuvo al ministro en el cargo que Vázquez le había confiado en 2005?

Me permito esbozar una hipótesis: 1) Mujica decidió durante el verano realizar este año cambios en el Consejo de Ministros, como es frecuente a mitad de un mandato presidencial, debido a su insatisfacción y/o a la de la opinión pública con algunas gestiones; 2) una de las remociones que resolvió fue la de la ministra de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, Graciela Muslera; 3) debido al modo en que el presidente ha elegido administrar su relación con los sectores del FA, consideró conveniente que la sustitución de una integrante del Movimiento de Participación Popular fuera acompañada por la de alguien alineado con el astorismo; 4) entre los astoristas, pensó en Lescano porque era el más antiguo en su cargo; 5) las modificaciones se previeron para después de las elecciones internas del FA, a fin de no encrespar la campaña; 6) cuando Mujica le dijo a Lescano que se proponía relevarlo en julio y le pidió que propusiera a su reemplazante, el ministro quiso que el cambio se produjera de inmediato, para asegurar que su salida no pasara inadvertida entre otras y que las negociaciones sectoriales no impidieran la continuidad de su equipo y sus políticas.

Lo de los siete años podía ser un argumento para preparar el cese de Fernando Calloia en la presidencia del Banco República, un cargo al que Mujica le tiene ganas desde 2005, pero por el modo en que sucedieron las cosas, y tras la reunión del presidente con Danilo Astori el lunes, es menos probable que Calloia sea sustituido. Todo indica, además, que desde la próxima presidencia del FA no habrá la misma resignación a que la fuerza política sea la última en enterarse de los cambios. De modo que quizás a Mujica le convenga acelerar ahora las decisiones en esa materia que crea más difíciles de procesar con sus compañeros.