Nos acercamos a la mitad del mandato de José Mujica, que se cumplirá el 1º de setiembre, pero ya sobrepasamos la mitad de su tiempo plenamente útil, dadas las particularidades habituales del último año de gestión. Sin embargo, cualquier intento de balance es provisorio, ya que el actual gobierno no ha culminado aún ningún proceso de cambios que pueda inscribirse de modo nítido en su haber.

Hay, sí, indicadores más que satisfactorios en varias áreas, y son inusualmente altos los referidos a la producción, el trabajo, el ingreso y el gasto social. Altos y notables, además, en el contexto regional y en el marco de la crisis internacional. Pero hay dos consideraciones que acotan su evaluación.

Por un lado, esos resultados no lucen como logros específicos de este gobierno, sino como una continuidad de lo hecho por el anterior. Continuidad prometida en la campaña electoral de 2009, y sintetizada en el anuncio de que Danilo Astori y “su equipo” seguirían orientando lo que Mujica llamó, en su discurso de asunción ante la Asamblea General, un “manejo profesional de la economía”. Es cierto que ha tendido a consolidarse un segundo polo de conducción cercano al presidente, como usina de iniciativas relativamente emparentadas con el “giro a la izquierda” que esperaba una parte de los frenteamplistas, pero la presencia de ese nuevo actor no se percibe como causa de que los mencionados indicadores estén altos.

Por otra parte, la propia crisis internacional determina que no sea prudente considerarnos “blindados”. Habrá que ver cómo llegamos a 2014 y qué ocurre, si la situación se complica, con una amenaza destacada por Mujica en el citado discurso: la de que nos convirtamos “en una sociedad que avanza a dos velocidades”, con una parte de la población que, “por retraso cultural y marginación, apenas [...] contempla” los frutos del crecimiento. Esto se relaciona con cuestiones de calidad del trabajo y también con el modo en que las políticas sociales conducen a sus beneficiarios a una inserción laboral viable o los alejan de ella.

En las áreas que habitualmente son destacadas como problemáticas, el balance no arroja todavía cambios que marquen puntos de inflexión. El 1º de marzo de 2010 Mujica señaló cuatro (educación, ambiente, seguridad e infraestructura) en las que se proponía impulsar procesos de “concertación y convergencia” hacia grandes líneas estratégicas, con estatuto de políticas de Estado. En las cuatro seguimos con déficit y, pese a que hubo acuerdos multipartidarios, las políticas de educación y seguridad aún son motivo de duros debates entre gobierno y oposición (así como dentro del oficialismo), mientras que en lo relativo al ambiente y la infraestructura estamos lejos de que se hayan solidificado, en las ideas o en los hechos, rumbos estratégicos claros y compartidos. A su vez, la ecuación “agro + inteligencia + turismo + logística regional”, planteada por Mujica como “la única gran ilusión para el país”, no se ha vuelto más consensual que hace dos años y medio.

En la cuestión de la vivienda, tan jerarquizada por el presidente, no se ha producido un vuelco significativo. “¡Van a ver! Van a aparecer materiales, dinero, cabezas profesionales y brazos generosos. ¡Les apuesto que sí!”, dijo Mujica al asumir, acerca de lo que luego se llamaría Plan Juntos, pero lamentablemente su pronóstico no fue acertado en una escala que llame la atención.

Tampoco hay cambios cualitativos en relación con los objetivos presidenciales de reformar el Estado y procesar una integración fecunda de las Fuerzas Armadas al resto de la sociedad. La mejora de las relaciones del gobierno uruguayo con el de Argentina y con la oposición en nuestro país, destacada en 2009, se ha revertido en gran medida, y aunque no sería justo decir que eso ocurrió por culpa de Mujica, tampoco se puede anotar ya entre sus logros.

En los últimos tiempos han levantado cabeza iniciativas de fomento a la “economía social”, de mejora de la convivencia ciudadana y de democratización y regulación de los medios de comunicación, que aún no se han implementado y que en algunos casos ya entraron en vaivenes de definición. No es posible prever con certeza cuál será el desenlace de esas historias, ni de las relacionadas con posibles nuevos derechos al aborto, al matrimonio igualitario o al consumo de marihuana. Quizás algunas terminen siendo lo que más y mejor se recuerde de este gobierno, aunque no hayan estado en el centro de las promesas del candidato Mujica. Algo así le pasó a Tabaré Vázquez con el Plan Ceibal y, como cantó John Lennon, “la vida es lo que te pasa mientras estás ocupado en hacer otros planes”.