Fue muchísimo más que “la esposa de”; el general Liber Seregni tuvo la suerte de casarse en 1941 con una persona excepcional.

Mientras su marido estuvo preso, ella se destacó en el trabajo por su libertad y por la de todos, en especial durante la campaña, dentro y fuera del país, por el voto en blanco en las elecciones internas partidarias de 1982. En muchas otras ocasiones prefirió quedar en segundo plano, pero la luz propia de Lilí era notoria incluso cerca de aquel hombre brillante, al que no sólo acompañó con abnegación y valentía, sino también con fina inteligencia.

Culta, sensible y divertida como las grandes damas, se distinguió también por una claridad política y una firmeza para defender sus convicciones que a las mujeres de su tiempo no les resultaba fácil mostrar.

Le tocó vivir tiempos difíciles, en los que nadie podría haberle reprochado que se retrajera por miedo, confusión o amargura, pero halló fuerzas para mantenerse clara y entusiasta en medio de numerosas batallas. Su apariencia menuda y delicada contenía un espíritu enorme, que nos hará falta.