El presidente José Mujica dijo a periodistas el 18 de diciembre que había “frenado” el trámite parlamentario del proyecto que busca legalizar la producción y comercialización controlada de marihuana, el mismo que le había valido buena parte de la atención internacional recibida durante 2012. Alegó que el apoyo a esa iniciativa “no está maduro” en la sociedad, y que no le parece bien “imponer la mayoría parlamentaria” oficialista si no hay mayoría “en la calle”. Mujica fue consultado acerca del proyecto porque el día anterior la empresa Cifra había dado a conocer en Canal 12 los resultados de una encuesta en la que 64% de los consultados dijo rechazarlo y sólo 26% expresó que lo respaldaba.

Muchos reprocharon al presidente cierto desdén por la división de los poderes del Estado, que se asimila con la democracia misma. Aunque es cada vez más frecuente considerar que el Poder Ejecutivo es “el gobierno”, el Legislativo también lo integra, y mientras discute un proyecto, con independencia de quién lo haya presentado, el primer mandatario, en teoría, tendría que abstenerse de frenar o acelerar el proceso, y también de practicar cualquier otra operación política para incidir sobre los contenidos de la iniciativa. Pero en la práctica sabemos bien que, por lo general, los presidentes uruguayos son también los jefes políticos de sus partidos: como tales orientan y controlan cuanto pueden la tarea de las bancadas oficialistas, sin que éstas ni el conjunto de la ciudadanía se alarmen demasiado, y aunque de vez en cuando se agiten en su tumba, ubicada en la iglesia parisina de Saint-Sulpice, los restos de Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu.

Otros críticos aseveran que es inaceptable “gobernar en función de las encuestas”. Una frase breve y contundente, que impresiona... tanto como “no se puede gobernar contra la opinión pública”. Ambas son efectistas y dejan fuera demasiadas consideraciones.

Ejercer la presidencia de la República sería más fácil si hubiera una ecuación de probada eficacia para optimizar las decisiones, integrando todas las variables que es preciso tener en cuenta. Si fueran medibles con exactitud y expresables en cifras las convicciones personales, el estado de la opinión pública, la posibilidad de alianzas o rupturas políticas y sociales, las consecuencias inmediatas y mediatas, los riesgos, las oportunidades y muchos otros factores, para operar con todos ellos y llegar a un resultado indiscutible. Pero estamos muy lejos de que sea posible formular tal ecuación. En todo caso, parece bastante obvio que no tiene sentido decidir a partir de una sola de las variables, sea cual fuere.

Por el mismo motivo, tampoco es válido evaluar las decisiones presidenciales en función de un solo criterio, salvo que consideremos que se trata de una cuestión básica de principios. El problema es que, mal que le pese a muchos defensores de la legalización del consumo de marihuana con o sin autocultivo, para Mujica el asunto no se ubica en el terreno de los derechos individuales, sino en el de la lucha contra el narcotráfico, y así lo ha manifestado con claridad en forma reiterada. Ubica ese consumo en una lista de prácticas cuya inexistencia considera deseable, pero que, como existen, cree menos malo regular y controlar desde el Estado que dejarlas libradas a la ley de la selva y sus peligros. En esa lista incluye, como señaló en una nota divulgada el 26 de diciembre (ver http://ladiaria.com.uy/UCE), al consumo de alcohol, a la prostitución y -aunque resulte chocante- también al divorcio.

Qué le vamos a hacer. El presidente no es tan “anarco” como dice, pero en todo caso, aunque tiene opiniones bastante liberales sobre algunos asuntos, piensa que “toda adicción es mala, de plano”, probablemente porque considera que limita la libertad individual, y es partidario de “tratar a la adicción severa como una enfermedad peligrosa”. Por más que no lo registren los periodistas extranjeros fascinados con el personaje (o, por lo menos, con buen olfato para las “notas de color”).

“La gente tiene que entender que a los tiros, los garrotazos y metiendo gente en cana lo único que estamos haciendo es regalarle un mercado al narcotráfico”, afirma Mujica, y para que la gente entienda, reitera su prédica. Usa los medios a su alcance para defender lo que piensa. Quienes apoyan la iniciativa por otros motivos harían bien en exponerlos con similar constancia, tratando de convencer a la ciudadanía de que sus argumentos son mejores que los del presidente, en vez de calentarse con él.