Faltan 52 semanas para la primera vuelta de octubre. Un año. La campaña electoral empezó hace rato, sólo que ahora los dados ya giran en el aire, con alguna cara aún borrosa. Se asoman los últimos datos necesarios para empezar a decidir hacia dónde soplarlo en su caída. La suerte no está echada. Votantes sin decisión tomada tienen tiempo para ponderar opciones más o menos derechistas, izquierdistas, liberales y conservadoras en todos los lemas.
Para las internas de junio se han apostado una docena de fichas con características bien marcadas: en el Frente Amplio, el continuismo del héroe (o bueno conocido) de las mayorías, el ex presidente Tabaré Vázquez, y la desafiante o testimonial Constanza Moreira; el nacionalismo independiente marcado a fuego por el herrerismo wilsonista de Jorge Larrañaga, el herrerismo encariñado con Wilson de Luis Lacalle Pou, el catch-all microcósmico del tándem Sergio Abreu-Jorge Saravia y el toque cristiano de Álvaro Germano en el Partido Nacional; el riverismo que seduce a batllistas de Pedro Bordaberry, el batllismo que seduce a riveristas de José Amorín Batlle y la vieja ola prehipster del batllismo generalflorista de Manuel Flores Silva en el Colorado; el insistente Pablo Mieres en el Independiente, y Gonzalo Abella en el Movimiento de Unidad Popular. Sólo quedarán cinco en el paño.
Quien “pertenezca” a un partido o sector seguirá sus directivas o las desacatará. Nadie tiene que enterarse. Por la libre o en rebeldía, se abre un abanico de opciones bien interesante. No votar es una. Si no “pertenecés”, podés pensar que el destino de los partidos les incumbe sólo a sus “pertenecidos”. O podés adherir a ese manifiesto anónimo e indeterminado de rechazo a lo político (o de simple apatía) que son los votos en blanco y anulados. O se te puede complicar el domingo. Pero también se te ofrece, por una mínima molestia, la oportunidad de intervenir para que tus siguientes votos te representen mejor. Que se parezcan más a lo que querés ver gobernando y legislando y menos a lo que no querés.
Una sola cuestión puede bastarte para descartar grueso. Por ejemplo, si te dan náuseas los que firmaron el recurso contra la despenalización del aborto, te quedan apenas Abella y Moreira. Si Aratirí te parece un golazo, Moreira y Vázquez son los únicos que le garantizan permanencia. Si bajar la edad de imputabilidad penal es para vos de vida o muerte, elegirás entre Amorín Batlle, Bordaberry y Lacalle Pou.
Vichar encuestas de intención de voto siempre rinde. No las de imagen y evaluación de gestiones, que a estas alturas son engañapichangas. Peores, incluso, son las que inquieren “quién ganará las elecciones”. Si los sondeos dan perdedora a tu opción, lo único capaz de desmentirlos son los votos, como el tuyo.
En caso de que tu precandidatura presidencial preferida corra con ventaja holgada en su partido y no te necesite en junio, podrás consolidarla o minarle las defensas al contrario, votando la figurita con menos probabilidades en el lema con el cual compite la tuya. Le dicen “voto estratégico”, como si los otros no lo fueran. Concebir el ciclo electoral como guerra y las internas como primera batalla o movimiento táctico admite darte el lujo de arrancar “perdiendo”.
Si además de incidir en las candidaturas presidenciales te importa la integración del Parlamento y el gobierno de tu departamento, revisá nombres, carácter, propuestas. Tu voto fortalece al sector que lo recibe para negociar el orden de las listas, acuerdos electorales y candidaturas a la intendencia. Y le financia las siguientes etapas de campaña: con cada voto, la precandidatura presidencial recibe del Estado casi 35 pesos, de los cuales 21 se los reparten entre las listas nacionales y departamentales.
Lo único seguro en octubre de 2014 es que tu decisión determinará la próxima legislatura. En cuanto a la presidencia, siempre cabe la posibilidad de que ninguna fórmula alcance mayoría absoluta al primer intento, como pasó en 1999 y 2009. Si todas las candidaturas presidenciales te disgustan, preferís una sin chance o se termina montando un escenario de balotaje seguro, podés concentrarte en las listas al Parlamento. Ojo con los acuerdos por sublema: corrés el riesgo de instalar ahí a alguien que detestás.
Nada te obliga a que guardes fidelidades en las cuatro elecciones entre junio de 2014 y mayo de 2015. Igual, tené en cuenta que le van a dar más de 232 pesos en tu nombre a la fórmula que votes en la primera vuelta para financiar su campaña a una eventual segunda ronda en noviembre y, si no llegó, quizá los sume a los fondos de otra que sí. Si una gana en primera vuelta, se los amorrala. Pero a vos te sale lo mismo apostar al balotaje en caso de necesitarlo para postergar un mes tu decisión por una candidatura, la otra o ninguna (voto en blanco y anulado, viaje oportuno o multa).
Las elecciones no son para fastidiarte, entristecerte o sacarte a festejar a la calle, sino para que ejerzas con libertad tu derecho a elegir. Al vender tu voto tan caro como en realidad vale educás a los elegidos.