Salón Azul de la Intendencia. El jueves 10, a las 20.00, comenzó, en el marco de la 36ª Feria Internacional del Libro, la presentación de “La vieja trenza” (Editorial Planeta), de Sergio Abreu, senador por el Partido Nacional y precandidato a la presidencia. En la mesa lo acompañaban Gonzalo Aguirre, Ana Ribeiro y Carlos Maggi.

A las 21.00 debía empezar allí mismo la presentación de “Fóbal” (segunda entrega de Cuadernos de ficción, de Estuario editora).

Eran las 21.36 y Abreu seguía con su presentación, cuando comenzó un batir de palmas insistente en la entrada del salón. El lanzamiento de “La vieja trenza” se había sobreextendido 46 minutos.

Antes de que empezaran las palmas, en la puerta estaban la presidenta y la gerenta de la Cámara del Libro, Alicia Guglielmo y Cristina Appratto, pidiendo orden. Pedían que se detuviera la presentación, que se apagara el micrófono, que se sancionara a quienes estaban atropellando la agenda. También se faltó el respeto a la Editorial Planeta, cuyos responsables habían hecho señas para que Abreu terminara, obteniendo como única respuesta que el senador colocara sobre la mesa el fajo de papeles que iba a leer.

Las palmas lograron que el orador se diera por aludido, pero no en plan de retirada. Dijo que le alegraba escuchar que aplaudían, que le marcaba que ciertas oposiciones “de antes” seguían en pie, dando a entender que se le pretendía censurar.

Minutos más tarde, quienes esperaban la presentación de “Fóbal” quisieron entrar a reclamar su espacio. Estalló un tumulto en la entrada cuando uno de los asistentes a la charla lanzó patadas a la presidenta de la Cámara del Libro, pero se interpuso un funcionario de ésta, evitando que la situación se transformara en una batalla campal; en el forcejeo el funcionario recibió un corte en el antebrazo. Inmediatamente, el agresor pasó a cerrar las puertas del salón con la ayuda de dos sujetos de traje, impidiendo la entrada.

A las 21.55 había terminado la presentación del libro de Abreu y los asistentes salían con quejas como “¡estos bolches!”, “¡no puede ser que nos hagan salir, son apenas cuatro gatos locos para el otro libro!”. A las 22.05 dos policías se habían llevado de la sala al agresor. A las 22.25 el Salón Azul estaba vacío; la presentación de “Fóbal”, que reúne a 11 autores y 11 ilustradores, pasó en lo que un suspiro. Entre los expositores y los asistentes que habían esperado una hora se respiraba indignación y solidaridad ante la injusticia.

La historiadora Ribeiro puntualizó que antes de comenzar había preguntado por el tiempo del que dispondría y Abreu respondió que no se preocupara, que no venía nadie después. Luego, un funcionario informó que al senador se le había avisado que iban a contar con 50 minutos y que habría otra presentación a las 21.00.

A la salida Ribeiro coincidiría con Maggi en que para quienes estaban en la mesa fue perturbador el nerviosismo que se notaba en el personal de Editorial Planeta, y luego el caos e incertidumbre producidos por los golpes y gritos desde la entrada. Los presentadores no pasaron mejor que quienes esperaban fuera: a algunos les resultó bochornosa la manera en que el senador desestimó los pedidos de que concluyera, y ninguno entendió por qué las puertas eran abiertas de par en par una y otra vez, hasta que se produjo la trifulca.

En esos últimos minutos las cámaras siguieron registrando el rostro y las manos de Abreu, las palabras y las páginas del discurso con el que les faltó el respeto a la Cámara, a dos editoriales, a 11 escritores, a 11 ilustradores y a quién sabe cuánta gente que se fue porque no empezaba lo que había ido a ver.

Con público cautivo, el senador trató su presentación como un acto político. Ante los aplausos que pretendían desplazarlo, desconoció que se debieran a una falta suya y los reinterpretó como un choque partidario, desestimando a quienes protestaban. Tal vez nadie se decidió a echarlo para preservar lo que podía quedar de civilidad, tal vez fue por el poder que representaba. Al final resultó ser un tema político, no partidario sino político como abuso de poder.

Estuario no es una gran multinacional, “Fóbal” no vendió 100 ni 50 libros en la presentación, no salía $630 sino $250, y ninguno de sus autores (Nicolás Alberte, Martín Arocena, Carolina Bello, Leonardo Cabrera, Jorge Chagas, Fernández de Palleja, Luis Fernando Iglesias, Agustín Lucas, Daniel Mella, Pablo Silva Olazábal y Manuel Soriano) es precandidato a la presidencia. Tal vez nada de eso influyó para que los ninguneara el autor de “La vieja trenza”; no debería.

Cuando se habían ido muchos de los que esperaban para “Fóbal”, los que escucharon a Abreu, Abreu mismo, la policía y el violento que marcó la noche; cuando no quedaban figuras políticas ni cámaras, se presentó “Fóbal”, la segunda entrega de una “revista disfrazada de libro”, espacio fermental para cuentistas e ilustradores desconocidos -o casi- que da oportunidad de gol a otros que no son los de siempre, sin preguntar si son de la A o de la B.