-¿El modelo que lleva adelante el Frente Amplio (FA) está agotado, como han señalado dirigentes de la oposición?
-No me parece que esté agotado. Sí veo a la izquierda uruguaya todavía muy resignada a una fórmula de crecimiento con políticas sociales. Esa fórmula es la que está agotada. No es suficiente para desplegar un modelo progresista en el largo plazo lograr estabilidad de las variables, crecimiento, y a partir de ahí aplicar políticas sociales redistributivas. En una realidad como la uruguaya, esa fórmula no construye suficiente solidez estructural, y es todavía demasiado dependiente de variables externas, como el acceso a mercados en el exterior o el nivel de los precios internacionales. El FA tiene que avanzar hacia la construcción de una mayor solidez estructural de su proyecto. Hay que desarrollar la economía social, las capacidades productivas a partir de la educación, la asociación y la autogestión de los productores, para generar producción de valor. Hay que forjar una alianza estratégica del Estado con la economía social. El otro factor clave es el de una enseñanza masificada y eficaz, y en ese campo los resultados que estamos teniendo no son los necesarios. Finalmente, hay que diseñar políticas cada vez más efectivas de integración social. Hemos trabajado muy bien en reducir la pobreza y la desigualdad medida por ingresos; sin embargo, la fragmentación social todavía es muy fuerte.
-Otro capítulo es el de la estructura productiva. Algunos sectores alertan sobre la concentración de la producción en pocas actividades de carácter extractivo. ¿Está preocupado por el tipo de inversiones que están llegando al país?
-Hay que tener cuidado, porque eso puede producir concentración excesiva de los factores de producción, concentración excesiva del lucro y, por lo tanto, una brutal capacidad de presión sobre las decisiones estratégicas de los gobiernos, puede quitarle posibilidades a gente que quiere arraigarse en la producción y no puede. La concentración es un fenómeno que no puede ser indiferente al programa del FA, hay que ponerlo en el centro de los debates. Y el tema del tipo de producción, también. Aunque quiero aclarar que yo no tengo grandes preconceptos respecto de la producción minera. Creo que Uruguay tiene que explotar la minería. Con los debidos cuidados, y sin cometer el error de entregar la minería a los privados para que dejen un agujero en el país y se lleven el lucro, porque eso sería un colonialismo del siglo XXI. Pero si es una minería que tiene la debida participación pública en las utilidades, el condicionamiento de que se genere valor agregado y que una parte importante del negocio esté controlada por el Estado, no tengo problema. Sí me preocupa entregar los recursos mineros para ser un Potosí del siglo XXI.
-¿Qué piensa de la fórmula que planteó el presidente José Mujica de una asociación del Estado con Aratirí?
-Los modelos de asociación del Estado para mí son aceptables, siempre y cuando sean asociaciones verdaderas y no disfrazadas. Que no sea una privatización con una presencia apenas decorativa del Estado para tratar de decir que es una asociación. No quiero pronunciar una mala palabra, pero asociaciones como las de Pluna, no más.
-¿Cómo evalúa los recientes debates públicos en el gobierno por la política económica?
-Ahí voy a contestar alineado con lo que ha sido una preocupación permanente del Partido Socialista, que es expresar preocupación por cualquier proceso de polarización que se produzca en la interna del FA. Pero a mí las discrepancias y las discusiones no me asustan; por el contrario, soy de los convencidos de que la izquierda uruguaya se ha empobrecido ideológica e intelectualmente, y lo que necesita es debate. Y a mí los debates que plantea Danilo [Astori] no me quitan el sueño; por el contrario, Danilo ha sido un hombre formidable para debatir, siempre dentro de una actitud unitaria. En acuerdo o en desacuerdo con él, cuando plantea un debate siempre termina siendo útil porque obliga a profundizar y a sintetizar una nueva situación. Él es un constructor del FA, y cuando discrepa lo hace desde esa posición, sin perder de vista su responsabilidad. La mayoría de las veces no coincido con él, pero los debates que plantea son sanos y necesarios.
-El ministro de Desarrollo Social, Daniel Olesker, dijo que el PS no está alineado con el Frente Liber Seregni (FLS) en política económica, sino más bien lo contrario. ¿Coincide?
-Creo que el PS tiene una mirada propia sobre la política económica. El partido no tiene que sacrificar su identidad, tiene que defenderla. El socialismo sigue siendo una necesidad histórica, y el partido tiene que construir su propia posición desde una perspectiva filosófica y estratégica. Hace bien en no dejarse entrampar en este agite equivocado que se ha producido de que hay dos equipos económicos. Yo creo que no. Con el enorme respeto que les tengo a los economistas que trabajan en Presidencia, el equipo económico es el del Ministerio de Economía [y Finanzas, MEF] conducido por el ministro [Fernando Lorenzo], bajo la dirección estratégica del presidente.
-Se discutió a nivel institucional quién es el conductor de la política tributaria...
-La iniciativa corresponde naturalmente al Ministerio de Economía. En algunos aspectos también participa en esto el Banco Central, que tiene por definición legal roles en el control de algunas variables macroeconómicas, y luego quien establece la conducción política es el presidente. Pero la iniciativa la tiene el MEF, y en lo que le compete, el Banco Central.
-Dentro del PS, ¿hay diferencias respecto de la cercanía que conviene tener con el FLS?
-Hay que ver si se trata de alianzas políticas o electorales. Las alianzas electorales no se hacen con los principios sino con el lápiz, y a mí no me preocupa, está en las reglas de juego. Las alianzas políticas son otra cosa. No soy partidario de que el PS establezca alianzas político-estratégicas con compañeros que no apoyan ni les interesa luchar por el socialismo, y tienen todo el derecho del mundo a no hacerlo. No podemos ser aliados de grupos que no creen en el socialismo, nosotros que sí creemos. Me parece que allí hay una incompatibilidad de carácter filosófico e ideológico que no hace creíble una alianza de este tipo. Yo creo que en el PS hay cierto grado de confusión en cuanto a estas dimensiones, de qué hablamos cuando hablamos de alianzas. El partido tiene que debatir esto, tiene que clarificarlo. Respecto de las alianzas electorales no debe haber prejuicio ninguno; respecto de las alianzas políticas, no debemos sacrificar nuestra visión de futuro.
-Era partidario de que el PS apoyara a José Mujica en las internas de 2009. ¿Se imaginaba así su gobierno?
-[Se ríe] Yo no me imaginaba el gobierno de ninguna manera. Sí siempre me manejé, como creo que muchos miles de frenteamplistas lo hicieron, con esa idea vaga de profundizar. Que todavía sigue siendo demasiado vaga, y ése es nuestro problema. Ahora, no es un problema del gobierno de Mujica, es un problema del FA en su conjunto. Además, no es un problema particular de Uruguay. La izquierda en general tiene dificultades para imaginar un proyecto. Fijate lo que pasó con la izquierda chilena: se agotó el ciclo de la Concertación, vimos una cantidad de documentos interesantísimos de autocrítica, pero no hemos visto nuevas propuestas. Ésa es la gran dificultad de la izquierda, y es en lo que hay que trabajar. Lo que sí debo confesar es que tenía una visión más optimista del proceso de integración. El proceso de integración regional está estancado, y ése es un problema estratégico para Uruguay. El estancamiento de la integración compromete el desarrollo de Uruguay, es un problema grave.
-¿A su juicio, por qué razones se estancó el proceso?
-Parto de la base de que nuestros gobiernos tienen una intacta voluntad política para llevar adelante el proceso. Lo que hemos tenido son evidentes dificultades para superar el peso de los factores provenientes del desarrollo desigual. Somos muy desiguales y no hemos encontrado la forma de planificar, de gestionar y de financiar factores suficientes de cohesión. Los que están presentes, como el Focem, no son suficientes. Hay que poner más recursos, una política de inversión en el Mercosur, que no existe.
-¿Uruguay piensa plantear la incorporación de algún instrumento concreto?
-Tampoco podemos dar saltos de voluntarismo. La primera posición de Uruguay es proponer que se aplique lo que ya se acordó. Pero un tema crítico que el Mercosur tiene que empezar a discutir con franqueza es el de las inversiones. Las inversiones van hacia los países que tienen mayor capacidad de financiamiento, que tienen más mercados, y está bien, pero ésas son las reglas del capitalismo. Para que eso ocurra no se precisa integración. Hay que incrustar en el comportamiento de los mercados elementos de planificación que permitan llevar adelante proyectos político-estratégicos. Hay que volver a discutir un tratado de inversiones dentro del Mercosur, y constituir un fondo de promoción de inversiones con posibilidades iguales para los cuatro países.
-¿A qué obedecen los obstáculos que han surgido en la relación comercial con Argentina?
-La disparidad entre los países hace que no estén en condiciones de instrumentar las cosas que se han acordado en los papeles, entonces hay que crear instrumentos para facilitar esa instrumentación. Uruguay va a plantear rescatar la discusión estratégica sobre la integración, que en estos dos últimos años ha quedado claramente menoscabada. Ha habido una tendencia a conformarnos diciendo que hubo un incremento del intercambio comercial. Eso es verdad, pero no podemos confundir integración con intercambio. El aumento del intercambio no es suficiente para hacer avanzar la integración. Y nosotros necesitamos hacer avanzar la integración para garantizar el desarrollo.
-¿Qué le dejó Hugo Chávez a Venezuela?
-Lo más importante es que deja un camino abierto, con ese esfuerzo sobrehumano que hizo para poder llevar adelante la campaña electoral de 2012 y ganar las elecciones. Si hubiera muerto antes de las elecciones, hubiera sido un cuadro de incertidumbre muy complicado. Él ganó con contundencia, y tras de eso ganaron 19 de las 22 gobernaciones. O sea, el camino político quedó absolutamente abierto para que el proceso bolivariano continúe. Ahora es responsabilidad de los compañeros manejar su interna, su unidad, sus candidaturas, su próxima campaña electoral. Todos han destacado y admirado la capacidad de conducción de Chávez. Lo que deja fundamentalmente el caudillo, con su último esfuerzo casi sobrehumano, es un camino abierto. Yo soy de los que piensan que ese camino abierto va a ser aprovechado, que lo van a recorrer y que están en condiciones de ganar las próximas elecciones y que en el marco institucional van a seguir transitando ese camino. Mirando cinco o diez años hacia adelante, ya no me atrevo a opinar.
-¿Para Uruguay sería importante que se mantuviera abierto ese camino?
-En primer lugar, para el Mercosur. Chávez protagonizó el cambio geopolítico más importante que se ha producido en la historia contemporánea de América del Sur, que fue cambiar la mirada hacia el sur. Lo transformó en consigna política y lo llevó a la práctica. Ante una situación complicada de fragmentación de la comunidad andina, él no se resignó a largar a Venezuela por el camino de los acuerdos bilaterales, sino que persistió en una visión integracionista de América. Fue un cambio geopolítico formidable. Primero para Venezuela, porque rompe la dependencia estructural y cultural en la que vivió respecto de los Estados Unidos durante 60 años y lo transforma en un país que tiene que tratar de construir un destino propio. Y en segundo lugar, porque al incorporar a Venezuela al Mercosur lo transforma en un bloque con potencialidades formidables. A veces los mercosurianos no valoramos el tesoro que tenemos entre las manos y no avanzamos lo que hay que avanzar.