El martes 23 de abril llegó a la diaria un segundo sobre blanco con matasellos de Madrid pero etiqueta de remitente con el nombre “André Touan” y la dirección del Café Tortoni en Buenos Aires. Al igual que en la ocasión anterior (ver http://ladiaria.com.uy/UCo), dentro del sobre había una carta impresa con la firma “Héctor Amodio Pérez”. Esta vez el texto es más breve, de sólo una carilla, con comentarios sobre algunas repercusiones de la carta anterior (recibida también, a fines de marzo, por Brecha, El País y La República, sin que ninguno de los destinatarios la reprodujera) y algunas “pistas” con la intención de reafirmar que el autor es efectivamente quien dice ser, o sea un fundador y ex dirigente del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros que colaboró con las Fuerzas Armadas en 1972 y cuyo paradero se desconoce desde aquel año.

Soy consciente de que resulta un poco extravagante discutir públicamente con una persona cuya identidad se desconoce, a propósito de textos que no damos a conocer. Quienes no sigan leyendo están en su derecho. Para los demás, intentaré aportar algunas reflexiones, que podrían ser útiles con independencia del contenido de las cartas y de quién las haya escrito.

  1. En los tiempos que corren, el desarrollo de la tecnología permite que buena parte de los habitantes del planeta divulguen lo que se les ocurra sin necesidad de enviar cartas a los periódicos con remitente ficticio. Nuestro corresponsal -Héctor Amodio Pérez o quien sea- no necesita por lo tanto a la diaria ni a ningún otro medio de prensa para que su mensaje quede a disposición de los interesados. Pero si quiere que la diaria se haga responsable de difundirlo debería cumplir con algunos requisitos básicos, como permitir que verifiquemos su identidad (las “pistas” que aporta están lejos de ser pruebas indiscutibles) y que entablemos un diálogo con él, para plantear preguntas sobre lo que escribió y sobre lo que le quedó en el tintero.

  2. El corresponsal alega motivos de seguridad para comunicarse sólo mediante correspondencia en papel, y asegura que contestará por esa vía todas las preguntas que le formulemos desde las páginas de la diaria. No nos atrevemos a dictarle normas de conducta a nadie sobre su autopreservación, pero el procedimiento sugerido para realizarle consultas, con nuestros lectores como testigos perplejos de una parte del diálogo, nos parece bastante disparatado: si es realmente a lo único que está dispuesto Amodio o quien sea, que no cuente con nosotros.

  3. El texto que nuestro corresponsal desea que demos a conocer busca, aparentemente, sostener que si bien Amodio colaboró activamente en la represión de sus ex compañeros del MLN, no fue el único ni el principal responsable de la derrota militar y la desarticulación de ese grupo guerrillero. Chocolate por la noticia: se ha escrito mucho sobre la historia de los tupamaros, pero no conocemos ningún relato serio que sostenga lo que Amodio o quien sea quiere refutar.

Por otra parte, nuestro corresponsal tiene derecho a considerar relevantes algunas discusiones sobre planes de acción y algunas pujas internas entre guerrilleros que ocurrieron hace más de 40 años, pero sinceramente no nos parece que esas cuestiones tengan gran importancia histórica o política en la actualidad, ni es sobre ellas que querríamos profundizar si tuviéramos la oportunidad, aun si nuestro interlocutor fuera efectivamente quien dice ser.

  1. Por la misma razón nos parece desmesurado, en relación con nuestros recursos y nuestros intereses, el trabajo de investigación indispensable para publicar la primera carta, que incluiría consultar a todas las personas involucradas en los hechos a los que se refiere, situar esos hechos en su contexto y aportar elementos de juicio sobre omisiones y falsedades. Todo eso para lograr, apenas, la presentación seria y equilibrada de una colección de anécdotas de autor incierto. No vale la pena.